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Mis sueños

20 de Mayo de 2005 | 18:03 | Amanda Kiran
Y es que tuve un sueño. Y en ese sueño había cambios, había colores, había bulla y había descontrol positivo.

Y siguió, y el sueño estaba conmigo. Yo volando por arriba de una cancha, que llevaba de fondo mi nombre y el color de mi corazón. Y cuando pasaba el tiempo, seguía creciendo la gente allí dentro, seguían pasando cosas buenas, y se seguía teniendo fe, de que algún día pasaría lo mejor, aunque yo ya no estuviera. Una copa, un campeonato, una medalla, de algún color brillante. Tan brillante, que el resplandor dejara ver cada color real.

Color real de cada una de las banderas que colgaban en aquel lugar. Banderas de todas las fronteras, y más allá de ellas. Y es que soñar es tan completo, porque dentro de la irrealidad se esconden los "sueños". Y más bien anhelos de que algo así ocurra, y de que no se necesite poner ningún punto sobre ninguna "i" para que su final sea cómodo y bien hecho.

Pero luego me doy cuenta que estoy llevando algo, de una forma muy egocentrista. Tal vez hasta egoísta, y que perjudica a otros por no ver bien el final real.

Y es que luego me miro y veo que mi cuerpo ha cambiado, y que mis sueños han cambiado por ello. Porque mi alma está experimentando una fase nueva, dentro de la cual tal vez no me sentía tan preparada. Y sin darme cuenta, me estoy atormentando por algo que sinceramente en este momento no es importante.

Pero es que es cambiar una cosa por otra no es tan fácil. Y en éste, mi caso, es cambiar algo como un hijo por otro. Qué ganas de explicarlo, pero no he podido de ninguna forma… No se puede. Y no creo que sea necesario. Habría que entrar de lleno a mi corazón para poder estrujar lo que tiene adentro. Y claro que hay miedos, penas, frustraciones, alegrías. Claro que hay egos, valores, esperanzas y sueños perdidos. Claro que me veo volando o corriendo con la misma velocidad, en 5, 6 ó 7 meses más. ¿Qué importa eso ahora?

Pero quién entiende la mente y el corazón complejo de una mujer esperando algo, o a alguien a los treinta y tantos. Nadie. Ni siquiera el propio corazón. Porque está perdido en tonteras. Tonteras que hoy ya parecen sin valor. Y volvemos a la cama, a la mente, al sueño. Volvemos al desvelo, a la noche, al sonido de la lluvia, que esta semana, en belleza pura, ha estado tan presente.

Y es que en esta columna estoy desvelando, de forma tan compleja, todo lo que aprieta mi alma. Y es que ser mamá no es una tarea tan fácil. Y soñar con ser una buena, tampoco lo es. Pero está ahí, día a día contigo. Y de a poco, noche a noche sin dejarte dormir. Antes de tiempo.

Y estoy acompañada, y también feliz. Estoy agradecida, y también confundida. Pero más que nada, estoy lista para ser lo que tengo que ser.

A veces nado, a veces camino. Ya no corro, por ahora no puedo. Y pensé que eso me hacía ser menos, pero me doy cuenta que esa es la primera regla para ser más, mucho más.

Y ahora ya está terminando el sueño. Me concentro, cierro lo ojos y veo. Es un niño. Un hombre. Un futuro campeón.


Amanda Kiran
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