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16 de Septiembre de 2005 | 17:15 | Amanda Kiran
Esta semana es puro mundial para nuestros ojos. Son nuestros.

Todos los que sentimos este deporte como parte de nuestra vida: el hockey césped.

Ya se dio el pitazo inicial a los partidos de este certamen, que como conté en la anterior columna, es un hito histórico en nuestro país. También se vio y escuchó una ceremonia de inicio a este Mundial, tranquila y sin mucho parlante latero. Lo mejor, el himno nacional.

La alegría de hoy es saber que no solo se dio inicio, sino que se dio un inicio feliz para las locales. Con una parada en la cancha de adultas, y una garra que no siempre me había tocado ver, tanto dentro como fuera de la cancha, estas pequeñas-grandes jugadoras ganaron lo que tenían que ganar.

Pero eso no es fácil, y eso es lo que más contenta me pone. Tal vez, uno sabe y siente que es mejor equipo que el del frente, pero así y todo, no es llegar y meter goles. Hay que correr, hay que creer y hay que lograr entrar al arco.

Ahí estuvo la mayor gracia de todas las jugadoras de este partido (contra China). Entraron corriendo desde el minuto uno. No se desconcentraron ni bajaron los brazos por alguna mala jugada -personal o global- que es lo que a veces suele liquidar a un equipo entero.

No, ellas volvían a recuperar y a intentar arreglar lo que habían "desarreglado". En general, el equipo fue siempre más que China. Y eso es notable. El público, sinceramente, se caía de las gradas.

No había espacio para un alfiler en el club Manquehue, que amigablemente nos tendrá que recibir por diez días y en forma gratuita. Las personas, los familiares, los amigos, los compañeros, todos con los ojos iluminados viendo que, por fin, el fruto del trabajo y el esfuerzo de muchos eran vistos a través de estas 18 jugadoras: 16 en cancha y 2 fuera de la banca, pero dentro del plantel.

Todos formaban parte de esta noche fría, que se fue acalorando no sólo por la cantidad de personas, sino que por las veces que nos hicieron levantar de los asientos para celebrar.

Goles, buenas jugadas, excelente actitud, buen arbitraje, muchos cambios estratégicos, mucha garra y ganas de demostrar que se puede, que se quiere, y que se va a seguir luchando.

Luego vino el jueves... Otra noche fría, pero menos que el miércoles, que vio un primer tiempo de sueños. Chile 2-0 arriba se iba a descansar y a preparar el segundo tiempo. Desde afuera sabíamos que España se vendría con todo. Y así fue.

Era difícil mantener el marcador si no se hacía otro gol, y finalmente España, a escasos minutos del término del partido, equiparó la lucha. Las chilenas quedaron tristes porque les empataron, yo -personalmente- quedo tranquila, porque todo esto ha sido mucho más de lo que hemos visto. Y ya están clasificadas dentro de su grupo, que es lo importante.

La exigencia personal del equipo me parece muy buena, mientras no afecte los siguientes resultados que, aunque suene repetido, son históricos. Sinceramente, lo que suceda después de estos partidos no me va a quitar para nada la alegría que he vivido, por primera vez, en duelos internacionales y sentada entre el público.

No sólo tengo compañeras de equipo en este plantel, tengo ex alumnas que fueron niñas menores de 11 años bajo mi tutela alguna vez. Eso me llena de orgullo.

Es lógico, uno no enseña cómo jugar bien, eso viene, pero sí se puede transmitir el amor y la pasión por este o por cualquier deporte, y eso me gusta mucho. Me pone feliz y me llena de orgullo, aunque no tenga ninguna trascendencia. Algo muy personal.

Queda un duelo bastante difícil por el grupo. Australia. Hay que seguir dando y demostrando lo mejor. Seguramente va a ser así. Van a subir el nivel y, por qué no, nos dan otra sorpresa. Eso creo.

Sueño con llorar de emoción por un triunfo aun más inesperado. Con que ellas puedan rozar más de cerca lo que se merecen. Para todos nosotros eso sería un regalo de septiembre realmente perfecto. Si no es así, nada me va a quitar esta alegría.

Pero sigo apostando y poniendo los ojos en un Chile diferente, que se la puede. Que no tiene miedo, que quiere jugar y quiere ser más. Y en este preciso momento, con todo respeto, heroínas ya son.


Amanda Kiran
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