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"Macchu Picchu es la plenitud del lenguaje de Los Jaivas"

Así fue hecho uno de los discos fundamentales de la música chilena: Los Jaivas conmemoran treinta años de Alturas de Macchu Picchu en vivo este domingo, y aquí dos fundadores del grupo, Mario Mutis y Claudio Parra, se remontan a la época y también vislumbran el futuro.

15 de Abril de 2011 | 10:06 |

La melodía del bajo de "Amor americano" se le ocurrió a Gato Alquinta. La idea de elegir versos de distintos poemas de Neruda para "La poderosa muerte" fue de Eduardo Parra. La canción "Águila sideral" completa fue una improvisación iniciada por Claudio Parra y Mario Mutis. Y grabar ese coro de pájaros que es lo primero que se oye en el disco, en la canción "Del aire al aire", fue un impulso súbito en el momento en que Los Jaivas llegaban de una gira a su casa en Francia, en algún amanecer de 1981.


Así fue hecho uno de los discos fundamentales de la música chilena. En Alturas de Macchu Picchu, parte de las obras cumbres de Los Jaivas, están prensadas las pruebas majestuosas de cómo este grupo vivía y además tocaba y creaba de la misma forma: siempre en comunidad. Es el disco en que Los Jaivas consiguieron una de sus cumbres de popularidad en Chile, gracias a encuentro entre su música y la poesía de Pablo Neruda y con el furor nacional de éxitos como "Sube a nacer conmigo, hermano"


La historia ha dejado muchas marcas en el recorrido del grupo desde entonces. El LP fue grabado por su formación más histórica, entre Eduardo Gato Alquinta (voz y guitarra), Claudio Parra (piano), Eduardo Parra (teclados), Mario Mutis (voz y bajo) y Gabriel Parra (batería). Hoy Eduardo vive en Francia, el grupo se ha sobrepuesto a la muerte de Gabriel Parra en 1988 y de Gato Alquinta en 2003, y la formación actual, encabezada por Mutis y Claudio Parra, consiste además en Carlos Cabezas González (voz y charango), Ankatu Alquinta, hijo de Gato (guitarra), Francisco Bosco (vientos) y Juanita Parra, hija de Gabriel (batería).


En 2011 se cumplen treinta años desde la aparición de Alturas de Macchu Picchu. El grupo se apresta a celebrar con una gira de vuelta a esas alturas andinas, en el Cusco, y que parte este domingo 17 de abril (ver recuadro) en Santiago. Y son varios hitos que conmemorar. El efecto en cadena parte con el disco, que apareció en agosto de 1981, y continúa con los históricos conciertos que el grupo dio en el Teatro Caupolicán en agosto, el programa para Canal 13 que grabaron en Machu Picchu con el escritor Mario Vargas Llosa como presentador en septiembre, y tres giras consecutivas en 1981, 1982 y 1983 más su recordada aparición en Festival de Viña de ese último año.


Al servicio de su majestuosa cordillera


Hay un torbellino de sonido que parece envolver a la música de Los Jaivas hacia el final de la canción "La poderosa muerte". Y así mismo entró este disco en la historia del grupo, recuerdan hoy Claudio Parra y Mario Mutis. Como un torbellino.


Fue en enero de 1981 que Los Jaivas se reunieron con Daniel Camino, un productor peruano que les propuso adaptar el poema de Neruda y transformarlo en un disco. Y el grupo terminó de grabar ese disco el 5 de agosto de 1981, según los registros del pianista.


-Todo el proceso del disco dura nueve meses -dice Parra-. Desde la creación hasta que llegamos a Machu Picchu.


-Pero la creación musical no duró más de tres meses, desde que inventamos lo primero hasta que terminó la grabación -agrega Mutis.


Todos tenían ya millas recorridas para entonces. El grupo se había iniciado en su natal Viña del Mar en 1963, había emigrado a Argentina en 1973, se había embarcado a Francia en 1977 y para junio de 1981 estaban cumpliendo cuatro años exactos instalados en París, en la casona de Les Glycines donde vivían en comunidad.


