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Francisco Coloane leyenda viva

A los noventa años, el escritor chileno, que algunos comparan con Jack London, es reconocido en Europa. Recientemente se han traducido al francés e italiano sus memorias, "Los pasos del hombre", publicadas el año pasado por Mondadori y se ha vertido al griego su novela "El último grumete de la Baquedano".

07 de Agosto de 2002 | 14:54 | Revista de Libros de El Mercurio, Sábado, 19 de Mayo de 2001
NO hace mucho que Coloane cruzó las fronteras de nuestro país y fue descubierto en el extranjero: sólo hace cinco años el ministro de cultura francés Philippe Druste lo nombraba "Caballero de la orden de las artes y las letras". Pero Francisco Coloane debuta en la literatura ya en 1940 con la novela Cabo de Hornos, después de haber sido cazador de lobos y ballenas, ovejero y capataz en Tierra del Fuego. También trabajó en la marina de Chile, como escribiente, lo que le permitió viajar en la Esmeralda.

Nació en Quemchi, provincia de Chiloé, el 19 de junio de 1910. Su padre, Juan Agustín Coloane Muñoz - de quien heredó un carácter fuerte y la sed de aventura- , fue capitán de barco de cabotaje y tuvo además maestría para utilizar el arpón en la caza de los cetáceos. En su libro de memorias recuerda:

- Mi padre había traído blancas costillas de ballena y vértebras que servían de asientos y mesas. Yo jugaba entre esas grandes osamentas sobre el césped y las flores y me sentía como un Jonás, navegando en el vientre de un cetáceo. De allí tal vez provenga mi romanticismo por la caza de ballenas.

En Velero anclado (Lom, 1995) narra que estuvo a bordo del Indus II, embarcación que partía tras la caza de la ballena, desde Quintay, durante las primeras décadas del siglo XX:

Quintay, al sur de Valparaíso y del cerro Curauma, de más o menos 500 metros de altura, es una caleta resguardada de los vientos de la travesía (...). Humberto Olavarría, comodoro de la flota, como Neptuno, dirige con los gestos de su mano derecha las maniobras de los balleneros, y con su izquierda la faena de los trabajadores de Tierra. Se remolcan las ballenas desde los barcos hasta el borde de la rampa. Allí la aprehende la "jaiba", artefacto de acero llamado vulgarmente así por las tenazas que cogen la cola del cetáceo. Un cable accionado por un winche la arrastra hasta el lugar donde será destazada.

Elogios foráneos

El crítico francés Martine Laval afirma que la obra de Francisco Coloane se sitúa "al fin del mundo (...), al punto más extremo del continente sudamericano. ¡Tierra del Fuego! ¡Patagonia! Son palabras extrañas que suenan como un llamado a la aventura o a la huida. Es un mundo frío y húmedo, austero y hostil, de montañas desgarbadas y de pampas interminables. Puerto Edén, Punta Arenas, Magallanes, Desolación. Es un mundo a lo Julio Verne, fantástico y loco, de una belleza cruel".

Coloane reafirma lo dicho por Laval en una entrevista, concedida para "L Express", en julio de 1996:

- La naturaleza es la que me ha inspirado, la propia existencia la que ha hecho de mí un escritor. En mi obra podrán encontrar el latido sensual del universo, y especialmente del mar. Hay que saber pensar como él, todo nace de él; nosotros somos sus hijos. Conscientemente no somos más que un retoño de esas oleadas.

En Italia, donde también han tenido una gran acogida sus libros Tierra del Fuego, Cabo de Hornos y La ballenera de Quintay, la crítica fue favorable y acuciosa. La ensayista Andrea Zambotto, por ejemplo, escribió en 1999 en el diario "IL Giornale Di Vicenza":

- Su mundo, aquel en que ha vivido por largos años y que luego ha narrado, pertenece a las más remotas regiones meridionales de Sudamérica, ambiente de la naturaleza aún áspera y salvaje en que el hombre se encontraba cotidianamente luchando por la propia supervivencia. Lo contado por Coloane no es, por lo tanto, el fruto de la fantasía, sino forma parte de una vida vivida. Los personajes de Coloane, sean balleneros o cazadores de focas o buscadores de oro, son hombres que siempre ponían en riesgo su existencia, constreñidos a medirse con los mares borrascosos, las tempestades constantes. Una naturaleza monstruosa podía ser tanto destructora hacia aquellos pocos temerarios intentos para cruzar sus mares o ir a refugiarse en perdidas playas, habitadas por focas o leones marinos que nunca antes habían visto a un hombre.

