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Sin pastillas o con "uruguayez"...

Uruguay se prepara para jugar con Chile. Y a esta altura, Passarella ya está mostrando las garras. El sábado los celestes pondrán a prueba la tradicional forma de ver el fútbol de los uruguayos.

29 de Mayo de 2000 | 17:08 | El País - GDA
MONTEVIDEO.- Una vez, cuando ya hacía algunos meses que estaba en el cargo pero notaba que su presencia no inspiraba el mismo tipo de sentimientos --ni a favor ni en contra-- que su figura y su trabajo habían generado en el fútbol de la otra margen del Plata, expresó públicamente su aceptación por ese estado de cosas, diciendo que sabía que --sobre todo por ser extranjero-- aquí nadie tenía por qué admitirlo, ni elogiarlo, y tampoco apoyar o identificarse con su estilo de conducción, hasta que su labor recogiera --también en un sentido o en otro, favorable o al contrario-- los primeros resultados.

Mientras llegan --y pasan--esos primeros resultados, como el que se espera en el partido con Chile el próximo sábado, también se da otra circunstancia: Passarella va mostrando las garras.

Por ejemplo: así como pareció tan directo cuando anunció que después del partido con Paraguay renunciaba, como cuando en momentos en que muchos --adivinando el desenlace-- auguraban que para el partido con Chile no citaría a Poyet porque el Chelsea había enviado una carta advirtiendo que no lo podía ceder con la antelación que el técnico anhelaba y él desechó la comodiad de subirse a ese carro para salir a decir, directamente, que no lo había tenido en cuenta "por razones tácticas", después al armar el equipo y el planteo para enfrentar a Paraguay de visitante, como ahora al hacer lo mismo para jugar con Chile de locatario, Passarella da claras señales de que estaban equivocados aquellos --como uno-- que en el primer partido que dirigió a Uruguay ante Costa Rica pensaron que su propósito de hacer jugar a la selección con un estilo equilibrado, balanceado, pero abiertamente más liberal que el tradicional contragolpe que ha caracterizado casi desde siempre al fútbol uruguayo, tenía que ver más con una velada intención de no despegarse abruptamente de esa nueva línea que impuso en las selecciones celestes el trabajo de Víctor Púa que tan buen recibo tuvo en el hombre de la calle, que con la filosofía futbolística a la que en realidad se ceñiría Uruguay de allí en adelante.

Pues bien. Viendo a la selección que se prepara para enfrentar a Chile, mientras se escuchan reclamos de que el técnico ponga a algún volante más de recuperación de pelota para ayudar a Pablo García en el mediocampo, va un consejo sano: a todo aquel que siga apegado a esa diáfana "uruguayez" de pedir marca --aunque luego se pregone que "cualquiera toca mejor que nosotros, hasta los venezolanos"-- antes de un partido que hay que ganar y, por tanto, jugar al ataque, lo mejor es recomendarle que no vaya al estadio, o que lo haga con un blister de pastillas para los nervios si, de acuerdo a lo que es su gusto futbolístico, su mejor sedante sería ver a un equipo que trate de buscar el arco rival sin reparar en los medios, sea como sea, desde el primer instante.

Es que, de acuerdo a lo visto, este Uruguay va a volver a intentar jugar como lo intentó hacer ante Bolivia: tratando primero de recuperar la pelota por cantidad de hombres presionando sobre el campo adversario, no por cantidad de hombres de marca, y procurando atacar después en base a las virtudes que esos mismos hombres tienen para manejar la pelota con prolijidad y por abajo, tal como lo advirtió en forma muy abierta el propio Passarella la semana pasada, cuando dejó escapar cuál podía ser su receta preferida para cocinar un triunfo el sábado, diciendo que "el camino más limpio para llegar al gol, a veces no es el más rápido".

DOBLE FORMULA

Este Uruguay, entonces, está asentado sobre esas bases. Y como no hay marcha atrás, hay que aceptarlo o... no acompañarlo. El que vaya al estadio debe saber con qué va a encontrarse. Tan es así, que --como se vio también ante Bella Vista el sábado pasado-- lo que mejor domina este equipo por ahora, pese a su poco trabajo, es la doble fórmula defensiva en la que debe asentarse el funcionamiento global de un conjunto dispuesto a jugar al ataque, pero partiendo de la base de que al mismo tiempo debe lograr el control total de una dupla ofensiva como la que componen Zamorano y Salas: sin cometer locuras tácticas ni caer en audaces desapegos a los ancestrales estilos que han caracterizado desde siempre al fútbol uruguayo, Passarella parece haber armonizado correctamente aquella comprobación que hizo a poco de asumir el cargo, y a la que aludió cuando le preguntaron por qué Uruguay no iba a jugar con tres el fondo, como lo hizo Argentina en el Mundial de Francia, y respondió que "el futbolista de acá (Uruguay) está más acostumbrado en línea de cuatro"; esto es: aún jugando de esa forma, marca a los puntos rivales en zona, y logra que esa línea final de cuatro defensores se quiebre de una manera que la convierte en un módulo defensivo de un líbero y dos stoppers, cuya composición varía según sea el flanco de la retaguardia por donde caiga el ataque del adversario.

Es decir: cuando el rival llega por la derecha del fondo de Uruguay, el líbero es Lembo, mientras Méndez y Montero, toman las marcas personales de Zamorano y Salas; y cuando el rival llega por la izquierda del fondo de Uruguay, el líbero es Montero y los stoppers son Lembo y Darío Rodríguez, con el agregado de que cuando éste último o Méndez no componen ese triángulo final, no cierran inicialmente por detrás de sus compañeros para terminar conformando la rigidez de una línea de cuatro, sino que más bien esperan para tomar la llegada de algún volante contrario.

JORGE SAVIA
El País - Uruguay - GDA


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