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Prism

La estrella pop californiana inicia su tercer disco con una fiesta, pero algo pasa en el medio que se esfuerza por mostrar que además maduró. Y, tal como a Madonna, a Katy Perry es más fácil comprarle pop que música trascendente.

02 de Noviembre de 2013 | 10:17 |
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En una temporada de fines de 2013 en la que coinciden, separados por días, los nuevos lanzamientos de Lady Gaga, Miley Cirus y Katy Perry, con su tercer disco esta última termina por marcar una diferencia en el mercado de estrellas corporativas del pop mundial. Y termina literalmente, porque la cantante que da la partida a Prism tiene poco que ver con la que clausura el disco trece canciones más tarde. Katy Perry empieza aquí invitando a seguir la fiesta que el planeta ya conoció en sus discos previos, One of the boys (2008) y en especial Teenage dream (2010), pero la diferencia es que, a sus veintiocho años, termina bajando las luces y cantando baladas de piano con letras confesionales. Perry no sólo viene a vender el pop deslenguado que la hizo global: ahora vende también madurez.

Y, tal como pasa con Madonna, a Katy Perry es mucho más fácil comprarle pop que música trascendente. En la seguidilla de canciones conformada por el himno inmediato de "Roar", el kitsch pseudo oriental de "Legendary lovers", el sabor disco instantáneo de "Birthday", el eurodance de "Walking on air", el hip-hop incitante de "Dark horse", el estímulo mayor que es "This is how we do" y el pop de aspiración global declarado en "International smile", Prism tiene impactos suficientes como para estar a la altura de los seis hits mundiales que Katy Perry facturó en Teenage dream (2010). Es pop ganador, con todos los elementos de la fórmula bien administrados: coros autoadhesivos, un riff de guitarra eléctrica puesto sobre una base funk por aquí, un fraseo aprendido del rap por allá y hasta la personalidad para inventar un juego de palabras entre Mariah Carey y karaoke = "Mariah Carey-oke".

Pero ya se escucha un aviso a la altura de la cuarta canción, "Unconditionally", una dramática declaración de amor. Y el punto de no retorno va a ser "Ghost", más pausada, que suena a dedicatoria a su ex marido. Si la prensa especializada mundial avisó que en 2011 el actor Russell Brand pidió a Perry el divorcio por mensaje de texto, versos de esta canción como "Enviaste un texto / es como si el viento te hubiera hecho cambiar de opinión" o "Como un extraño, desvanecido como vapor" no son un desmentido. Desde ahí en adelante parte un lado B del disco, con otras cinco canciones que parecen baladas aunque no lo sean, y en las que abundan versos iluminados como "ahora veo claramente" (en "Ghost"), confesiones sobre vulnerabilidad e inseguridad  como "Todas tus inseguridades" (en "Unconditionally") o "No negocio con inseguridades" (en "Love me") y hasta un aire a Alanis Morissette en "By the grace of God". Es la madurez según Katy Perry: el cliché pop sustituido por el cliché de autoayuda. Entre esos dos, el cliché pop era tal vez más inteligente. Y lo seguro es que era más divertido.

—David Ponce

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