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Por la güeya del Matadero

El nuevo disco del longevo conjunto de cueca tradicional es parte además del libro de igual título de las historiadoras Karen Donoso y Araucaria Rojas. Los Chinganeros no para de hacer historia.

04 de Julio de 2011 | 07:56 |
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Con al menos seis décadas de experiencia acumulada desde sus inicios y a once años de iniciada su discografía ya en el nuevo siglo, Los Chinganeros son la mejor manera de decir escuela en la cueca tradicional. Y esta vez lo vienen a corroborar con un tercer disco que además es un libro. Luego de Chilena o cueca tradicional (2000) y Cuecas de barrios populares (2009), Por la güeya del Matadero (2011) se inserta literalmente en el libro de igual título con que las historiadoras Karen Donoso y Araucaria Rojas han venido a reconstruir la historia de uno de los barrios santiaguinos más significativos para la cueca y para la cultura popular chilena en general.

Y tal como en alguna de las páginas del último capítulo del libro las autoras postulan que la comunidad del Matadero fue una escuela de canto, Los Chinganeros tienen también ese carácter de escuela porque ya es sabido que estos hombres recibieron la enseñanza directa de Fernando González Marabolí, un estudioso profundo de la cueca en toda su expresión, y porque no han dejado de impartir ese conocimiento entre nuevas oleadas de músicos y audiencias. Han sido generaciones de músicos las que por décadas han dado vida a este conjunto, y son también generaciones distintas las que conviven hoy en él, entre herederos directos de la sapiencia de González Marabolí como los cantores Carlos Godoy Hernández o Luis Castro González y la serie de integrantes jóvenes que hoy se han sumado al grupo, como los cantores e instrumentistas René Alfaro, Marco Palma, Felipe Bórquez, Cristián Campos, Rodrigo Pinto, Giancarlo Valdebenito o Manuel Espinoza.

Son esas voces entreveradas las que se escuchan en estas cuecas de Matadero, agrupadas en cuatro familias: las del oficio de matarife, las del repertorio de restoranes y picás, las crónicas del barrio y los homenajes en su recuerdo. Entre las primeras, es poderoso escuchar las letras del mismo Fernando González Marabolí como en "Hay que lacear el novillo" o en "Pata e cordero y guatita", evidencia de que su conocimiento además de erudito y casí cósmico a ratos es cotidiano y real para firmar estrofas en las que se puede sentir la carne y la sangre propuas de este oficio. El comienzo del disco es así, en la modalidad primigenia del "canto a la rueda", es decir a puras voces y panderos. Luego sonarán las guitarras y un arpa, vendrán melodías emocionantes de cuecas como "Querer y no ser querido" y sobre todo "Y un cazador fue a cazar", un acordeón aparecerá a la altura de los restoranes y picás y con piano y batería el disco va a cerrar "a toda orquesta" esta antología.

El oficio del "cuadrino" o matarife, el ambiente propio y aledaño del barrio, personajes como Don Rojas del Matadero o los antagonistas del duelo entre el Chino Pinto y el Cholo Pancho Collao, el tributo a la memoria de un barrio en su época de oro, son todos ingredientes que se suceden para dar vida a estos versos y esta música. Es la historia que no ha estado en los libros. Historia no oficial, que ahora sale a la luz no sólo en el sonido, sino en el relato que Karen Donoso y Araucaria Rojas dejan impreso en este libro iluminador y apasionante, escrito con fuentes oficiales pero también con el habla de los veteranos del Matadero. Es una reconstrucción inédita de la memoria, la identidad, la sociabilidad y el esparcimiento que sitúa a las cuecas de Los Chinganeros y a la música en general en su más valiosa estatura de fuente para la reconstrucción de la historia.

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