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Buen soldado

11 de Marzo de 2011 | 19:48 |
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«No puedo esperar el día en que sea sabia, arrugada y perfecta». Es útil que en "Mujer modelo" Francisca Valenzuela raye tan claramente la cancha. Así, si un auditor incauto ha caído en la equívoca promoción de la cantautora chilena como una oferta juvenil y ligera, sabrá de inmediato que está ante otra cosa. Estas son canciones que responden, más bien, a una inquieta compositora ocupada de asuntos por fuera de su ombligo, casi como una experimentada mujer adulta atrapada en el cuerpo de una veinteañera. Versos elocuentes y muchas veces críticos. Un canto amistoso pero enfático. Arreglos instrumentales llenos de detalles bien pensados. Si hay algo con lo que el pop amable de Buen soldado es intolerante es con la mirada ingenua de la vida. En este disco puede haber ansiedad juvenil, pero es difícil encontrar candor.

En Muérdete la lengua (2007), Valenzuela había conseguido pararse con prestancia desde una autoría inquieta con los asuntos de género. Ese atrevimiento se amplía y afirma con un nuevo disco en el que lo personal pasa a ser colectivo, y que no teme, incluso, abordar lo histórico (se requiere atrevimiento para cantar personificando a Salvador Allende, y la autora lo consigue con admirable profundidad en "Salvador"). Estos versos —muchas veces redactados desde un monólogo en masculino— van de lo íntimo a lo social, y viceversa; e incluso pueden confundir ambos planos, como cuando en el alegato inseguro de "Los que siempre arrancan" («¿Por qué no llamas? / ¿Fue algo que dije? / ¿Fue lo que me puse? / Pensé que se veía bien») se levanta, en sordina, una crítica más amplia al descompromiso de los hombres.

Esa diversidad de perspectivas en la escritura es fiel con un disco también variado en sus ritmos y arreglos: temas lentos sobre piano, funk suave, pop bailable, pulsos afroamericanos. Es una fórmula efectiva de mezcla que no disipará las mucha comparaciones que Francisca Venegas se ha ganado con Julieta Venegas, pero que sobre todo habla de una autora que sintetiza con inteligencia referentes musicales diversos. Chile ya ha sabido suficiente de cantantes jóvenes dependientes de un productor o demasiado ansiosas por subirse a carros de moda. Francisca Valenzuela elige, más bien, tomar distancia de lo que marea al resto y escoger sin ansiedad lo que mejor se adapte a su sensibilidad y cauce de expresión. Dicen que eso se llama identidad.

—Marisol García

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