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Conectada con la tierra

La cantante que va a representar a Chile en la competencia folclórica del próximo Festival de Viña no sólo tiene una vida previa en la música: tiene incluso una reencarnación.

21 de Febrero de 2013 | 10:35 |

Volver a empezar de cero es una opción que aparece más de una vez en la vida de Paula Herrera, y vale tanto para las distintas cosas que ha estudiado o en las que ha trabajado como para las direcciones musicales que ha elegido. Incluido el gesto drástico de cambiar hasta de nombre en un momento de su carrera.

Ahora hay otra próxima primera vez en su agenda. Será su debut en el Festival de Viña, donde esta compositora e intérprete va a defender la canción de Chile en la competencia folclórica del certamen. Es la melodía "Con el zapatito, con el zapatón", grabada en el más reciente de sus cuatro discos, desde Sueño de vida (2009) y Once (2010), ambos bajo el alias de Amarantha, hasta Verde y celeste (2011) y el nuevo La discreción del caracol (2012), firmados con nombre y apellido reales: Paula Herrera.

La de Viña no será su primera incursión en certámenes de este tipo. Hace un año, en el verano de 2012, participó en el Festival del Huaso de Olmué, en cuya competencia intervinieron intérpretes con diversas recreaciones de Violeta Parra, y ella cantó ahí "El albertío". Meses más tarde su canción "El perdón" fue seleccionada en la antología La cumbre de los cantores (2012), donde figura como una de las jóvenes autoras al lado de gente como Eduardo Yáñez, María Eugenia Zúñiga y Miguel "Curicano" Ramírez entre otros.

A tono con esos antecedentes, y a diferencia de la producción pop radial de su par de discos en la era Amarantha, en los dos álbumes más recientes Paula Herrera enfatiza los instrumentos acústicos e incluye composiciones basadas en los compases de los ritmos latinoamericanos. Pero si la guitarra es su instrumento de cabecera, ella la combina con bases programadas y detalles electrónicos aportados por el músico Cristian Valdivia, productor de esos dos trabajos.

-Mi música, si bien tiene su raíz folclórica, es moderna -resume ella-. Tiene un gustito a tierra pero es un folclor de ahora. Gente que me ha escrito desde fuera me dice que mi disco es como tener un pedacito de Chile, del Chile de hoy.

Pero sí era la más aperrá: la escuela

Un piano de cola familiar heredado por su madre en la casa familiar de su natal Curicó y las canciones en guitarra que cantaba su padre son algunos de los primeros recuerdos de Paula Herrera, sumados a sus inicios propios y tempranos. "Empecé tocando piano a los tres años, a los cuatro canté frente a un público, a los siete canté con guitarra", resume ella.

Ya crecida intentó con otras ocupaciones antes de la música: primero estudió publicidad y luego trabajó como tripulante de cabina. "Fui azafata: me subía arriba de los aviones", sonríe. "Y todo el mundo decía que era una pega el descueve, viajar por el mundo como tripulante, mi familia lo único que quería era que yo siguiera ahí". Hasta el día en que la convocaron sin previo aviso para un vuelo de última hora.

-Me dijeron "Te vas a Miami ahora". Y pensé "No, esto no es lo que quiero para mi vida, yo quiero cantar". Y ese mismo día renuncié. Y mandé a la porra todo. No alcanzó a ser un año.

-¿No se veía atractivo ese viaje a Miami?
-Sí, igual entretenido, playita y todo, y yo como azafata lo pasé increíble. Además era la regalona de los capitanes, me iba conversando con ellos en el cockpit (la cabina de vuelo), viajábamos con las niñas, vitrineabas, imagínate, los primeros sueldos. Pero para mí eso era pasajero. Yo quería ser cantante. Yo quería ser feliz cantando.

Apenas renunciada se matriculó en la Escuela Moderna de Música, en 1998, según recuerda. "No era la más talentosa pero sí era la más aperrá. Preguntaba todo, me importaba un huevo quedar como tonta, muchas veces se reían mis compañeros. Anotaba los suspiros del profesor. Cuando llegué a estudiar música era súper matea porque ya sabía que era lo mío".

