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Revelamos la verdad sobre los principales mitos que rodean al proceso de cremación

Que el cadáver se sienta cuando se está quemando, que las cenizas que entregan no son las del ser querido o que quedan restos óseos entre las cenizas. Acá aclaramos las principales dudas sobre este proceso, que es cada vez más frecuente en Chile.

30 de Abril de 2011 | 08:07 | Por Natacha Ramírez, Emol

SANTIAGO.- Que el cadáver se mueve o incluso se sienta mientras se quema, que las cenizas que entregan no son del ser querido o que la Iglesia no lo acepta, son algunos de los reparos que manifiestan los chilenos al momento de decidir si optan por la cremación en lugar del entierro.


Sin embargo, aunque se trata de aprensiones naturales, la mayoría no están fundadas y son mitos que se sustentan en la imaginación y en el gran desconocimiento que hay sobre este procedimiento, que cada vez se realiza con mayor rigurosidad en base a protocolos legales y sanitarios.


La creencia más difundida es que las cenizas que se entregan no son necesariamente las del familiar. Esto se fundamenta en que al cremarse se pierde definitivamente el ADN del cuerpo y, por ende, la posibilidad de identificarlo.


Pero si bien es imposible confirmar científicamente la identidad de las cenizas, el administrador de Parque del Recuerdo, Juan Andrés Fuentealba, afirma que ha habido avances. Por ejemplo, ellos se rigen por una estricta norma que certifica la identidad del cuerpo desde que ingresa hasta que sale del cinerario, en todas las etapas del proceso.


"Esto significa que la trazabilidad del cuerpo nunca se pierde, porque está siempre identificado en todos los procesos antes de entregar las cenizas, o sea, podemos decir que efectivamente las cenizas son del familiar", señala.


Otro temor, relacionado con el anterior, es que las cenizas del familiar se mezclan con las de otros fallecidos durante la cremación. Sin embargo, Fuentealba indica que en este punto hay absoluta certeza, ya que en Chile está prohibido por ley incinerar más de un cuerpo simultáneamente. De hecho, las cámaras (llamada "retorta") están diseñadas con capacidad para cremar un solo cadáver al mismo tiempo.


Una creencia popular también indica que el cadáver se empieza a sentar al interior de la cámara cuando comienza a quemarse, debido a que el fuego afecta las terminaciones nerviosas. Esta suposición también es desmentida por el encargado, quien explica que se trata sólo de un mito.


Es más, aclara que nunca se le aplica fuego directamente al cuerpo, sino que las cámaras –que son herméticas– funcionan sólo aumentando la temperatura, la que puede llegar hasta los 980 °C. Esto hace que el cuerpo primero se empiece a deshidratar hasta que finalmente, cuando se seca por completo, se prende en forma natural.


Los marcapasos pueden explotar


Otra confusión es si el cuerpo debe estar con o sin ropa o fuera o dentro del ataúd para ser cremado. Lo cierto es que es tan alta la temperatura, que consume todo lo que está al interior del horno. Por este motivo, el cuerpo puede estar con vestimenta e incluso joyas al momento de la cremación, porque todo quedará reducido a cenizas.


Esto desmiente además que queden restos óseos o biológicos entre las cenizas, como también se pudiera pensar. Lo que sí podría quedar después de la cineración son algunas prótesis y lo único que se extrae previamente -con una tanatóloga- son los marcapasos debido a que, como el proceso de combustión es muy alto, éstos podrían explotar.


En cuanto al ataúd, si bien se puede cremar el cuerpo en él, lo más usual es que se reemplace por una urna de cartón que, según Fuentealba, permite realizar el servicio con "dignidad" y se desintegra a altas temperaturas.


Además de las aprensiones sobre el proceso en sí, también está expandida la creencia de que la Iglesia Católica no acepta la cremación. Pero esto no es así, ya que en 1963 la institución la admitió plenamente como parte de un servicio fúnebre y más tarde, en 1966, permitió que los sacerdotes pudieran participar en ceremonias de este tipo.


Finalmente, existe la sensación de que la cremación tiene un precio muy alto y es accesible sólo para las personas con mayor poder adquisitivo. Pero aunque en un principio fue así, los avances técnicos y la relativa masificación han abaratado los costos. En el Parque del Recuerdo, la cineración tiene un valor promedio de entre $650 y $680 mil, incluyendo el ánfora más básica. El precio puede aumentar dependiendo del tipo y el material del ánfora. En caso de querer sepultar las cenizas, existen pequeños columbarios, cuyos valores van desde los $750 mil hacia arriba. 


El costo es menor que un nicho normal, que tiene un valor desde los $2 millones. Pero también hay que considerar que aunque se creme, de todas formas se debe contratar un servicio funerario para trasladar el cuerpo al cementerio.


Masones y agnósticos, los que más la prefieren


Pese a las aprensiones que existen en torno al tema, cada vez son más los chilenos que optan por la cremación en lugar de la sepultura, sobre todo en la capital, donde el porcentaje aumenta 1% por año. Según las cifras, en 2010 cerca de 2.800 fallecidos fueron cremados en la Región Metropolitana, es decir, el 8% del total de defunciones.


A nivel nacional el porcentaje es más bajo, llegando sólo al 3,4%, lo que dista del resto del mundo, incluso América Latina, donde en países como Colombia la cremación alcanza el 70%, mientras que en Argentina llega al 54%.


Actualmente hay más de diez crematorios en el país, cuatro de ellos en Santiago: Cementerio General -que fue el primero-, Parque del Recuerdo –que concentra el 70% en la RM-, el Cementerio Católico y el Parque del Sendero.


Fuentealba señala que este proceso es preferido especialmente por agnósticos y masones, y por personas de movimientos como Hare Krishna. De todas formas, indica que casi siempre es una decisión personal que deja estipulada el fallecido, y en la mayoría de los casos la familia la respeta, incluso si no está de acuerdo.

Cremación de nonatos

 


El Parque del Recuerdo, en conjunto con la funeraria del Hogar de Cristo, llevan a cabo desde el año 2008 el programa "Dignifica", que consiste en dar digna sepultura a los mortinatos (que falleciron antes de nacer).


 


Dicho servicio se realiza en forma gratuita y beneficia a pacientes de los hospitales Sótero del Río y Luis Tisné, en la capital, donde muchas veces las familias no tienen los recursos para realizarle un servicio fúnebre.


 


El programa incluye el traslado de los restos, mediante un servicio funerario, del hospital hasta el cementerio, donde éstos son cremados y depositados en un columbario común, que puede ser visitado por la familia.


 


"Queremos contribuir con un granito de arena a las personas que han perdido un ser querido y por eso le damos una sepultura digna a todas esas guagüitas, porque normalmente las familias pasan por un proceso muy doloroso en incurren en gastos que son súper caros", explica el administrador del Parque del Recuerdo.

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