-Cuando llegamos a Europa al principio nos nos preocupábamos de grabar -reconstituye Parra-. Fue nada más que tocar, tratar de ubicarnos, de hacer un espacio.

-De sobrevivir -agrega Mutis.


-Una vez que estábamos más asentados vino la necesidad de crear -dice el pianista, que recuerda que hacia 1979 había surgido un primer adelanto de la creación que luego se manifestaría en el LP-. Salió un trabajo nuevo, que iba pintado para un álbum y tenía hasta nombre: se llamaba "Al servicio de Su Majestuosa Cordillera de los Andes".


Pero hubo cambios de planes. En 1980 Los Jaivas fueron invitados a tocar canciones de Violeta Parra y dan un concierto en la Maision de Radio France: el mismo trabajo que cuatro años más tarde se iba a transformar en su disco Obras de Violeta Parra (1984). Y en enero de 1981 conocieron al citado productor Daniel Camino, quien les propuso la inesperada idea de subir a las alturas de Machu Picchu.


Cómo se oye una quena de cristal: el sonido


Mario Mutis tenía 33 años. Eduardo Parra, el tecladista, había cumplido 37. Y entre los dos estaba el rango de edades de Los Jaivas en 1981.


-En los treinta años. Ya teníamos experiencia, habíamos vivido en Argentina, en Chile, en Francia. Ya vislumbrábamos lo que era el mundo -sonríe Mutis.


-Se nota en la música -agrega Parra-, porque Alturas de Macchu Picchu y Obras de Violeta Parra son como la plenitud del lenguaje de Los Jaivas, encuentro yo. O por lo menos una de las cumbres.


-Para mí son los dos mejores discos en el sentido del resultado que se logró -coincide el bajista-. Mayor precisión de los cortes, la mayor justeza, la interpretación, lo más delicado y lo más potente. Todas las variables estaban cien por ciento.


-Por lo general los músicos tienden a decir que el mejor disco es el último que han hecho.
-Es que sabes que el lenguaje de Los Jaivas en los inicios se gesta con la improvisación, la libertad total, de tocar sin ningún acuerdo de tonalidad -se remonta Parra-. Luego adquiere una estructura, se definen elementos y se crea el lenguaje. En El volantín (su disco de 1971) ya hay esbozos de composición. En el álbum de "Mira niñita" y "Todos juntos" (de 1973) la misma composición es muy libre todavía, y en los discos siguientes la manejamos con más elementos: "Tarka y ocarina" y "Danza" (dos canciones de 1975 y 1977) todavía conservan la estructura de las improvisaciones. Y ese lenguaje llega a una cúspide en Macchu Picchu.


-Y en el mismo ejercicio, ¿qué pasa con el lenguaje en Hijos de la tierra, Mamalluca y Arrebol, que son discos más recientes?
-Se sigue enriqueciendo con elementos nuevos.
-Son experiencias, puertas y caminos nuevos -dice Mutis-. Son descubrimientos. Ya habíamos hecho obras sinfónicas, pero nunca habíamos grabado un disco con orquesta como en Mamalluca.


-Eduardo Parra ha comentado que uno de los aspectos que se amplían en Alturas de Macchu Picchu es el de los timbres. Hablaba de una "quena de cristal", por ejemplo.
-Era la quena tocada al unísono con el (piano eléctrico) Fender Rhodes -explica Parra-: así se producía un sonido muy cristalino. Claro, ese trabajo tímbrico se fue enriqueciendo, en la sutileza de mezclar la quena con un teclado para conseguir otro sonido.


-¿En ese disco usan por primera vez sintetizadores también?
-El Moog (modelo de sintetizador que usaba Eduardo Parra en el grupo) aparece en Canción del sur, está en (las canciones) "Danzas" y "Canción del sur". Necesitábamos un sonido que no teníamos en ese momento, teníamos un puro Fender Rhodes y Eduardo le ponía efectos: un chorus, un flanger, un distorsionador. Hasta que apareció el mini Moog, que era justo lo que necesitaba.