Al segundo año de carrera ya estaba actuando como cantante en bares, hoteles como el Hyatt, el Radisson, el Gran Hotel Pucón o el Hotel del Lago en Santiago y Pucón, y en pubs como los del paseo San Damián de la época. "Yo era como la favorita del Paseo San Damián, además de que pagaban súper bien, que no era algo que se estilaba en esa época", recuerda. "Mira, yo canté en funerales, bautizos, matrimonios, canté en asilos de ancianos: o sea, pega que me llamaban, pega que yo cantaba".

Además estudió tres años de teatro después de salir de la Escuela Moderna, entre 2004 y 2006. "Y eso me sirvió mucho. Me dio una seguridad corporal, con el trabajo del teatro tiré los pies a la tierra, ocupé el cuerpo, me atreví a moverme, a no tener miedos físicos en el escenario. Hubo un antes y un después, sobre todo con el trabajo en equipo, porque trabajas un montón de emociones que quizás en la música no están tan expuestas".

-¿Y qué diferencia tenía eso con tu formación como música?
-El teatro es mucho de sacar en el momento las penas, los llantos; en la música trabajas desde otro lugar: la afinación, el empaste vocal con la música. La escuela te forma como crooner: como instrumentista de la voz, para cantar boleros, bossa nova, todo en el estilo. Y llegó un minuto en que, claro, yo cantaba todos estilos, pero ¿dónde estaba yo?

-¿La respuesta inicial fue en el pop, con tus primeros discos?
-Claro, porque el influjo de la música pop latina la tenía desde chica escuchando la radio en Curicó. Pero el influjo folclórico estaba desde siempre, mi papá era bien campechano, tocaba la guitarra, nos reuníamos alrededor de la chimenea y todos cantábamos, Violeta Parra, Los Chalchaleros, Víctor Jara, Alfredo Zitarrosa, Facundo Cabral, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa. Eso estaba en mi disco duro desde siempre. Quizás yo tenía que alzar la voz y romper ciertos esquemas de mi familia, porque a toda familia le da un poco de susto que su niñita chica que se va a vivir a Santiago estudie música en un ambiente sobre el que se forman ciertos juicios…

-¿Drogas, excesos, dices tú?
-Son juicios que se crean, cuando en cualquier ambiente puede pasar de todo. Creo que ahora mi madre debe estar tranquila porque ellos me dieron una formación muy buena.

-Aparte no hay una mejor manera de convencer a la familia que actuar en un Festival de Viña, ¿no?
-De hecho cuando le conté que iba a cantar en el Festival de Viña no lo podía creer.  Yo estaba súper emocionada también porque esto reafirma mi ser obstinada con la vida. Yo soy feliz haciendo esto, no necesito ni fama ni luces para ser feliz cantando, mientras haya un público de diez personas escuchándote. Desde que nací tenía claro que era esto.

La Paula Herrera nomás: metamorfosis

En 2004 la alumna Paula Herrera se convirtió en la primera egresada de la Escuela Moderna en la carrera de intérprete con mención en canto popular. "Quería estudiar música para tener la teoría, resguardos académicos, porque siempre había prejuicios con la cantante, que las cantantes son flojas", sonríe. "Y yo quería romper con ese prejuicio".

Y se nota, dice ella, la influencia de esa escuela en sus dos discos iniciales, Sueño de vida (2008) y Once (2009), producidos el primero por el cantante Juan Carlos Duque y el segundo por el pianista Américo Olivari junto al productor Pablo González. "En la escuela me dieron muchas herramientas y quería ocuparlas todas: coros, bronces, todo grande. Quería un proyecto pop porque era lo que estaba de moda. Siempre fui yo, pero sí te dejas llevar un poco por lo que hay en el aire. Entonces mis primeros discos suenan muy pop latino".

-¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Juan Carlos Duque?
-Aprendí un kilo con Juan Carlos. Súper acelerado, súper prendido, y era como componer desde otro lugar, desde la imagen. De todos modos llegué con canciones de cantautor donde él, desde ahí que venía ya saliendo esta vertiente.

