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Ábrele a la U

14 de Enero de 2005 | 11:34 | Amanda Kiran
Se cerró la admisión para postular. Eso me dijo la vieja. ¿Pero cómo? ¿Si en el diario decía que se terminaba mañana?, contesté. "Sí, pero ya se cerró. Hay demasiados inscritos y pocos cupos".

¡Por favor... no!, exclamé. Traigo todo, el dinero en efectivo para el examen de admisión, mis papeles, el resultado de la PAA (en mi época). Todo listo.

-Realmente, lo siento señorita. ¿Cuál es su nombre?
-Amanda.
-Ah. Lo siento señorita Amanda. Ya es muy tarde.

Y me cerró la puerta en la cara. Es que eran las 13:30 horas. La tripa la estaba llamando, seguro.

Mala idea ir a la hora de almuerzo para inscribirme en la Universidad. La vieja era tremendamente fea. Y tal vez no era tan fea, pero su pésima voluntad y el portazo en conjunto, la dejaron como una vieja intrínsicamente fea. Y si daban información errada en algún medio, no era mi culpa.

Yo estaba en Chiloé cuando salieron los resultados de la prueba. Y volví en cuanto pude. Pero los pasajes no llovían, como el clima. Y era difícil encontrar en esa época pasajes en bus o en tren de vuelta a Santiago.

Mi hermano –razón de mi estadía por esos lugares- tampoco me podía ayudar mucho. No sabía cómo. Lo único que pudimos hacer juntos fue ver las carreras que me (nos) tincaban y entonces, con eso, hacer un listado de los días y horarios que aquellas universidades nos atenderían.

Así que fue esa información la que me llevó a donde esta vieja fea.

Lo que sí recuerdo que era complicado elegir. Terriblemente complicado. Decidir a esa edad, con esa madurez de cabeza, algo a lo que le dedicarás tu vida, era para mí imposible.

Muchos tienen la foto clara. Yo no era una de esas personas. Y eso era un tremendo peso. Enorme.

Pero los aplausos de ánimo los recuerdo aún en mi cabeza. Entonces, no me podía dejar abatir por ese portazo en la nariz. Así que fui a las demás opciones.

Di un examen de educación física completo para estudiar esa carrera. Canté en otro lugar para dedicarme a la música. Estuve en una escuela de relaciones públicas. Terminé en otro lugar, lista para ser fotógrafa. Fue una tarde inolvidable. Terrible, acalorada, dando bote, perdida.

Pero lo que más recuerdo de ese día, es de esa señora. Cómo la voy a olvidar. Me cerró la puerta para estudiar lo que yo quería. En los otros lugares -donde se impartía mi carrera- no me alcanzaba el puntaje. Y ella no me dio la oportunidad.

Toda mi vida y mis decisiones se complicaron con ese portazo. En ese momento no me di cuenta. Lo vine a entender mucho después. Ahora me doy cuenta que hay que seguir tocando la puerta. No derrotarse ante el primer no. Todo lo contrario. Hacerse más fuerte ante ese "no".

Porque después es demasiado complicada la valoración personal que le vas a dar a todas las cosas y a ti dentro de ellas.

Así que cuando las puertas se te cierren, ve realmente cuánto te importa. Entonces, llévate un saco de dormir (si es necesario) al lado de aquella puerta, hasta que la abran. Aunque sea fea la vieja que abra la puerta. Tu futuro puede quedar atrapado tras esa puerta.

Sinceramente, no vale la pena dejarlo atrapado, porque hay que vivir con él por el resto de tu vida. Y es peor con la imagen de una vieja fea en tu mente por demasiados años.


Amanda Kiran
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