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The crying light

06 de Febrero de 2009 | 18:41 |
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Los comentarios sobre Antony & The Johnsons obligan a echar atrás el calendario y abrir el oído. Se menciona a Nina Simone, Klaus Nomi y Nico como puntos de comparación, y es lógico que así sea: hace muchos años que no surgía una figura como Antony Hegarty, y se hace inevitable recurrir al lado más elegante y extravagante del cancionero popular en inglés para dar pistas sobre el universo único en el que parece deambular este neoyorquino de adopción (nació en Sussex, Inglaterra) y diva del canto por vocación.

El single "Another world" habla, precisamente, de un planeta paralelo, al cual Antony prepara un viaje sin boleto de regreso: "Necesito otro mundo al que ir / Extrañaré el mar / Extrañaré la nieve / Extrañaré las abejas / Extrañaré aquellas cosas que crecen". Casi todo en este disco indica que Antony nos canta desde una esfera diferente a la nuestra, una lejanía de la que nos llega un sonido delicado y profundo, fraguado sin nuestro apuro ni cotidiana torpeza. Es música por encima de los estándares amigables a los que nos acostumbra un pop construido para ser música de fondo. Se hace difícil hacer otra cosa cuando por los parlantes sale la voz de Antony Hegarty, dueño de un timbre dúctil, bisexual, pastoso y dispuesto incluso al grito, como cuando en la inquietante "Aeon" clama: "¡Agarren a ese hombre, al que amo TANTO!".

Como cantó Björk en "Joga", lo que Antony & The Johnsons mejor saben hacer es construir "paisajes emocionales", canciones que se corresponden con estados de ánimo que rara vez se verbalizan, relacionados con los temas que repiten estos versos: la angustia ante la muerte, la añoranza y a la vez terror de la soledad, el extrañamiento. El molde de arreglos se corresponde con ese intimismo y está en sintonía con la misma austeridad que lo hizo famoso en I'm a bird now (2005), aunque a la base de piano y voz (y qué voz) se agregan esta vez elaborados arreglos de cuerdas (a cargo de Nico Muhly, el joven y alabado compositor contemporáneo que ya viene de trabajos junto a Björk y Philip Glass), que surten un efecto de profundidad antes que de dramatismo, y que internan en definitiva al proyecto en terrenos experimentales (lo prueba el mantra de "Dust and water"). El hombre en la carátula es el bailarín de butoh Kazuo Ohno, inspiración de Hegarty como creador, performer y ser humano; y es una elección elocuente: como la danza japonesa, ésta es música contenida, de urgente reflexión existencial, cuyo gesto pasa con finura dejando en nosotros una marca indeleble.

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