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La lucha entre la artista que quiere crear y la estrella que debe triunfar queda latente en un disco que tiene jerarquía pero se pierde en la indecisión. Así suena el cuarto álbum de la última gran diva del R&B.

16 de Julio de 2011 | 16:22 |
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Se supone que éste es el fracaso comercial, pero a la vez el triunfo de la "artista". Aunque hay que reconocer que en su caso, más que las canciones ha sido la construcción del "personaje Beyoncé" su gran logro. A menos que se pretenda equiparar -como es usual en cierto sector de la  crítica musical- el R&B más comercial con la experimentación y la aventura.

El cuarto disco de Beyoncé (de allí su nombre, Four en el original)comienza con una referencia directa al soul revivalista de las cantantes británicas Amy Winehouse, Duffy o Adele. "1+1" suena muy clásica, con una guitarra avejentada, un órgano envolvente y los impecables recursos vocales de la diva afroamericana. En la misma línea interpretativa, pero sosteniéndose ahora en la percusión y el pop de los sintetizadores, "I care" y "Miss you" no hacen otra cosa que sorprender. Lo mismo que la africanista "End of time", o el cierre con "Run the world (Girls)" que perfectamente podría ser una canción de M.I.A.

Pero como Beyoncé está obligada a vender, la otra mitad del disco es bastante más tradicional. Con piezas calmadas ("Love on top"), singles ("Party") o baladas ("Best thing I never had"). Más allá de sus colaboradores o cierto acercamiento a otras influencias musicales, 4 termina por perderse un poco en la indecisión. Beyoncé pudo hacer un disco tan interesante como el de su colega Kanye West, pero al final trató de dejar contentos a todos. Y ya sabemos que pasa cuando decide aquello.

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