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¿Quién fue el general (r) Carlos Prats?

Nació en Talcahuano el 2 de febrero de 1915. Hijo de Hilda González Suárez y Carlos Prats Risopatrón, fue el mayor de cuatro hermanos.

29 de Enero de 2009 | 13:43 | El Mercurio Online
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El Ejército le rindió honores fúnebres con motivo de conmemorarse el trigésimo aniversario de su fallecimiento.

Claudio Parra

SANTIAGO.- Carlos Prats González fue el mejor egresado de su promoción en la Escuela Militar, a la que ingresó en 1931, cuando apenas tenía 16 años. En aquel 1934, fue el entonces Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, el encargado de entregarle la distinción.


Y es que el Ejército era para Prats uno de los pilares, que junto a su familia y el amor por su país, movían su vida. Ya en ese entonces, según narró en sus memorias, “había aprendido la lección de que el Ejército es una institución que no tiene derecho a usar ilegítimamente las armas contra sus propios compatriotas”.


Prats nació en Talcahuano el 2 de febrero de 1915. Hijo de Hilda González Suárez y Carlos Prats Risopatrón, fue el mayor de cuatro hermanos. Vivió su niñez en su ciudad natal, donde también cursó sus estudios primarios. Ya en la enseñanza media, en el Liceo de Concepción, disfrutaba de su afición por la Filosofía y la Literatura.


Su traslado a Santiago vino con su deseo de seguir la carrera militar. Oficial de artillería desde su egreso de la escuela Militar, sirvió en diversas guarniciones del país. Pero su gusto por el Ejército crecía más y más, por lo que ingresó al curso regular para oficiales de Estado Mayor en la Academia de Guerra, desde donde egresó como primero de la promoción. Más tarde sería profesor de Historia Militar, Estrategia y Logística en ese establecimiento.


En 1957, ya con el grado de mayor, ocupó el puesto de jefe del Departamento Confidencial de la Subsecretaría de Guerra. Fue destinado también a cumplir misiones en el grupo de Artillería a Caballo Nº 3. Asimismo, comandó los regimientos de Talca, Santiago y Concepción, y en 1964 fue designado agregado militar en Argentina.


Fue ascendido a coronel en 1967, y al año siguiente a general de brigada. En 1969 fue ascendido a general de División, y puesto a la cabeza de la 3a. División del Ejército. También desempeñó la tarea de jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Su carrera militar seguía creciendo y cada vez adquiría más responsabilidades.


Fue así que el 26 de octubre de 1970 fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército por el Presidente Eduardo Frei Montalva, designación que fue ratificada posteriormente por el Presidente Salvador Allende. Al asumir el cargo, el 2 de noviembre de ese mismo año, el general no pudo obviar en su discurso la muerte de su par, René Schneider, quien fue baleado el 22 de octubre.


“Ante el alevoso asesinato del Comandante en Jefe del Ejército de Chile que ha estremecido al país entero, los chilenos se han arrodillado para elevar sus plegarias al cielo, en un anhelo supremo de que vuelva la cordura a los espíritus y que impere la concordia ciudadana, para que no desintegremos la comunidad nacional y marchemos adelante en genuina democracia, optando por la ruta constructora del sacrificio solidario”, sostuvo.


Durante su permanencia a la cabeza de la institución castrense, inició un plan de modernización y racionalización cuya trascendencia se extiende hasta la actualidad. Por ejemplo, logró que se dictara una ley que permitía que los suboficiales también votaran, lo que para algunos demuestra el espíritu que lo motivaba.


Fue ministro del Interior y Vicepresidente de la República en 1972, y Ministro de Defensa en 1973. El ambiente político y social de ese año era complejo en extremo. La presión para destituir al Presidente Allende, por parte de los opositores al gobierno, era inmensa, así como también el hostigamiento a las Fuerzas Armadas. En dicho escenario tuvo el tanquetazo, sublevación de una parte del Ejército, que sacó el 29 de junio sus tanques a la calle, hecho que hizo presagiar el golpe de Estado.


Por ello, el 23 de agosto de ese mismo año Prats se retiró del Ejército, motivado además por sus fuertes diferencias con el pensamiento que mantenían algunos sectores de la institución, que adquirían fuerza día tras día.