En el segundo disco aparecen más canciones propias como el single "Convénceme", junto a una versión de "Deja la vida volar", de Víctor Jara, que no había sido considerada por Duque para el primer disco, recuerda la cantante. "Es un disco súper ecléctico, creo que fue un período de búsqueda. De hecho el título Once (alusivo a que el disco tiene once canciones) fue porque no había un hilo conductor. 'Convénceme' ya era un poco más parecido a lo que estoy haciendo ahora, ya tenía una inquietud con la tierra, con la música de raíz, metí más la mano y me solté más como compositora".

Una viñeta de la época es la de agosto de 2009, cuando Amarantha actuó en el festival "Hechas en Chile" realizado en el Teatro Caupolicán, con su banda de la época: Américo Olivari (teclados), el músico de orquestas Félix Molina (guitarra), Edu Martínez (bajo), quien sucedió en ese puesto a Miguel Pérez, ex profesor de Paula Herrera; Cristóbal Orozco (batería), músico de la banda Octopus y de Myriam Hernández, y cantantes como Celeste Shaw en los coros. Todos competentes músicos de sesión.

-Sí, era como tener a los músicos que podían llegar y tocar bien, aunque no fuera su proyecto. Todo sonando pro (profesional), eso siempre me importaba: que sonara bien.

-¿Ésa es justamente la diferencia entre Amarantha y Paula Herrera? ¿Necesitabas más que profesionalismo?
-Sí, creo que necesitaba más conexión con la víscera y el corazón.

En ese punto empiezan a pasar cosas simultáneas en la trayectoria de Amarantha / Paula Herrera. Desde 2009 estaba presentando en vivo el disco Once. En el verano de 2010 mandó la canción "Verde y celeste" a la preselección del Festival de Viña, sin éxito. Y siguió tocando en 2010 con el nombre de Amarantha, pero al mismo tiempo empezó a trabajar con el productor Cristian Valdivia en el siguiente disco, el primero como Paula Herrera.

-¿Fue como una doble vida?
-Sí, fui una doble mujer -dice: Amarantha tocó por última vez como tal en el mismo 2010 en el pub Backstage de la capital, con motivo del lanzamiento del videoclip de "Convénceme".

-¿Ahí se acabó?
-Sí. De hecho cuando ensayamos para esa tocata fue como "Chiquillos, esta es la última vez, les agradezo tocar conmigo, estoy haciendo un disco que es otra onda, mucho más reducido". Fueron muy cariñosos conmigo.

Ese disco iba a ser Verde y celeste (2011), con la misma canción que el año anterior ella había mandado a Viña. "Algo me pasó como interiormente, estaba en un proceso bastante potente emocional y me salió una canción folclórica, cuando nunca, lo mío era súper pop. Ese tema creo que fue como una señal, porque ya el formato de banda sentía que no encajaba mucho con lo que estaba haciendo. No gané el pre Viña pero me di cuenta de que tenía que ir por ese lado".

"Verde y celeste" es la canción bisagra: cambio de sonido pop a natural, cambio de seudónimo a nombre propio. "Esa canción contaba un poco lo que me pasaba. Creo que los artistas somos personas muy sensibles, que vivimos muchos procesos, como toda la gente. Uno nunca termina de crecer ni de aprender, y si bien empecé con un primer disco con bombos y platillos, formatos grandes y queriendo enfrentar grandes escenarios, todo muy macro, yo era más del detallito, de la cosa más íntima. Como que me acordé de que ésa era mi esencia".

-¿Estabas equivocada al comienzo? ¿Cómo recuerdas esa primera etapa?
-Yo creo que uno nunca está equivocado. Porque nadie te enseña el camino. No hay un formato ni leyes para seguir una carrera musical, y también en la vida es así. Cada uno tiene un proceso de darse cuenta, de descubrirse y de sentir. Yo estoy súper agradecida de mi primer y mi segundo disco. Pero me di cuenta de que esta ropa, esta Amarantha, no es lo que estoy siendo, es distante, muy brillos y fantasía. Y yo soy… la Paula Herrera nomás, po.

