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Rock para todos

Aunque muchos esperaban un evento para una tribu, las dos jornadas en Club Hípico mostraron la vocación que este festival tiene, y el sello con que marca la historia que apuesta a construir. Faith No More, Megadeth, Alice In Chains y Sonic Youth, son algunos de los nombres para recordar de esta edición.

14 de Noviembre de 2011 | 17:55 |
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Jerry Cantrell mira al infinito y lo comprueba: En Chile, Alice In Chains también marcó un hito. Con la entrega de los músicos y la respuesta del público, el show de los norteamericanos se transformó en uno de los puntos altos de Maquinaria.

Cristián Soto L.

Iba a ser el festival rockero del año, casi como un segundo Monsters of Rock. Una carga que no podría ser sólo parte de un menú musical, sino también de una estética, una moral, un modo de pararse en el mundo. Pero finalmente, Maquinaria no fue eso. Fue más. El eslogan quiso tragarse a la marca, pero el desarrollo del evento permitió que éste no fuera sólo para una tribu, sino para un público amplio, interesado en conocer y reencontrarse con una oferta musical diversa.


Más allá del escenario indie-electrónico, no fue ésa la característica que definió al primer día, efectivamente orientado a un perfil de espectador más definido. Los patrimoniales Duff McKagan y Phil Anselmo (hoy en Loaded y Down, respectivamente) son el ejemplo más claro en la partida de una jornada que tempranamente marcó su hito, con el paso de Alice In Chains.


El grupo de Seattle logró emocionar a cerca de 40 mil personas que los siguieron con atención al pie del cañón (otras tantas los miraban desde alguna barra o quitasol), de la mano de un repetorio y un trabajo en escena que dejó en evidencia su tamaño histórico, pero también la categoría de su presente.


Luego Chris Cornell se sentó ante una multitud como en el living de su casa, haciendo gala del manejo de audiencias que ya mostró en sus dos visitas anteriores. Su apuesta fue íntima y desnuda: Tocar lo que se le antojara de su repertorio y el de otros, acompañado sólo de su guitarra. La jugada pudo no ser atractiva para el público promedio de un festival, pero sí para los numerosos seguidores que el norteamericano tiene en Chile.


Faith No More no sólo justificó tres visitas en tres años con la interpretación íntegra de King for a day, fool for a lifetime, sino también reclamando su lugar como artistas de la casa. Mike Patton hablando en chileno-mexicano empatizó con la audiencia como ningún otro en esta pasada, y hasta festinó con sus múltiples despedidas y regresos. Para el público, ver en vivo a artistas de esta categoría es apostar sobre seguro, por lo que no hay razón alguna para culparlos de no cumplir la palabra anteriormente empeñada. Por fortuna, los Faith No More aún se ven muy vivos.


Megadeth, en tanto, cerró la primera noche como verdadera encarnación de su espíritu: Rock de larga vida, sin concesiones, para el goce de muchos más que los amantes del género. Desde sus primeros clásicos, hasta los singles más recientes, lograron atrapar a una audiencia que no pierde su hambre cuando se trata de Dave Mustaine y los suyos, aunque los hayan visto en casi una decena de ocasiones.


Jornada quíntuple


El domingo, en cambio, se abrió al hip hop, el pop, al reggae, la electrónica y la experimentación encarnada en distintas formas. El primero, representado por los chilenos Movimiento Original y los españoles Violadores del Verso, pero sobre todo por Snoop Dogg, quien conquistó con su ritual de barrio a los que se entregaron a su fiesta. Se trató de una mayoría, pero no aplastante como la que usualmente se vio en la disputa entre escenarios principales y tarima alternativa.


A la misma hora, en esta última, Crystal Castles hacía bailar a cerca de cuatro mil personas, sacando la cara por los artistas de ese sector, tal como antes lo hicieran los chilenos Gepe y Francisca Valenzuela. El ex LCD Soundsystem James Murphy también hizo lo suyo, pero con otro trabajo: Divorciado de sus años como icono de la experimentación electrónica, el hombre hoy sólo quiere divertirse en el oficio de DJ. Lo bueno es que en esa aventura, también divierte a quienes lo rodean.


La particular apuesta del japonés Miyavi sin dudas lo dejó con nuevos seguidores tras Maquinaria, donde estuvo en las horas previas al primer gran desembarco de la segunda jornada: Sonic Youth. Los norteamericanos apelaron a la deconstrucción del ruido que les ha dado un lugar en la historia del rock, para pasar por alto el morbo de estar ante la actuación conjunta de una pareja de recién separados, y en la que perfectamente pudo ser una de las últimas presentaciones del grupo antes de su fin.


Damien Marley apeló a las buenas vibraciones del reggae y al repertorio de su legendario padre para completar la degustación de su trabajo, mientras que Primus encendió a la audiencia con su fusión de metal, jazz y funk, condimentada con buenas cuotas de acrobacia instrumental. De todos modos, el balance fue justo, y dejó a todos felices: Los amantes de las canciones saltaron incesantes, mientras que los devotos de la ejecución quedaron con la boca tan abierta como esperaban.


Para el cierre, el regreso al rock: Stone Temple Pilots recorrió su historia desde el corral del grunge hasta la visión global del rock & roll que plasmaron en su disco de 2010. Sin embargo, los engranajes de este show (visto en Chile hace un año) ya parecen estar agotándose, y una temporada de aire fresco no asoma como una mala idea, para ver nuevamente al grupo que ayer todos esperaron, pero que sólo en parte se dejó ver.


Son los nombres que animaron un festival que quedará anotado entre los hitos del año en vivo, pero que seguro no se conformará con su lugar en ese recuento. Lo que Maquinaria representa, y la forma en que lo encarna, deja la puerta abierta para que el próximo año la cita en Club Hípíco se repita. Con lecciones aprendidas, por cierto, pero también con el peso de una historia que comienza a construirse.

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