-Maravilloso, porque fue uña y carne con Eduardo -agrega Mutis-, él lo desarrolló y lo potenció.


-¿Y la batería de Gabriel Parra crece en ese momento, o ya era monumental de antes?
-Gabriel fue siempre igual -dice Claudio.

-No había cómo hacerlo callar -recuerda Mutis-. Cuando se le acababa la batería seguía tocando por el suelo, por las paredes, en la madera. Él necesitaba más tambores.


Llegó como del cielo: bitácora del ascenso a Macchu Picchu


Alturas de Macchu Picchu fue editado en paralelo en Chile, Perú y Argentina en 1981. En Francia en cambio el grupo recién lo lanzó al año siguiente, con un concierto en el teatro Palais des Glaces en 1982.


-Este proyecto fue para Latinoamérica, fue dirigido para acá -recalca Parra. Las canciones del primer single, "Sube a nacer conmigo, hermano" por el lado A y "Águila sideral" por el B, fueron grabadas en los estudios de EMI Electrola en Colonia, Alemania, en una gira, y lo demás fue registrado en los estudios de Pathé Marconi en París.


Seis composiciones dan forma al disco. Tres por lado, en lenguaje de la era del long play. La primera es "Del aire al aire", una introducción instrumental, de zampoñas con eco, que tiene el crédito adicional de Alberto Ledo, el músico argentino que se había unido en 1975 a Los Jaivas y que hasta 1981 vivió en comunidad con el grupo en Francia.


-Un día veníamos volviendo de una gira -recuerda el pianista-. Teníamos un camión que manejaba Gabriel con los instrumentos, y llegamos como a las cinco de la mañana a Les Glycines, estaba amaneciendo, con la primera luminosidad del día, y empiezan a cantar los pajaritos. Y Albertito (Ledo) le dijo a Dominique (el ingeniero de sonido del grupo) "Graba los pajaritos". Y Dominique saca los micrófonos, los pone en el patio y los echa a andar. Y esos son los pajaritos que se oyen al principio del disco. El tema quedó ahí y nosotros interpretamos que (Ledo) nos había dejado el regalo de despedida.


-Y fue Eduardo el que dijo que ése era el primer tema de Macchu Picchu -agrega Mutis-. "Del aire al aire": era todo como en el aire, no tenía letra, correspondía todo. "Del aire al aire" llegó como del cielo: se abrió una nube y bajó y se instaló.


Luego, "La poderosa muerte" es parte de esa música embrionaria de "Al servicio de Su Majestuosa Cordillera de los Andes", y es la única canción del disco no basada en un solo poema del libro original, sino en una selección de varios versos, en otra idea de Eduardo Parra, según recuerda Mutis. "Esa canción tiene como cinco o seis ideas musicales, que corresponden a versos de varios cantos que hablaban de la muerte y que condensamos aquí".


-Y tiene un efecto como de un torbellino por el que se va la música. Le contamos al ingeniero que queríamos ese efecto de sonido, y empezó a traer efectos -agrega Parra. "Y traía unos carritos: cada cosa era una máquina, no había nada digital", dice Mutis. "En esa canción no hubo ninguno de nosotros que no tuviera dos perillas en la mano".


El viaje sigue con "Amor americano", una canción en la que en vivo llamaba la atención el intercambio de guitarra y bajo entre Gato y Mutis, como también lo hacían en canciones como "Corre que te pillo" o "Indio hermano", y donde Claudio Parra se pasa del piano al sintetizador. "Fue compuesta así, teníamos la costumbre de intercambiar los instrumentos. Yo inventé la guitarra, Gato inventó el bajo", dice el bajista. "Y tiene una característica muy especial: que nadie hace armonías, acordes. Son cruces de melodías".


