EMOLTV

Canciones portátiles

Su nombre es Carlos Vargas, pero en el escenario se llama Corderolobo, tal como su flamante disco debut se titula Corderolobo. Y es un solista chileno, pero a su modo. "Cuando pensé en hacer un disco solo nunca me lo imaginé con guitarra de palo y voz", dice.

08 de Junio de 2011 | 17:52 |

El talento para poner un buen nombre a un grupo ya es algo aceptado después de décadas de música pop en el mundo. En cambio el talento para bautizar a un cantante es un campo mucho menos explorado: siempre va a bastar el nombre y el apellido para la mayoría de los solistas. Pero hay excepciones. Una reciente es Corderolobo.

No es un grupo. Es un músico y cantante, se llama Carlos Vargas, se inició en una de las bandas del rock alternativo chileno de fines de los '90, Yupisatam, y ahora vuelve reconvertido en solitario, con un primer disco que también se llama Corderolobo, libre para descargar por Internet y a la venta en un formato diseñado al modo de un libro.

-Quiero difundirlo al máximo posible, entonces no tengo ningún rollo con subirlo a Internet -dice, a tono con los tiempos que corren-. Pero quise que tuviera sentido hacer un objeto. No es una caja de plástico con el CD, para eso lo escucho en Internet. El disco físico a estas alturas da lo mismo, por eso hice este formato, que es como un librito. No es algo replicable, tiene un valor agregado más allá de la música.

El músico trabajó en su disco con el productor Nicolás Moreno, ex bajista de Jirafa Ardiendo, otra banda alternativa chilena de los años '90, con la que compartió escenarios a menudo junto a Yupisatam. "Pero ya no es en el rollo del año '99, cuando tenías una banda, te decían '¿trabajarías con un productor?' y tenías respuestas del tipo 'no, porque no quiero que me cambien las letras, es mi música'".

-¿Desprendido?
-Sí, es prendido.

-No, desprendido. ¿Ahora eres más desprendido? ¿O también es prendido?
-Sí -se ríe-, pero también es prendido porque es mi primer proyecto solo. Aunque partí bien y me aburrí un poco solo; tenía que poner el micrófono, tocar, hacer todo. Por eso es prendido: porque después tuve a otras personas que me hicieron sentir que estaba bien.


Un charango y un laptop


Yupisatam entre 1997 y 2006 y luego el trío Inflamable en 2006 son los dos antecedentes grupales de Corderolobo, que quedó libre tras la separación de ese segundo grupo. "Y me empezaron a picar los dedos", recuerda. A partir de entonces compuso canciones propias, hizo la música de la película "Tanto tiempo" (2008), de Claudio Polgati, y se compró instrumentos como un charango y una melódica. "Cuestiones más portátiles", dice.

Su estreno en vivo fue en 2009, en la Sala Master, junto a los citados Jirafa Ardiendo y a Fother Muckers, la banda que este año acaba de cambiar su nombre a Ases Falsos. Esa vez tocó con un órgano, un teclado, el charango y un laptop, en dupla con el guitarrista Arturo Rodríguez, de los mismos Jirafa Ardiendo. Entonces todavía era Carlos Vargas: como Corderolobo debutó en 2010 en la Sala SCD.

-No tengo una banda estable, somos medios gitanos en ese sentido. Tiene que ver con una cosa de formación, también. Porque yo siempre he vivido en bandas. Cuando pensé en hacer un disco solo nunca me lo imaginé con guitarra de palo y voz. No por rehuir, sino porque yo vengo más del mundo del ruido. Es mi primer proyecto solo y en vivo tengo el doble de gente que antes en el escenario.


En el camino encontró además la combinación perfecta entre ser solista y tener un grupo: se llama Solistas Unidos, y es el elenco que inició en 2009 junto a la cantante francesa Anne Robinet y a los mencionados Nicolás Moreno y Arturo Rodríguez, quienes también estaban tocando por cuenta propia tras el fin de Jirafa Ardiendo en agosto del mismo 2009. Para resumirlo en una frase, la idea es la del refrán "todos para uno, uno para todos".

-Teníamos el rollo de que los proyectos eran solitarios pero estaban hechos para tocarse con bandas. De ahí salió Solistas Unidos. Cuando yo cantaba ellos eran mi banda soporte. Pero no es la misma dinámica de banda: aquí el que canta manda. Si estás solo es difícil mantener una banda estable, entonces lo hacíamos así.

-Como una cooperativa.
-Y en vivo es súper choro, porque éramos los mismos pero transformados en distintos estilos. No lo dejamos cerrado como colectivo, sino empezamos a meter a otros, y ha pasado harta gente.