"Folk"

-En el primer disco decías que en parte te dejaste llevar por lo que estaba en el aire. ¿Cuánto tuvo que ver el entorno también en esta transformación?
-Yo creo que más que el entorno fue el interior. Me pasaron cosas a nivel espiritual, recordé el porqué de estar acá, la primera vez que me subí a un escenario con una guitarra, a los siete años, la magia que desde chica ocurría cuando tocaba la guitarra y cantaba. Llegó un minuto en que me pregunté para qué vine a este mundo, por qué llegué a cantar. Para mí el canto es sanar, porque yo siento y hago sentir a los demás a través de las canciones. Y cuando formas ese hilo invisible mágico, que dura lo que dura un concierto, y dejas a la gente flotando y les cambias aunque sea un minuto de la vida a esas personas y las haces más felices, estás cambiando el mundo.

-¿Eso no te pasaba antes?
-Sí, pero Amarantha era, ah, visceral, cantaba fuerte… Y ahora es un canto simple, sencillo, puro, y aunque sea así de pequeñito la magia que ocurre es mucho mayor, mucho más profunda, como que remueve los cimientos.

-Preguntaba por el entorno porque, en esa época, cantantes como Chinoy, Nano Stern, Pascuala Ilabaca, Camila Moreno, Manuel García y varios más aparecieron tocando con guitarras acústicas y con referencias más o menos compartidas a Víctor Jara o Violeta Parra. ¿Fue una coincidencia?

-Creo que fue una coincidencia, quizás algo que estaba en el aire. Y una necesidad que tenemos como sociedad también: los chilenos nos enfocamos mucho para afuera, y ¿qué pasa con nosotros? ¿Por qué a Violeta (Parra) la valoran más afuera que acá? Agradezco lo que está pasando en las nuevas generaciones que tienen mucha más conexión con la tierra, tenemos la necesidad de ese gustito a tierra, a pampa, en las canciones.

-Tus dos últimos discos salieron más seguidos que los dos primeros. ¿Eran más urgentes? ¿Son medio hermanos?
-Son hermanos. Y la razón por la que los hice rápido es porque tenía que reafirmar esta Paula Herrera. Quería reafirmar mi imagen y reafirmarme como cantautora también. Lo que más me gusta es hacer canciones. Son discos tratados de manera muy simple. Verde y celeste fue la etapa de atreverme a indagar en el interior y sacar la tierra p'afuera y la conexión con lo sublime y lo sutil. Y en el segundo (La discreción del caracol) está esa conexión, pero quise algo más simple y directo aún: que el concepto principal sea la voz y la guitarra, con más hincapié en las letras que en las atmósferas.

El espacio entre esos dos discos es otra seguidilla de estímulos en la vida de Paula Herrera. Sola desde Chile produjo su primera gira a España, cumplida entre septiembre y octubre de 2011 con fechas en Madrid, Barcelona, Oviedo, Asturias y Bilbao, con su guitarra y un computador. De regreso lanzó Verde y celeste en Santiago en noviembre de 2011. En el verano de 2012 partició en el citado festival de Olmué, y justo después hizo frente a una crisis, recuerda, antes de componer la música de La discreción del caracol.

-Fue un período súper intenso. Hubo un minuto en que me peleé con la guitarra. Incluso me pregunté si tenía que seguir cantando.

-¿Tuvo que ver con que no ganaste en Olmué? El primer lugar lo tuvo La Guacha.
-Yo creo que no fue porque no gané, era maravillosa la versión de ellos. No: había un tema de demasiada autoexigencia. Quería hacerlo todo bien y sentía que no lo había hecho bien. Trataba de escribir y no podía. Dejé que fluyera y hubo muchas corrientes internas y muchos dolores que salieron a flote en mi vida: estar sola acá, nadar un poco contra la corriente. Y de repente necesité agarrar la guitarra de nuevo, empecé a componer y de ahí salieron una pila de canciones que no sé dónde estaban.

-¿Cómo armaste esa gira por España?
-Por skype, mail, todos los días me levantaba a las cinco para coordinar las horas en España. Y llegué allá a cantar y fue maravilloso. Toqué en ciudades y en varios pueblos muy chiquititos, y ahí me di cuenta de que mi música no es para grandes escenarios, es para salitas con personas que podamos mirarnos directo a los ojos para sentir lo que hay en al aire. La instancia de cantar tiene algo casi metafísico, estás en una sala y respiras el mismo aire de todas las personas, lo inhalas, pasa a través de tu cuerpo y lo entregas: es una comunión, es colectiva. Creo que fue como una prueba de decir "¿Soy tan artista?" "¿Podré hacerlo?" Porque, claro, me dicen mis amigos que soy re buena, pero si me voy para otro lado ¿pasará lo mismo? Y pasó con creces.

