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Escritora argentina repasa la intimdad de Mary Shelley, la autora de "Frankenstein"

El libro de Esther Cross cuenta detalles de la vida de la novelista británica, quien pasó a la historia como una artista "gótica".

27 de Septiembre de 2013 | 09:30 | EFE
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Caricatura Mary Shelley.

El Mercurio.

BUENOS AIRES.- La escritora argentina Esther Cross estudió exhaustivamente la vida y obra de Mary Shelley, la autora de "Frankenstein", y revela lo que descubrió en un libro en el que cuenta, por ejemplo, que cuando falleció se llevó a la tumba el corazón de su marido y otras reliquias de sus hijos.

"La mujer que escribió Frankenstein" se sumerge en la vida de Shelley y del entorno que la rodeaba en el Londres de principios del siglo XIX, donde las facultades de Medicina recurrían a ladrones de tumbas para tener cuerpos con los que aprender y practicar cirugías.

"Virginia Woolf sugirió escribir biografías de los escritores pensando en sus entornos, en lo que veían a través de las ventanas de sus casas. Aquí se mezclaban mucho. El monstruo es como un resumen del trasfondo de la vida de Shelley", señala Cross, quien es parte de la Feria Filba que se lleva a cabo en Buenos Aires y Santiago.

La muerte siempre estuvo muy presente en la vida de la británica, quien perdió a su madre, la filósofa, escritora y pionera feminista Mary Wollstonecraft, a los diez días de nacer y también vivió más que tres de los cuatro hijos que tuvo junto al poeta romántico Percy Shelley. Su padre fue el filósofo político William Godwin.

Sobre la lápida de su madre en el cementerio londinense de Sain Pancras, Shelley aprendió a leer su nombre, pasó numerosas horas leyendo y planeó su fuga adolescente con Percy, con quien compartiría innumerables viajes y amistades, como Lord Byron, hasta que un naufragio la dejó viuda, con 25 años.

Cross contó que el "disparador" para su libro fue "el detalle del corazón", con el que tropezó en una introducción a "Frankenstein" que detallaba cómo un amigo rescató el corazón de Percy durante su cremación y lo entregó a Shelley, quien lo conservó hasta su muerte envuelto en un poema del difunto.

"En esa época no había fotos y de recuerdo la gente solía guardarse una parte del otro, algo físico, como un mechón de pelo", justificó Cross.

En la Inglaterra de principios del siglo XIX tampoco había anestesia, así que los médicos debían practicar mucho para "ser rápidos como magos" ya que "cada minuto que se salvaba era importante porque el dolor podía matar al paciente", recuerda la argentina.

La sociedad de la época veía con una mezcla de miedo, odio y admiración a los cirujanos, admite Cross, para quien la escritora británica no fue una excepción.

"Shelley podría haber sido una víctima, porque la muerte era rutinaria, o una receptora pasiva de todo este ambiente que le aterraba, pero en cambio se convirtió en un agente activo al escribir", remarcó.

Cross considera que Shelley dio voz a cuerpos que hasta entonces eran robados, vendidos, diseccionados, pero permanecían mudos.

En esa tarea estuvo acompañada por su compatriota Fanny Burney, quien relató lo que sintió durante los veinte minutos que duró la masectomía sin anestesia que le salvó la vida.

"Hundieron el metal en mi pecho. Cortaron venas, arterias, carne, nervios. No tuvieron que decirme que gritara. Solté un grito que duró todo el corte", escribió Burney en una carta, parcialmente reproducida por Cross.

"Creo que solo la sensibilidad de una mujer pudo percibir toda la parte de horror que podía tener ese avance científico. El saber estaba en manos de los hombres, había muchos escritores varones, pero ellas hicieron hablar a cuerpos dolientes que estaban silenciados", afirmó.

Cross cree que las necesidades económicas de Shelley la obligaron a "domesticar" a su monstruo en ediciones posteriores a la de 1818, a "hacer más presentable al doctor" y a "pulir todo lo que escandalizaba a la moral de la época".

Los cambios facilitaron que Shelley pasase a la historia como una escritora gótica, cuando, a su juicio, "fue una escritora de ciencia ficción" por la forma de presentar a la criatura, su representación de la ciencia y novelas posteriores como "El último hombre", donde imagina una plaga que amenaza con eliminar al género humano.

En los casi dos siglos que han transcurrido desde la publicación de "Frankenstein" se ha mantenido la fascinación por el cuerpo, pero la escritora argentina opina que lo que ha cambiado es nuestra relación con los muertos.

"Era una relación de comunicación, Mary le hablaba a (Percy) Shelley todo el tiempo. Ahora, cuando el cuerpo ya no está vivo, todo se termina", señala Cross.

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