-Y este tema tiene una historia con el huaylas, un género que viene de Huancayo, de la sierra en Perú -agrega Parra-. Siempre nos gustó esa música, alguien nos trajo unos discos de vinilo de Perú y los escuchábamos ya en la época en que vivíamos en Argentina. Son bandas que tocan con bronces, y siempre empiezan con el arpa antes de que entre el ritmo. Tratamos de imitar el sonido de esas bandas. Por eso es un tema polifónico, con muchas melodías. Y creo que es la primera vez que componemos un tema queriendo hacer un ritmo determinado. Queríamos hacer un huaylas.


El lado B del disco parte con "Águila sideral", de la que hay dos versiones: una del single grabado en Alemania y la otra la del disco grabado en Francia. "'Águila sideral' es una improvisación", dice Parra. "Eso fue una magia tremenda", agrega Mutis.


-Gato inventó ese apregiado de la guitarra, y a Eduardo se le ocurrió pasar la guitarra por el mini Moog y de ahí salió ese efecto. A Eduardo se le ocurrió también la idea del rebote de la caja -agrega el pianista. "Y después me vas a creer tú que lo que se grabó para el disco son exactamente las mismas notas del tema", continúa el bajista. "No se cambió el orden ni el largo. Es una reproducción de una improvisación a la que se agregaron unos instrumentos".


Luego suena una segunda canción con varias partes además de "La poderosa muerte", con el sonido de un clavecín, y cuyo origen se remonta a una música compuesta por Los Jaivas en Argentina para una película sobre Machu Picchu, con el título preliminar de "Ruinas": ésa es la base prehistórica de "Antigua América".


-La original era más lenta, sí. Como un bloque de piedra -compara el pianista. "Yo diría que ese tema es el más cercano a la música sinfónica", agrega el bajista. "Porque tiene movimientos, progresiones que los otros temas no tienen, que son más parejos o más definidos, como 'Sube a nacer conmigo, hermano' o 'Amor americano'. Este tema tiene lo progresivo".


El hit definitivo y final del LP es "Sube a nacer conmigo, hermano", compuesto a partir de un ritmo de joropo. "Pero tomamos el ritmo, no más. No tiene la estructura ni la forma exacta de cómo se toca el cuatro, sino como nosotros los escuchábamos. Es un ritmo de seis octavos que aparece en el piano", dice Parra. "Es que el seis octavos tiene la característica de que agregas un instrumento o lo acentúas de otro modo y puede irse para una cueca, una zamba, un joropo, a cualquier parte de Latinoamérica", comenta Mutis.


Autores e intérpretes: los oficios de Los Jaivas


El piano blanco que se ve en el programa de Canal 13 fue arrendado por el grupo en Argentina. En ese país armaron la gira que los trajo de vuelta a Chile, además de a Cusco, Lima y Buenos Aires.


A Santiago habían vuelto una vez, en 1975. Pero son esos conciertos de agosto de 1981 en el Teatro Caupolicán los que quedaron como un reencuentro en su historia. Paradójicamente el disco todavía no había salido y el repertorio de esa primera gira, además del hit "Sube a nacer conmigo, hermano", estaba basado en canciones de Violeta Parra. En octubre de 1982 ya estaban de vuelta con las canciones de Alturas de Macchu Picchu, en una gira que se prolongó hasta inicios de 1983.


-Nosotros nos habíamos ido a Europa desde Buenos Aires -dice Parra-. Chile había quedado atrás, y además era el Chile de la dictadura, habíamos perdido el contacto. Para nosotros, estando en Europa, volver era volver a Argentina. Hicimos tres (conciertos en el estadio) Obras Sanitarias, había crecido mucho.


-¿Fue sorpresivo el recibimiento en el Caupolicán en el '81?
-Sí, los famosos conciertos del Caupolicán. Y el reencuentro con los chilenos ya había sido en el aeropuerto, había una generación de periodistas que no conocíamos y nos trataban de una manera diferente a como era antes en Chile: nos trataban como personalidades.

-No nos conocían -agrega Mutis-. Habían oído hablar de Los Jaivas, que venían de Europa, que habían estado en Argentina, y llegamos como si fuéramos, no sé, Manolo Galván en ese momento.