Sólo cuatro días después de la intervención militar que acabó con el Gobierno de Salvador Allende, Prats viajó a Argentina, desolado por que la institución que tanto amaba prefirió el uso de las armas antes de buscar una salida política a la situación que en esos días vivía Chile.


“El futuro dirá quién estuvo equivocado. Si lo que Uds. hicieron trae el bienestar general del país y el pueblo realmente siente que se impone una verdadera justicia social, me alegraré de haberme equivocado yo, al buscar con tanto afán una salida política que evitara el golpe”, escribió Prats el mismo 15 de septiembre a Augusto Pinochet.


En Argentina, trabajó como gerente de una empresa a la par que escribió sus memorias, en medio de amenazas contra su vida. Estaba triste, según recuerdan sus cercanos, puesto que no lograba tranquilidad al ver el nuevo papel que cumplía en Chile la institución que tanto amaba.


Pretendía partir a Madrid, en donde una universidad le había ofrecido hacer clases por un año. Pero sus pretensiones fueron truncadas. La negación de los pasaportes fue un detalle tras el bombazo que cortó su vida y la de su esposa para siempre el 30 de septiembre de 1974.


Prats padre


“Mi papá era súper tierno y preocupado”, recuerda con un brillo especial en sus ojos Sofía, la mayor de sus tres hijas.


Y es que muy por el contrario de la imagen que normalmente se puede tener de un militar, frío y poco demostrativo, Carlos Prats era el padre que todos los domingos llevaba solo a pasear a sus hijas. “Nos llevaba a los caballitos, a ver la matinal de monos animados, etc.”, describe Sofía.


Tampoco descuidaba las labores cotidianas de un padre, por lo que a diario partía a primera hora a dejar a sus retoñas al colegio. Y como la cultura para él era muy importante, con frecuencia les compraba libros a las pequeñas Sofía, Angélica y Cecilia, y les leía cuentos.


“Era muy riguroso, pero no estricto. Nos dejaba mucha libertad, no nos exigía que estudiáramos mucho, no nos exigía que tuviéramos las mejores notas, no era una persona obsesiva en términos de logros. A mí me iba muy bien en el colegio, pero todos los días lunes tenía pésimas notas porque el fin de semana no hacía nada, y mi papá nunca me decía nada, porque al final de la semana ya había mejorado las notas” relata con emoción Sofía.


La misma recuerda lo respetuoso y afectuoso que el general era con cada una de ellas, así como lo preocupado que era por las cosas de la casa. “Era de mucho contacto, regaloneador, hasta grande yo me sentaba en la falda de él, no tenía ningún tipo de complejo conmigo”.


Las tres hijas consideran además un acto de gran amor que el hecho de que sus padres nunca les revelaran que recibían amenazas de muerte mientras permanecieron en Argentina.


“Aristarco”, el general escritor


Su amor por las letras y sus dotes de escritor se hicieron notar desde su juventud, período durante el cual colaboró activamente en la revista “Zig-Zag”.
Ya en 1957, publicó su ensayo histórico “Vicuña Mackenna y las Glorias del Ejército”, por el cual obtuvo una mención de honor en el concurso del Memorial del Ejército de Chile, en abril de ese año. El texto fue reeditado en 1973.


Pero obtuvo más de un galardón. En 1969 logró el segundo premio en el octavo concurso de cuentos del diario El Sur de Concepción. Su cuento “Tribunal de honor” fue publicado el 9 de febrero de 1969.


En los largos años en los que estuvo unido a la Institución Castrense, publicó numerosos textos, artículos y ensayos relativos a su profesión, muchos de ellos bajo el seudónimo de “Aristarco”.


Tras radicarse en Buenos Aires, comenzó a redactar sus memorias, cuyas páginas finales fueron escritas apenas unos días antes de ser asesinado junto a su esposa. A veces, también, publicó algunos escritos en la prensa argentina, usando el mismo seudónimo que en el Ejército.


“En los períodos que estuvimos acompañándolo en Buenos Aires, veíamos cómo ocupaba todo su tiempo disponible en escribir. Cuando llegaba al departamento, después de trabajar en una empresa argentina durante ocho horas diarias, continuaba incansable, hasta altas horas de la noche”, recuerdan sus hijas en la presentación del libro “Testimonio de un Soldado”, que fue publicado en marzo de 1985, poco más de 10 años después de su muerte.

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