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Obispo de Los Ángeles aboga por dignidad del pueblo pehuenche

En una carta pastoral sostiene que el Estado chileno y Endesa deben tomar conciencia de la responsabilidad que les cabe con relación al respeto, defensa y promoción de la cultura pehuenche.

06 de Agosto de 2002 | 17:44 | Emol
Los Ángeles.- Un llamado a las autoridades, empresas y a todas las instituciones de la sociedad a respetar la dignidad, los derechos y la cultura del pueblo pehuenche, formula el Obispo de Los Ángeles, monseñor Miguel Caviedes, en una carta pastoral sobre la realidad social que se vive en el Alto Bío Bío.

El documento plantea que, a medida que el tiempo avanza, se tensiona cada vez más la situación en los valles del Alto Bío Bío. Añade que no es fácil llegar a una idea cabal del problema de estas personas sacadas del anonimato, sobre todo a causa de la realización en su territorio de considerables obras de ingeniería hidroeléctrica.

A esto se agregan problemas relacionados con la actual tenencia de la tierra y con una mayor conciencia por parte de los líderes pehuenches de las carencias de su pueblo.

Aprovechamiento del pueblo pehuenche

Monseñor Caviedes añade que en "todos estos años de convivencia hemos sido testigos del aprovechamiento económico que de este pueblo hacían mercaderes inescrupulosos. No se trata sólo de los injustos precios que nuestros hermanos debieron pagar por sus bienes y servicios, sino también del subempleo, de la subvaloración de sus productos, etc."

A su juicio, la irrupción del modo "huinca" de pensar y actuar destruyó el frágil equilibrio económico del pueblo pehuenche, basado en el intercambio de productos, abandonando su forma tradicional de subsistencia y llegando a crear una dependencia salarial.

Sostiene que estas transformaciones culturales también implicaron la incorporación de algunas de las peores conducta occidentales, particularmente la realidad del alcoholismo, con su impacto demoledor de la familia y de la sociedad.

Central Hidroeléctrica y cultura pehuenche

El Obispo estima que, en el proceso del megaproyecto de varios centrales hidroeléctricas en el Alto Bío Bío, no fue respetada la dignidad de personas humanas de los pehuenches, sobre todo tratándose de un elemento fundamental de su cultura: el entrañable apego y amor a su tierra. Afirma, además, que no se establecieron adecuados mecanismos de participación según obliga la Ley, y que no se respetó el derecho a la libre determinación que les asiste en cuanto pueblo.

Afirma Monseñor Caviedes que el propio Estado chileno y ENDESA, que construye la Central Hidroeléctrica Ralco, deben tomar conciencia de la responsabilidad que le cabe con relación al respeto, defensa y promoción de la cultura del pueblo pehuenche. "No sea que el juicio de la historia haga caer sobre ellos la culpabilidad de lo contrario".

Grave insuficiencia gubernamental

La Carta Pastoral considera necesario el diálogo intercultural ante las divisiones que esconden peligrosos racismos. En forma especial, alerta sobre la situación de las familias de campesinos chilenos, llamados "colonos", -tan pobres como los pehuenches-, que vivieron por generaciones en un sector aledaño al río Queuco sin mayores conflictos, y que, frente a una campaña sistemática de amedrentamiento por parte de algunos pobladores pehuenches y la promesa de la autoridad estatal de solucionar el conflicto, han accedido al traslado momentáneo en Santa Bárbara.

Relata el Obispo que algunas de estas familias, confiando en la palabra gubernamental, desarmaron sus casas en espera del traslado a un lugar, donde se les dijo que serían reubicados. Hoy se encuentran sin sus casas, viviendo en muy malas condiciones y enfrentando un invierno que los demuele.

Ley Indígena y reconocimiento de pueblos originarios

Monseñor Caviedes expresa su decidido apoyo a la actual Ley Indígena y aplaude sus logros.

Sin embargo, considera que debe aún ser perfeccionada y fortalecida para cumplir mejor su objetivo.

Al mismo tiempo, impulsa el reconocimiento constitucional que se ha de hacer de los pueblos originarios y de sus derechos, reconocimiento que la Iglesia hizo ya en 1979.

Por último, reitera la disposición de la Iglesia a colaborar, en la medida de sus posibilidades, en estas tareas.
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