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Sin lugar

Con su predisposición a la búsqueda, este grupo chileno muestra que existen vías más inesperadas y gratificantes para llegar a la canción pop.

02 de Febrero de 2015 | 04:19 |

En un escenario donde la nueva música pop en Chile ha tendido a acomodarse sobre ciertos rasgos cada vez más probados en los últimos años, Cóndor Jet se destaca a primera escucha y por varias razones, entre la composición, el sonido de las canciones y los roles que sus tres integrantes entrelazan en la dinámica del grupo. Sin lugar (2014) es su segundo disco tras Anillos (2012), y es aviso suficiente de un sello personal que se escucha cada vez más nítido.


Es un trío de guitarras, teclados y batería, elementos en manos de Antonio del Favero, Tomás Vidal y Nicole L’Huillier respectivamente. Y además de sortear los lugares comunes asociados al modo de tocar esos instrumentos, cada uno de esos tres continentes tiene personalidad propia. Los sintetizadores de Tomás Vidal surten de colores y capas estas canciones, mientras Del Favero administra la electricidad de sus guitarras del mismo modo que lo hace en su banda paralela, Matorral, con sutilezas en los timbres para lograr texturas antes que ninguna clase de aspaviento, y Nicole L'Hullier inventa a menudo un modo propio e hipnótico de construir ritmos y así destruye con la mejor naturalidad cualquier convención sobre cómo tocar una batería.


Si la conformación del trío es uno de esos rasgos distintivos, el juego de las voces viene a confirmar esas particularidades. En Cóndor Jet no hay un cantante. Todos cantan. Casi es un diálogo el modo en que están dispuestas las canciones de Sin lugar, intercaladas entre las que entonan Tomás Vidal y Antonio del Favero. Los coros que Nicole L'Huillier agrega en "Tenemos una tierra" o la melodía paralela que asume en "Sin querer" sugieren que el atractivo no haría sino crecer si su cuota de voz solista en el grupo también aumentara. Las canciones de Cóndor Jet son resultados claros de una búsqueda en el el sonido, la producción y la composición, por ejemplo en ese compás asimétrico que sustenta a "Lentas cartas". Pero no por es va a ser música intrincada, sino al contrario. "Invisible" es un buen ejemplo, con uno de esos ritmos personales de batería y con pinceladas sutiles de guitarra eléctrica, pero con un coro en la voz de Tomás Vidal que es pop instantáno para cantar y recordar.

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