Al respecto Corderolobo recuerda una fecha en vivo en septiembre de 2010, en el hoy cerrado Club Morandé de la capital, donde Solistas Unidos fueron ocho en escena: Arturo Rodríguez, Cadenasso, Juan de la Calle, Espinosa, Corderolobo, Felipe Palma, José Tomás Palma y Rojo, Cinco, 3 Veces. Es decir, en ese mismo orden, Arturo Rodríguez (cantante y guitarrista de Rodriguistas), Felipe Cadenasso (solista e integrante de Matorral), Giovanni Colecchio (ex baterista de Silvestre e integrante de Leo Quinteros y los Santiago Wonders), Esteban Espinosa (cantante de los disueltos Bocallave y baterista de Matorral), el propio Carlos Vargas, José Tomás Palma (cantante y tecladista de los disueltos Indygo), Felipe Palma (cantante de Septiembre) y Nicolás Moreno (ex bajista de Jirafa Ardiendo).

-Nos juntamos hartos que partimos al mismo tiempo, y al final nos hemos reencontrado todos -dice, a propósito de gente de grupos como Indygo o Matorral-. Ese show fue una locura, debe haber durado dos horas y cuarto. Pero no aburría, porque pasábamos de algo electrónico a Cadenasso con sus canciones, luego a otra cosa.

Una gira recién emprendida a Europa emprendida entre el 1 y el 30 de abril, con Arturo Rodríguez, Nicolás Moreno, Carlos Vargas, Felipe Palma y José Tomás Palma, es la más reciente actividad de Solistas Unidos. El quinteto dio seis conciertos en Sevilla, Barcelona, Vigo, Hamburgo y Berlín, y ahora, de vuelta en Santiago, Corderolobo se propone además volver a su repertorio personal.


Como la selección: necesito a 22


Ocho canciones incluye el disco Corderolobo, y el autor no se hace problemas en describir cómo suenan. "En fácil, un comentario que me hicieron de algo que puede sonar parecido es que es como una cruza entre Café Tacuba y Radiohead. Quise meter hartos instrumentos. La primera canción es media industrial pero con sonido más folclórico. También se nota la parte de Yupisatam que traigo, que tiene más que ver con sonidos ingleses. En este disco jugué harto con la forma, con los instrumentos. Suena súper lejano a ser solista. No sé en qué podrías notar la diferencia con un grupo".

En rigor el disco fue hecho casi a solas, entre Carlos Vargas en voces, guitarra, charango, teclados y melódica, y el citado productor Nicolás Moreno en bajos y baterías. Pero en vivo es distinto.

-Cuando toco con Corderolobo podemos ser diez músicos en escena: batería, dos guitarras, charango, dos percusionistas, trombón. Es más parecido, aunque no por la música, a ver a Arcade Fire o a Kusturica, se arma más esa onda que la de una banda de rock normal. En vivo se provoca más integración del público.

El mejor ejemplo ha sido el lanzamiento del disco, en marzo pasado en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile. Corderolobo tocó entonces con Pepa Hidalgo (cantante del grupo Población Parlante) en voz, Roberto Estay (ex guitarrista de Jirafa Ardiendo) y Felipe Palma en guitarras, Roxanna Roxy Jaramillo en violín, Antonio Olivares en trombón, Felipe Christiansen (ex guitarrista de Yupisatam) en teclados, Florencia Punturero en bajo, Nicolás Moreno en batería y un trío entre  Patricio Jarpa (de Yeti), Sebastián Bravo (de Radar) y Ricardo Barrenechea (de De Saloon) en percusión.

-Es bien comunitario, independiente de que sea un proyecto solo. Tomé una dinámica distinta a las bandas, que tienen un régimen de ensayo que se convierte en pega. Mis canciones tienen mucho de forma pero son bien simples, y no es difícil para la gente que tiene oficio aprenderlas. Eso me da libertad para meter a harta gente. Trato de no tener sesiones de ensayo constantes. Es como la Selección: necesito tener a veintidós músicos que se sepan mis canciones.

-¿Cómo mueves a esas masas? ¿Pagándoles, por mística...?
-Funciona así, se formó una especie de familia en torno a eso. Para mí ha sido gratificante porque he sentido un afecto súper sincero de la gente que me rodea. No les pago: llevo chelas al ensayo y con eso estamos la raja, y en vivo he sentido harta buena onda de la gente. Si lo otro pasa, para mí tiene que ser una consecuencia. Me siento contento con lo que estoy haciendo y orgulloso de mostrarlo.

-¿Y es mucho el cambio desde un disco hecho casi solo a dirigir a veintidós seleccionados?
-Es que hacer un disco con este formato ya es un poco una locura. Y hacerlo solo es más locura. Entonces tratar de coordinar a diez músicos es una complicación, pero tiene que ver con que lo estoy haciendo súper sinceramente. No ganas plata, hay una serie de razones que cualquier podría enumerar por las cuales no deberías hacerlo, pero ha sido tan bueno que por alguna razón me creen.