Cristián Valdivia es el factor común en la nueva música de Paula Herrera. Ex integrante de grupos como Fataumata y Concepto María Dolores y autor como solista de los discos La niebla de Pekín (2009), Instrucciones para desarmar el silencio (2010) y La mecánica invisible (2012), trabajó con la cantante en la versión de "Deja la vida volar" en el disco Once (2009), luego en la canción "Verde y celeste" y finalmente en la producción de los dos últimos discos. En ellos agrega bases y revestimientos electrónicos a la composición de Paula Herrera en guitarra, como pasa en las complejidades rítmicas de "El perdón", una de las canciones nuevas.

-Mis canciones son tan campechanas que no existen reglas ni compases ni métricas -dice ella-. Yo llego, pesco la guitarra, la afino y la desafino a mi parecer, tocó acá y allá, y voy armando según lo que vaya sintiendo, sin teoría ni libros de por medio. Compongo todos los temas en guitarra sin tener idea del acorde que toco.

-¿Incluso habiendo estudiado seis años en la Escuela Moderna?
-Ahora no uso nada de eso. Ya no tengo idea.

-¿Se te olvidó lo que estudiaste?
-No. Llego y conecto. Después digo, "ah, este tema está en Mi".

-Después entiendes lo que has hecho.
-No, muchas veces no lo entiendo. No tengo idea: toco. ¿Sabes qué? Yo creo que siempre he sido así. Mi etapa de estudio y saber acordes fue antes. Ahora ya estudié, ya supe. Puedo reconocer si algo está mal tocado, pero volví a ser…

-… más intuitiva.
-Pura intuición. Ahora soy intuición y corazón, absolutamente.

-¿Pero fue necesario haber estudiado para volver a ser intuitiva?
-Sí. Es que eso te da una seguridad. Pero ahora tengo que dejar fluir lo que hay adentro. Esta vertiente espiritual, conectada con la tierra, está. Y si apareció ahora es por algo.

-¿O sea no sabes en qué compás está "El perdón", por ejemplo?
-Sí, si sé. ¿Sabes por qué sé? Porque la transcribí para inscribirla. Eso me da la escuela: poder transcribir la melodía y la armonía para que la canción quede registrada. Está en (un compás de) cinco cuartos, después en cuatro cuartos y después en tres.

-Tres compases diferentes. Muchos aprietos para el programador.
-Es que Cristián (Valdivia) es seco y me entendía perfecto. Él tiene un manejo del compás de 6/8 en la música electrónica que, para mi gusto, no lo tiene nadie.

Ese compás de 6/8 propio de diversos ritmos latinoamericanos es el que se escucha incluso en la transformación que Paula Herrera hizo del hit radial ochentero "Todo me recuerda a ti", de Sheena Easton, en su nuevo disco. "Hice ese arreglo porque sentía que era mucho más cercano, más latinoamericano. Hay un tema con haber hecho esa versión latina, y un tema con lo latino en el mundo. Cuando fui a Europa me di cuenta de que ellos tienen la imagen de la latina con la fruta en la cabeza y claro, te sirve porque te encuentran exótica, pero dista mucho de la realidad latinoamericana del cono sur".

-¿De todos modos la música que haces ahora es más cercana a esa imagen que la que hacías con Amarantha?
-Claro, pero habemos muchos latinos del cono sur marcando una diferencia. Al contrario de esa música latina que es de mucho calor, de influencia afro, música del sol, la música del cono sur, Facundo Cabral, Violeta (Parra), Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, es música de la noche, al calor de una fogata, del campesino cantando sus penas de manera elegante y fina. Creo que no hemos tomado real conciencia de eso, porque nuestra música no proviene sólo de los pueblos originarios, sino de los inmigrantes españoles que traían la influencia mora, gitana, sefardí, ladina, música ancestral, y se traduce en cada melodía folclórica del cono sur. Y en cierta forma cuando sales de Chile eres una embajadora, te quieren conocer y quieren saber qué pasa acá, cómo ves el mundo desde este lugar.

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