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Cantando y contando historias

Cantando como yo canto es el más nuevo disco de este integrante fundador de Inti-Illimani y actual solista. Es música de todo un continente que Max Berrú, ecuatoriano, pero también chileno y latinoamericano, transforma aquí en relatos de experiencias y viajes. Este jueves 10 se presenta en vivo en Bellavista.

09 de Marzo de 2011 | 23:58 |

Un disco de Max Berrú es una colección de canciones, pero sobre todo de historias. Ecuatoriano de nacimiento, chileno por adopción y viajero por oficio musical, hasta 1997 Berrú fue uno de los más reconocibles integrantes de Inti-Illimani, años antes de la crisis que en 2001 dividió al conjunto en dos alineaciones. Luego inició con su primer disco (Íntimo, 2004) un cancionero como solista que ahora viene a reanudar con su nuevo trabajo. Cantando como yo canto (2010), se llama, pero al mismo es una continuación del anterior, con el subtítulo de INTImo 2.

Y tal como ya se había transformado en un narrador de historias en las actuaciones de los años '90 con Inti-Illimani, hoy Max Berrú sigue desgranando esos relatos en su disco, en las actuaciones con sus diversos grupos, uno de los cuales, Concierto Íntimo, se presenta este jueves 10 de marzo en Santiago (ver recuadro), o simplemente conversando sobre las nuevas canciones de Cantando como yo canto, un repertorio de composiciones y ritmos latinoamericanos que incluye ranchera mexicana, boleros y son cubano, folclor de su Ecuador natal y valses, entre otras vetas.

-Yo elijo temas que tienen que ver algún momento de mi vida, desde pequeño hasta ahora. Estos discos son como la columna sonora de mi vida. Ahora sí me fijé en que sea menos reflexivo y más rítmico, entonces es más alegre que el primer disco -explica el músico, que como más novedades tiene la colaboración de la festiva Banda Conmoción en una de las canciones, así como representantes de ambas formaciones de su antiguo grupo, como Camilo Salinas, de Inti-Illimani Histórico, e invitados de Inti-Illimani a secas.

Y así como cuenta también en el disco con las colaboraciones de sus dos hijos, Tocori y Cristóbal Berrú, una de las canciones del álbum es el tradicional vals "Alma, corazón y vida", elegida también por razones familiares. "Me transporta a mi infancia, cuando mi padre la cantaba", recuerda Berrú. "Era un buen cantor, jaranero, muy alegre, y aprendí de él las primeras posturas de la guitarra con esta canción. Y también está mi relación con Perú: yo soy de la frontera con Perú y a las fiestas y ferias llegaban muchos peruanos con sus comidas, sus mercaderías y su música".

Así también está una zamba como "Yo no canto por vos", de Alfredo Zitarrosa. "La canto por la relación que tuve con Alfredo Zitarrosa, que nos vimos muchas veces en el exilio, y me produce mucha nostalgia, porque era un tipo que sufrió mucho. Seguramente murió apenado por no volver a su país. Es una bellísima canción de amor, pero no la relaciono con el amor a una mujer, sino con el amor a un país, y eso me emociona".

-Debe haber sido importante encontrar a Zitarrosa en persona después de conocer su música.
-Por supuesto, y compartimos también con él y con Inti-Illimani en Valparaíso, cuando tocamos juntos en un festival que se realizó en 1972.

-¿A Atahualpa Yupanqui también lo conocieron?
-Sí, con él estuvimos varias veces. Cuando empezamos a tocar (con Inti-Illimani, en 1967) vino acá a Santiago, nos fue a ver y tocó también. Y Atahualpa Yupanqui era muy irónico. Nosotros le preguntábamos "¿Qué le parece, don Atahualpa, el grupo Quilapayún?". Y él decía "Es lo más parecido que he visto a un camión lleno de peronistas" -se ríe-. Le preguntabas "¿Y qué le parece Mercedes Sosa como cantante?" "Ah", dice: "la negra cree que con esos gritos que pega el niño se va a dormir", cuando cantaba "Duerme, negrito". Él era irónico. Pero muy profundo por lo demás, toda su obra.

México está presente en tres canciones rancheras y una canción popularizada por Javier Solís, "Renunciación". "La música mexicana es una de las que más me llega al alma, por la influencia del cine mexicano cuando yo era pequeño. En mi pueblo todo el mundo hablaba y se vestía como mexicano, usaban pistolas para animar las fiestas, en incluso se creó un pueblo al que el pusieron Pénjamo, como la canción. Es la música que más he escuchado y he cantado. La primera vez que fui a México, en 1971, lo primero que hice fue ir a la Plaza Garibaldi, me puse un sombrero y canté dos horas con los mariachis. Me sentí realizado", sonríe.

Es un gusto que Berrú acarreó consigo por todos los años del destierro durante la dictadura en Chile. "En el exilio cuando viajábamos tenía dos casets", recuerda. "Uno de varios intérpretes de música mexicana, entre ellas Javier Solís, Pedro Infante, Jorge Negrete, Lola Beltrán, que para mí era la figura más grande, y otra selección era una caset de mi querido amigo Ramón Aguilera (el popular cantante chileno de boleros y valses peruanos). Ramón era muy amigo mío, y nos decíamos hermanos porque además nos parecíamos un poco. Y cuando volví a Chile y me lo encontré me puse colorado. Le expliqué que siempre andaba con su caset y cada vez que me enamoraba de alguien y estaba con esa persona la música de fondo era esa. 'Me dio pudor porque me has visto sin ropa muchas veces', le dije. Para él fue el mejor piropo que le han echado.

La Nueva Canción Chilena, movimiento del que los propios Inti-Illimani fueron parte, también tiene su sello en el repertorio del cantante. "Agradezco a Violeta Parra, a Víctor Jara, que me enseñaron a cantar con sentido. Por ejemplo cuando Violeta Parra dice 'Yo no tomo la guitarra por conseguir un aplauso, canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso, de lo contrario no canto'. O cuando Víctor (Jara) dice 'Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz. Canto porque la guitarra tiene sentido y razón'. Esas cosas a mí me impactan.

-¿Por qué elegiste en particular "El arado", de Víctor Jara, para cerrar el disco?
-Conocí a Víctor Jara en la Peña de los Parra en una fría noche de invierno en el '65. Estaba llena. Llena de gente y de humo. Menos mal que al medio había una silla vacía y me colocan ahí, me sirven una taza de greda con vino caliente y una empanada. Sale a cantar un grupo de música andina, que me gustaba mucho: los Curacas. Después vienen Ángel e Isabel Parra. Y después Ángel anuncia a Víctor Jara. Y sale un hombre no muy alto, crespo, con una guitarra en la mano y muy decidido. Con botas negras, pantalón rayado gris oscuro y gris más claro, una camisa blanca, un poncho negro con grecas blancas. Se sube al escenairo, mira y nos regala una linda y amplia sonrisa. Cuando empieza a cantar, todo el mundo callado, cautivado, en silencio. Y con "El arado" me quedé para adentro, porque no es una canción común y corriente, es un poco más teatralizada tal vez, más conversada. Y pensé en cómo me gustaría cantar esta canción a mí. Y cuando después leí el libro de Joan Jara (Víctor Jara, un canto inconcluso, escrito por la viuda de Jara) super que esa canción la había dedicado a su padre, hundiendo el arado rústico en la tierra. Es una denuncia de la explotación del campesino, pero también es de esperanza. Es un poema muy profundo y es la canción que más me emociona cantar.

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