Un poco hijo del rigor


En parte la vida de Corderolobo es resultado del aprendizaje con su primera banda. Yupisatam se inició con una cassette inicial, Yupisatam (1998), seguida por el single "Sandía" / "Llamas a mí" (1999), el EP Niños perdidos (2000), el nuevo single "Yo pienso y aprendo" (2001), el compilado en vivo y de rarezas Limbo 76 (2001) y los discos Antena universal (2003) y Tarde o temprano (2005), un año antes de su despedida.

-Una de la razones por las que se acabó Yupisatam no tenía que ver necesariamente con nosotros, sino con el tema costo-beneficio, porque ya llevábamos como diez años y de repente te veías tocando como a las cuatro de la mañana en un pub con cinco bandas y veías que tus puras pololas estaban mirándote y era desgastante.

-¿Así fue la última vez?
-Fue cero glamorosa, en un local equis, como en el 2006. No hicimos despedida ni nada: nos miramos y dijimos "Esto llega hasta acá".

-¿Triste?
-En el momento no sé si la palabra es triste. Es como cuando ya no pasa nada con tu mina: "sabes que, ya, buena onda". El proyecto ya no nos estaba satisfaciendo mucho. Pero para mí fue una época básica. Independiente de que terminamos así, es mi vida, es mi oficio.

-¿Lo recuerdas como una época distinta para tener un grupo de rock alternativo, antes de las redes sociales, sin música vía Internet?
-Sí, es verdad. Es como ser un poco hijo del rigor. Por eso no me complica mucho hacer esto, porque he hecho cosas más difíciles. Y si en su momento cuando sacamos Niños perdidos nos hicieron alguna nota o llegamos a las "Raras tocatas nuevas" (programa de música en vivo de la radio Rock & Pop) para mí fue porque alguien supo que estábamos haciendo esto, Jirafa (Ardiendo), Amongelatina, nosotros, y nos abrieron un poquito la puerta. Y tampoco había una conciencia de qué había que hacer después, de si había que capitalizarlo. No había ninguna metodología desde el punto de vista de la industria musical. No sé si uno ve todo más romántico cuando se hace más viejo, pero cuando hacíamos los cassettes probablemente era más romántico.

-¿Tiendes a reconocer ahora algo del público de Yupisatam, o eso se quedó en los '90 y esto es otra gente?
-Yo creo que es nuevo. No tengo mucho conocimiento de la gente que escuchaba a Yupisatam ni soy un personaje sociable en el sentido de tener mucha gente cercana. Pero mucha de la gente que iba a ver a Yupisatam y era de mi generación ya no va.


Cordero y Lobos, la genealogía


Con una cita a las genealogías escrita al modo del Génesis en la Biblia parten los textos inscritos en el cuadernillo de Corderolobo, el disco. "En este disco le puse mucho más cabeza a las letras. Mientras tuve bandas anteriores no logré desarrollar tan bien ese tema, siempre nació más de la música, de juntarnos a tocar, melodía, sonido, y las letras iban porque una canción tiene que tener letra. En esta oportunidad, como estaba solo, sí traté de meter más cabeza y de salir del lugar común, que es re fácil caer en eso".

-¿Cuáles lugares comunes, por ejemplo?
-Frases típicas de canciones, cuando viene un espacio y tiras una frase que has usado como comodín. Quise usar palabras que no había ocupado mucho. Y tiene también un rollo más concreto. Puede sonar un poco soberbio, pero tiene que ver con cosas que estamos viviendo, bastante contemporáneas, tratando de tener harta identidad.

-El nombre de Corderolobo sugiere lo que es y no es, la apariencia y la realidad. ¿Tiene que ver con eso, "lobo con piel de oveja"?
-Sí, y es una deuda personal que tenía también. Cordero Lobo tiene el significado que dices tú y uno bastante personal, tiene que ver con que el proyecto es mío y con que son los dos apellidos de mis abuelas.

Corderolobo se llama Carlos Vargas Gutiérrez, por lo tanto esos dos son sus dos apellidos heredados por la vía de los abuelos. Pero a la vez es nieto de la señora Cordero y la señora Lobos: María Isabel Cordero y Rosa Lobos.

-Y de hecho hay un rollo más potente atrás, que tiene que ver con que mi árbol genealógico está cortado por los apellidos paternos. El lado materno es el único que tengo real. Te podría decir que no soy ni Vargas ni Gutiérrez: en ese sentido siento que no tengo mucha historia para atrás. Sí por este lado (de Cordero Lobos). Entonces dije "loco, aquí está". Cuando naces con un nombre que no sé si es una línea editorial, pero que te arma el cuento completo, es mucho más fácil.

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?