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Vía Crucis por la Alameda

Comenzó la destrucción del pavimento de la principal vía del centro de Santiago y tanto choferes como peatones deben convivir a diario con hoyos y maquinarias, mientras echan de menos los paraderos de las micros.

05 de Febrero de 2004 | 14:22 | Felipe Gálvez T, El Mercurio en Internet

El primer hoyo no está en la calle sino en la vereda.
SANTIAGO.- Contrariamente a lo que uno podría imaginar, el primer hoyo que hay por la Avenida Libertador Bernardo O'Higgins desde Plaza Italia hacia el poniente no está en ninguna de las tres pistas cerradas para el tránsito vehicular, sino que en la vereda peatonal.

Caminando por la acera norte, poco antes de llegar a la esquina de Alameda con Irene Morales, los peatones deben esquivar una excavación de alrededor de un metro y medio de ancho que dificulta el normal desplazamiento.

Ilógico, si se piensa que las pistas por donde transitan la locomoción colectiva y los autos particulares son las que se encuentran cerradas desde el domingo para ser intervenidas en el proceso de repavimentación de la calzada norte de la arteria vehicular.

Sin embargo, en esa primera cuadra aún no hay trabajos. Lo mismo se repite entre Estado y Bandera, Amunátegui y Cumming y frente a la Estación Central. Es decir, al menos 15 cuadras de la Alameda están cerradas al tránsito, pero aún no han sido intervenidas.


La Alameda la comparten maquinas y buses.
El primer trabajo se aprecia a la altura del 130, frente al hotel Crowne Plaza. En ese sector una máquina "raspa" el pavimento, sacándole alrededor de 10 centímetros. Por las dos pistas más cercanas al bandejón central de la Alameda, transitan sin mayor dificultad los buses amarillos, tratando de no apegarse tanto a la malla de plástico naranja que divide la zona de trabajo de la de circulación. Pero también deben cuidarse de no pasar a llevar a los transeúntes que tienen que pararse en medio de la calle para esperar su micro.

Y ése es el principal problema que se aprecia a lo largo de los 7,68 kilómetros entre Plaza Italia y Avenida Las Rejas. Los paraderos diferidos que tanto se esmeró el ministerio de Transportes por implementar y a los que peatones y choferes de micro debieron acostumbrarse, hoy son utilizados sólo por perros, vagabundos o personas que aprovechan de leer el diario.


Lo más difícil es tomar y bajarse de una micro.
Ni siquiera los "sapos" pueden usar los paraderos para evitar el sol que pega fuerte desde las primeras horas de la mañana. No, para acercarse a tomar la micro hay que pararse en la mitad de la calzada norte de la Alameda. Ahí, con una mano haciendo sombra a la vista y la otra con el dedo índice extendido, los peatones tratan de hacer parar un bus.

Bajarse de la micro es otra complicación. Algunas pueden dejar sus pasajeros justo en los tramos en que no hay malla naranja, lo que les permite, al menos, tener espacio para caminar hacia la vereda norte. Pero la mayoría no tiene otra alternativa que detenerse a mitad de cuadra. Ahí, el transeúnte debe caminar un largo trecho hasta la esquina más cercana acorralado por la malla, por un lado, y por los grandes vehículos, por el otro. Hacerlo resulta demasiado riesgoso.

¿Por dónde salgo?

El tránsito de los vehículos amarillos es fluido. Y, salvo la excavación en la primera cuadra, por las veredas la gente se desplaza sin mayor inconveniente. Pero a la altura del edificio Diego Portales el peligro no está en la calle, sino que en el subsuelo. Justo en el acceso norte del Metro Universidad Católica el techo de la estación fue otra "víctima" de los trabajos de repavimentación. Unos piquetes en el pavimento fueron más profundos de lo debido y dañaron la estructura el lunes pasado, aunque sin provocar peligro para los usuarios. La zona está ahora aislada y se realizan los trabajos de reparación, mientras arriba, en la calle, se realizan los de destrucción.

Otro problema es el que se le presentó a la compra-venta de automóviles Kleinkopf, en el 335 de la Alameda, frente a la Universidad Católica. Ahí sí que hay señales de los trabajos. Enormes pedazos se pavimento fueron removidos, pero dejados ahí, impidiendo cualquier tipo de tránsito. Y ésa es la mayor dificultad, ya que la "destrucción" cerró también la salida de los automóviles de esa comercializadora. "Por suerte tenemos una salida por atrás hacia la calle José Victorino Lastarria", explica Francisco Torres, el gerente comercial.

Sin embargo, al lado hay un estacionamiento subterráneo de un edificio residencial. Y los vehículos no tienen más alternativa que transitar unos 20 metros por la vereda para tomar la calle transversal más cercana.


Los antiguos adoquines que poblaban la Alameda.
Los trabajos se extienden frente al cerro Santa Lucía y la Biblioteca Nacional. A medida que se acerca el centro, el movimiento vehicular y peatonal va en aumento. Se repiten los paraderos simulados en medio de la vía y la cada vez más "apretada" circulación de los buses por las únicas vías habilitadas.

¿Algo positivo? Sí, todas las cosas tienen su lado bueno, dicen. Además de cerrar las pistas, la malla naranja impide que los peatones más arriesgados crucen la Alameda a mitad de cuadra; sin vehículos particulares se nota la Alameda más despejada; además, si un bus queda en 'panne' no hace taco, ya que tiene tres pistas para estacionarse. A la altura del 2500, casi frente al Metro Unión Latinoamericana la remoción del pavimento permite incluso ver los antiguos adoquines que cubrían años y años atrás la que debió haber sido una mucho más tranquila Alameda. ¡Tiempos aquellos!

Pero sólo eso. Lo demás son sólo dificultades que, si bien menores, en el suma y resta colman el ánimo de choferes y peatones. El paisaje no es el más grato. Justo frente al Palacio de La Moneda parece como si pequeñas bombas hubieran caído sobre la principal arteria del centro de Santiago. Pasado de Estación Central, las pistas cerradas están feas, sucias. Más hacia Las Rejas hay excavaciones poco profundas, signos del recambio que está sufriendo la Alameda.


Resulta cada vez más difícil subirse a una micro.
Ojalá su nuevo look, que debería ser estrenado en marzo, valga los sacrificios. Al menos los próximos días no se ven muy auspiciosos: en algún minuto el tránsito por las calles que cruzan la Alameda deberá ser interrumpido, para repavimentar esos tramos, algo que ya ocurre, por ejemplo, en las calles Toro Mazote, Coronel Godoy y Placilla, a la altura del 4000 de la Alameda. Además, desde el lunes la calzada norte completa se cerrará. El tránsito de los vehículos que van hacia el poniente se realizará por dos pistas de la calzada sur, la cual debe ser acondicionada para eso entre la Plaza Italia y Las Rejas. ¿Dónde estarán los paraderos? Nadie lo tiene claro aún.
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