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Escuchar a Amy: el legado

Sólo dos álbumes, un puñado de colaboraciones y un par de singles constituyen el legado discográfico de una artista que apuntaba a la mejora constante. Es probable que sus discos por venir fuesen asombrosos. Faltó tiempo.

26 de Julio de 2011 | 13:57 |

Parte de la frustración que embarga al mundo por la muerte de Amy Winehouse surge al constatar las pocas grabaciones que la mujer del alto peinado alto dejó, y lo mucho que podría haber llegado a editar. Frank (2003), su primer disco, no es tan bueno como Back to black (2006), su segundo y último álbum en vida, y estaba todo dado para que el siguiente viniese aún mejor.

La cantante ya había encontrado un estilo en el que se sentía cómoda, se había afirmado como compositora y contaba con un productor estupendo (Mark Ronson), con el que congeniaba en estilo y carácter. Aunque ese tercer disco tomase tanto tiempo de preparación debido a los asumidos problemas de salud de su autora, nada podía salir demasiado mal una vez que el equipo a cargo le diera el visto bueno.

El desastre en el que a veces se convertía Amy Winehouse no llegó a afectar a una discografía que siempre fue editada con rigor: limpia, bien interpretada, cargada del carácter único dado por una cantante muy bien equilibrada entre la cita retro y el pop contemporáneo. Y, claro, vitrina para esa voz profunda pero sin alardes, conectada en todo momento con versos personales y de un sobrio desgarro, si se nos permite el oxímoron. Gracias a los reality-shows y programas de talento, éstos son tiempos de gimnasia vocal e impudicia emocional. La discografía legada por Amy Winehouse, aunque breve, es un antídoto ante ese pop guarro, con signo pesos en cada nota.

Sus discos

Frank (2003) fue un disco construido a la segura, básicamente para compartir con el mundo la voz excepcional de una joven dotada y cuya garganta no tenía sentido que siguiera guardada. Es un disco con fuerte ancla jazz, aunque con pulsos discretos de hip-hop y neo-soul, que suena correcto y que se hace pegajoso en singles como "Stronger than me". Fue el álbum que la ubicó en el mapa pop y logró llamar la atención sobre su voz, pero que no tuvo el suficiente carácter como para sostenerla como autora e intérprete de una identidad poderosa. Las críticas de la época la ubicaron junto a Macy Gray. Poca cosa.

Cambió todo con Back to black (2006), un disco en el que Amy decidió que si iba a cantar soul lo haría como se debe: sufriendo. Tenía a la mano la relación de tira y afloja con su novio, y la conciencia de que una mujer como ella, ajena al ansia de éxito pop, no tenía nada que perder exponiendo su intimidad un poco más de lo recomendable.

La manera en que ese sentimiento pudo combinarse con los pulsos modernos de R&B trabajados por el productor Mark Ronson es lo que elevó al sonido en una oferta inconfundible, que, a cinco años de su fabricación, sigue escuchándose fresco, conmovedor, hermoso. "Rehab" fue el single más famoso —el tema de baile más inapropiado que pueda imaginarse—, pero la esencia de Amy está en un lamento como el de "Love is a losing game". Soul blanco en la mejor tradición de Dusty Springfield, que ya permitía hablar de un clásico asociado a una chica de sólo 21 años de edad.

Dónde más buscarla

A falta de un tercer disco, a Amy debe pesquisársela en la serie de singles que la mantuvieron entrando a estudio de modo intermitente desde 2006 hasta este año. Su productor, Mark Ronson, publicó en 2007 el disco Version, en donde la inglesa puso la voz para el tema "Valerie".

También hay un dueto ("B boy baby") en el disco Real girl (2007), de su amiga Mutya Buena, y en el debut del solista Tyler James (The unlikely lad, 2005). Sus dos últimas colaboraciones vocales fueron junto a veteranos: Quincy Jones (para el disco Q: Soul Bossa Nostra, donde aporta una versión de la graciosa "It's my party") y Tony Benett, quien en su último disco de duetos la dejó a cargo de "Body and soul", un estándar de jazz. Esa grabación no se conocerá hasta septiembre.

Dos canciones suyas se incluyeron sólo en bandas sonoras: un cover para "Will you still love me tomorrow?" (en uno de los soundtracks de la odiosa Bridget Jones) y "Fool's gold" (para las aún más odiosas de Sex and the city). Y eso es todo. Sobre los demos o temas para un tercer disco hay versiones contradictorias. Algo se publicará, sin duda, pero se trata de un álbum aplazado una y otra vez por las obligaciones médicas de la cantante en sucesivos, y fracasados, tratamientos de desintoxicación.

En su caso, la calidad no compensa la cantidad. Aunque su entrega fue prodigiosa, nos quedamos con mucho menos de lo que Amy podía darnos.

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