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Cartas de Cortázar a una amiga boliviana revelan su lado más personal

El escritor argentino relata en esas misivas sus preocupaciones personales, le recomienda lecturas, le da consejos personales y reflexiona sobre asuntos políticos.

20 de Febrero de 2009 | 06:06 | EFE

LA PAZ.- Una veintena de cartas enviadas por el escritor argentino Julio Cortázar a Rosario Santos, una amiga boliviana, revelan el lado más personal de uno de los grandes genios de la Literatura latinoamericana.

Nacido en Bruselas en 1914 de padres argentinos, el autor de "Rayuela", fallecido hace 25 años en París, relata a su amiga en esas misivas sus preocupaciones personales, le recomienda lecturas, le da consejos personales y reflexiona sobre asuntos políticos.

La destinataria de las cartas, la "bolivianita", como se refiere a ella Cortázar, es Rosario Santos, una mujer casi octogenaria pero de aspecto y espíritu joven, que ha dedicado gran parte de su vida a la promoción de la literatura latinoamericana en Estados Unidos.

Desde París, Nairobi o Mallorca, Rosario recibió entre 1974 y hasta la muerte del escritor, el 12 de febrero de 1984, una veintena de cartas de Julio, su amigo y consejero."Era una persona sumamente sencilla y humana, muy dispuesta a escuchar y muy profunda en sus apreciaciones y en todo lo que pasaba alrededor", afirmó Rosario en su casa del tranquilo barrio de Sopocachi, en la ciudad de La Paz.

Esta mujer tenía 44 años cuando conoció a Cortázar en mayo de 1974. Ella trabajaba entonces en el Centro de Relaciones Interamericanas en Nueva York que, en su vertiente literaria, tenía por objeto aproximar a los escritores hispanos a EEUU en la época del llamado 'boom latinoamericano'.

El escritor llegó a Nueva York para participar en una conferencia y Rosario Santos fue la encargada de recibirle en el aeropuerto.

"Nos preocupamos porque Julio no salía y pensábamos que había perdido el avión (...) pero es que lo habían detenido en inmigración para hacerle preguntas porque era conocido por su intensa actividad política" en relación con Latinoamérica, explicó.

"Nos caímos muy bien y esa misma noche me dijo que quería conocer los lugares del jazz en Nueva York y estuvimos ahí conversando. Fue un encuentro muy espontáneo, de un entendimiento y de una amistad que se extendió por diez años", relató Rosario.

Desde aquel encuentro hasta dos meses antes de la muerte del autor, se vieron varias veces: en Fráncfort en la feria del libro de 1975; en París y cuando el escritor daba conferencias en Estados Unidos donde, recuerda la editora, "Julio tenía una calada muy fuerte".

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