Desde entonces el grupo ya puso en escena una vez el repertorio completo del disco, en una actuación de 1999 en el Teatro Providencia de la capital, el mismo que hoy es el Teatro Nescafé de las Artes y donde darán el concierto del domingo. Pero ahora el repertorio será distinto. "Vamos a tocar más cosas, y no vamos a hacer el todo el álbum en esta ocasión", dice Parra. "Eso ya lo hicimos", agrega Mutis. "La fecha tiene un carácter conmemorativo. Todo el año vamos a estar haciendo esto en distintas partes del mundo".


-¿Entre los planes está también volver a grabar?
Mutis
: Planes siempre hay, lo que pasa es que Los Jaivas de hoy no son los Jaivas de los años '80. No son las mismas personas: no está el Gato ni está Gabriel. Tampoco está Eduardo de cuerpo presente. Entonces de los cinco originarios fundadores quedamos Claudio y yo. Y la cosa se hace mucho más compleja a la hora de componer.
Parra: Es lo que hablábamos sobre el lenguaje y la creación. El lenguaje...
Mutis: ... hay unos que saben hablar el idioma y otros no (se ríe).
Parra: ... A través del lenguaje uno expresa el pensamiento musical. Y ese pensamiento que nace en nosotros desde niños, desde que empezamos a hacer música, y se ha transmitido en la obra de Los Jaivas, es como dice Mario: estamos dos de los que tienen ese concepto. Componer no es difícil: entre músicos si nos juntamos podemos invitar a otros y siempre algo va a salir. Pero lo importante, y lo que a lo mejor la gente está esperando, es que lo que salga sea la consecuencia, la continuidad del pensamiento y el lenguaje de Los Jaivas.


-¿Se podrían imaginar como un grupo que no vuelva a grabar y permanezca tocando el repertorio? ¿O de todos modos les faltaría algo?
Parra
: Claro, siempre están las ganas de hacer algo. Hay elementos, hay mucho material que está y que es lo que siempre hicimos, recurrir a material antiguo y trabajarlo.
Mutis: Esa es la parte más difícil, congeniar esas cuestiones. Lo que Claudio y yo queramos decir, lo que Gato quería decir, lo que Eduardo quiera decir, no es lo mismo que lo que quieren decir las nuevas generaciones. Una manera sería que Claudio o yo llegáramos con un tema listo y lo grabáramos. Y eso es más difícil.


-Porque Los Jaivas siempre fueron un grupo colectivo, ¿no? No es que haya una "dupla Lennon-McCartney", que podrían ser ustedes dos, por ejemplo. ¿Nunca funcionó así?
Mutis
: No, po. Lo que hemos hecho juntos los dos solos ha sido el "Águila sideral". Lo otro siempre ha sido Claudio con Eduardo, Eduardo conmigo, Eduardo con el Gato...
Parra: Claro. Y además está el hecho de que cuando vivíamos en comunidad, aunque no estuviéramos tocando, yo escuchaba lo que Gato estaba tocando en su pieza...
Mutis: ... Y después cuando bajaba le decías "Oye, Gato, ¿cómo era la guitarra que estabas tocando? Yo tengo este bajo".


-¿Eso no es cuestionarse la existencia de Los Jaivas por no tener música nueva?
Parra
: No. Los cantautores, por ejemplo, hacen dos trabajos: la interpretación y la creación. Son dos funciones que tienen dinámicas distintas. En la creación uno está echado para atrás, se toma tiempo, conversa, lo arregla, lo cambia, agrega cosas, las elimina. El intérprete se sube al escenario y tiene que tocar, ahí, al tiro.
Mutis: Y provocar la emoción de la gente.
Parra: Y transmitir esa obra al público. En este momento estamos dedicados de lleno a eso, y hemos tocado más que no sé qué. Además hemos refrescado el repertorio de Los Jaivas. Pero los integrantes nuevos, chicos más jóvenes, impetuosos, siempre están preguntándonos lo mismo, cuándo vamos a hacer algo. Está la posibilidad de que en algún momento con el grupo actual lleguemos a un consenso. Pero tiene que ser la continuidad del pensamiento de Los Jaivas.

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