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A los 106 años muere Manoel de Oliveira, el cineasta activo más longevo de la historia

El destacado director portugués, iniciado en los años 20 y ganador de festivales como Venecia y Berlín, nunca consideró la idea de una jubilación. Su última cinta la estrenó en septiembre pasado.

02 de Abril de 2015 | 10:05 | EFE / Emol
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De Oliveira se inició como actor en los años 20 con una cinta muda, por lo que fue testigo directo de todos los cambios sufridos por la industria del cine.

AFP

LISBOA.- El director de cine portugués Manoel de Oliveira falleció hoy jueves a los 106 años de edad, según confirmaron a la agencia EFE fuentes de la productora con la que realizó sus últimos trabajos.


El cineasta luso llegó a ser considerado el más longevo del mundo, luego de que nunca cesara en su actividad, en la que totalizó cerca de 60 películas, la última de ellas "El Viejo Restelo", proyectada en 2014.


Con más de un siglo de vida y más de 80 años formando parte de la industria del cine, De Oliveira logró ser uno de los pocos testigos activos en los principales hitos del séptimo arte en su historia, como el paso del cine mudo al sonoro.


Autor de culto en Europa y Brasil, el cineasta nunca mostró intenciones de jubilarse, y con más de un siglo de vida continuaba sentándose en la silla del director y asistiendo a los sets de filmación.


Así filmó "O Velho do Restelo" (título original en portugués de su último trabajo), medio-metraje estrenado en septiembre en el Festival de Venecia, y en el que reflexionaba sobre la historia portuguesa, uno de sus temas predilectos, a través de una interpretación de los textos de Luís de Camões, Miguel de Cervantes, Teixeira de Pascoaes y Camilo Castelo Branco.


Con ese ritmo de trabajo e inquietud intelectual, De Oliveira había logrado además vencer los achaques y complicaciones de salud propios de la avanzada edad, para invariablemente volver siempre a su territorio natural, detrás de cámaras.


Nacido el 11 de diciembre de 1908 en Oporto, en la cuna de una familia rica, estudió parte del bachillerato en el colegio de los jesuitas de A Guarda (España) y pasó las primeras décadas de su vida alternando su pasión por el arte con las carreras de autos.


Con 23 años estrenó "Douro, Faina Fluvial", un retrato mudo y en blanco y negro de los trabajos en las orillas del río Duero, con una estética influenciada por el entonces en boga cine soviético.


A partir de ahí, inició una larga carrera con altos y bajos productivos, en la que alternó varios géneros cinematográficos.


Diez años más tarde de su primer documental, filma su primer largometraje, la tierna "Aniki-Bobó" (1941), una sencilla historia que narra la disputa de dos chicos por ganarse el amor de una niña. La cinta fue considerada precursora del neorrealismo italiano, que marcó tendencia a partir de 1945, terminada la II Guerra Mundial.


Con Portugal inmerso en el opresor régimen de António de Oliveira Salazar, el cineasta vivió su mayor receso creativo, y se mantuvo 14 años sin producir, tanto por las dificultades para encontrar financiamiento como por la incidencia de la censura.


A mediados de los años 50 retomó la actividad, pero no es hasta la década de los 70 cuando entra en su fase dorada, adaptando decenas de obras literarias de escritores y poetas lusos.


Pese a adquirir un nombre en el plano internacional, nunca llegó a ser un éxito de taquilla, y estuvo generalmente restringido a los círculos de la intelectualidad. De todos modos, la crítica aplaudió su forma reflexiva y pausada de reflejar las inquietudes humanas.


La celebrada obra "Francisca" (1981) inaugura la etapa en la que sus obras comienzan a recibir premios en los más importantes festivales internacionales, como el León de Oro del Festival de Venecia (1985), al que se siguieron galardones en Cannes (2008) y Berlín (2009).


El director portugués encandiló entonces a actores de la talla de John Malkovich, Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni, en filmes como "O Convento" (1995) o "Viaje al principio del mundo" (1997).


La universalidad de la obra De Oliveira está reflejada en cintas como "A divina comédia" (1991), "No, o la vana gloria de mandar" (1990) y "Una película hablada" (2003), donde aborda desde la tradición bíblica hasta la filosofía de Nietzsche.


Humanista católico, los estudiosos han estimado que los mayores legados del cineasta son tanto la preservación del imaginario cultural portugués como la conservación de la memoria del siglo pasado.

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