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Embryonic

10 de Octubre de 2009 | 14:55 |
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En la mente del melómano más o menos al día, Flaming Lips llena el espacio de una banda de rock actual, bien indie y bien estadounidense. Es hora, sin embargo, de ampliarles un poco el cauce de asociaciones. Con cada nuevo disco, los de Oklahoma se van despegando más fieramente del rock convencional y sus formatos, para adentrarse en terrenos electrónicos, pop, sinfónicos... experimentales, en definitiva. Si hacia los años '60 la psicodelia fue la intromisión de los ecos del vuelo lisérgico en la creación, Flaming Lips transmiten hoy algo muy parecido a ese mismo viaje mental-melódico, aunque potenciado por los códigos nuevos introducidos en el pop por la electrónica, y por la mezcla entre géneros y estilos que ha legitimado la era del download.

"The impulse" es una tema que recuerda al dúo Air, por ejemplo, por eso del vocoder en la voz; pero luego "Sagittarius Silver Announcement" parece un tributo evidente a Joy Division, en el extremo anímico opuesto. El grupo de Wayne Coyne podría perfectamente presentar a Embryonic como un álbum diverso de homenaje a sus influencias, pero hay en estas canciones algo más ambicioso, más misterioso y más unitario. La esencia de este disco permanece inasible incluso luego de varias pasadas: Flaming Lips ha hecho de su rareza una marca de estilo, y este disco lleva esa heterodoxia al extremo.

Los casi siete minutos de "Powerless" son un flujo de ruido que avanza sin que sepamos a dónde; la percusión destemplada de "Bats" se mezcla con voces que no dicen nada; y el caos de "Aquarius sabotage" fue descrito por una nota en la BBC como "el Miles Davis de principios de los '70 tocando el trabajo de Yes". Uf. La inaccesibilidad de este disco es, claramente, intencional: pudiendo aprovechar el vuelo comercial de su hit "Do you realize?", el grupo ha optado por hacer un disco doble, extraño y sin un single radial a la vista. Sin embargo, también esa libertad permite temas de un vuelo tan colorido como "Silver trembling hands". The Flaming Lips se han ganado su derecho a ser tan raros como quieran. Con todo lo que nos pueda impacientar este disco, confiamos en que su vocación por el dislate, al menos sigue siendo más interesante que la de Lady Gaga.

—Cristina Hynde.
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