Por su parte, el comentarista español José María Guelbenzu lo compara con los autores de grandes novelas de aventuras:

- El verdadero escritor de aventuras es un autor de raza que extiende parsimoniosamente las cartas y las va mostrando sin miedo a no sorprender, porque la intención que guía su historia no necesita de trucos (...), sino que es el resultado de una forma de ver la vida y, como en el caso de Coloane, vivirla. A esa raza pertenece gente como Jack London o Bernard Traven.

Espacio privado

Visitamos su domicilio en calle Miraflores, el departamento donde Francisco Coloane pasa sus días junto a Eliana Rojas, su señora, quien prepara un libro sobre los diversos viajes del autor por el mundo. Ya tiene avanzado el primer capítulo sobre su estadía en China, en la primera década de los años sesenta, cuando se desempeñaba como corrector en la editorial de lenguas extranjeras, en Pekín. El título tentativo de la obra es: Papeles recortados. Se trata de casi un centenar de libretas y cuadernos manuscritos que Coloane llevó a lo largo de su vida y que fueron quedando inéditos, y que ahora ella transcribe al ordenador, provista de una buena lupa.

En la biblioteca de su departamento, ediciones antiquísimas de sus libros predilectos lo acompañan, y lo curioso es que están llenas de notas a lápiz. Por ejemplo, en la edición de Viaje al Polo Sur, de Nordenskjold, publicada a comienzos del siglo veinte, puso al final del libro dos fotos de guanacos de la zona austral, con una breve leyenda escrita por él. Lo mismo hizo con los Hombres primitivos de Tierra del Fuego, de Martín Gusinde (Sevilla, 1951).

Reparte las horas y los días entre sus recuerdos y la música clásica. Tiene sueños recurrentes. Cuando su padre agonizaba le dijo: "Volvamos al mar", y esa escena vivida se le repite en el mundo onírico, mientras duerme. (Prácticamente no participa de la vida literaria oficial y con frecuencia es visitado por extranjeros.) De vez en cuando recuerda al poeta Antonio Acevedo Hernández (1886-1962) y lo recita de memoria: "Yo vi la muerte en un vaso, / el mar en un caracol / y todo el dolor del mundo dentro del corazón".

COLOANE VISTO POR ARMANDO URIBE

-Cuando algo dura diez años, por ejemplo un café, le llaman el mítico café, etc. Pero es distinto a decir que Francisco Coloane y su obra constituyan un mito. Los mitos se desarrollan largamente en la historia de los pueblos y representan muy profundas vivencias colectivas.

- Se puede decir de Coloane que su obra y su persona van juntas. Su manera de ser, de vivir y escribir, legítimamente, constituye una leyenda en Chile. Leyenda que en los últimos años, por la fuerza de su obra y también de su persona, lo ha llevado como un notable escritor y una persona de nobleza y edad a países extranjeros donde ha tenido grandes reconocimientos y traducciones. En Francia, en Italia y en otros países. Esta leyenda que constituye la obra y la persona de Coloane es, en mi opinión, una emanación de la conciencia colectiva chilena que se siente expresada en aquello de lo que escribe. Francisco Coloane, a diferencia de una buena parte de los prosistas chilenos, amén de entretenido, produce placer leerlo, incluso cuando lo que relata es trágico.

- Cuando adolescentes leímos El último grumete de la Baquedano. Nos producía placer su lectura. Puedo comparar mi experiencia real de las primeras lecturas que hice de Coloane, con la de grandes libros, literariamente de primera categoría, como Robinson Crusoe, Moby Dick, de Melville, e incluso también los intensos relatos de Conrad.

- Sería interesante estudiar a través de la obra de Coloane de qué manera lo nacional popular chileno se expresó en la vida de la república hasta nuestros días. Respecto de la totalidad de la obra, puedo señalar: Coloane es un escritor nacional y popular. Lo que escribe revela al país y también las condiciones humanas reales, principalmente frente al mar. Entre los chilenos que han escrito sobre el mar quiero destacar un libro considerado y considerable de Benjamín Subercaseaux: Tierra de océano (1946). En otra de las novelas que aparece mucho el mar y que pertenece al mismo Subercaseaux es Jemmy Button (1950). Está también un tercer escritor chileno importante, Miguel Serrano, que escribió ¿Quién llama en los hielos? (1957). Por otro lado, está la literatura de puerto más que de mar de Salvador Reyes, pero ningún escritor chileno ha transformado el mar, lo infinito y peligroso como lo ha hecho Coloane en Chile y por eso su proyección es universal.
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