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La muerte de un hermano/a

20 de Octubre de 2008 | 13:30 |
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La muerte de un hermano durante la adolescencia es una experiencia muy difícil, es como si el mundo que de repente se diera vuelta entero. ¿Cómo puede un joven mantener su precaria estabilidad?, ¿cómo puede alguien hacer frente a una terrible experiencia que no sólo afecta al adolescente, si no también a los adultos más importantes de la vida de este?

“Me siento tan raro, a veces, no puedo hablar con mis padres, simplemente no expreso mis sentimientos para no complicarlos más. Tratan ahora de protegerme más de la cuenta, ahora sólo quedo yo en la casa, tengo 17 y mi hermano que tenía 15 ya no está. No alcancé a decirle cuanto lo quería, mis papás están como aturdidos, todos estamos tratando de sobrevivir. La mayor parte del tiempo simplemente quiero estar con mis amigos, pero ellos tampoco son los mismos ya. A veces se compadecen de mí. ¡Odio sentirme tan confundido!”

Para el adolescente perder un hermano/a es una experiencia muy difícil, más aún si no hubo tiempo para despedirse y reparar aquellas peleas o resentimientos. Es necesario poder ir elaborando lo que quedó inconcluso: comprender los sentimientos, emociones y fantasías que esta situación produce.

Por otra parte, este puede sentirse muy culpable por las peleas, discusiones y maldades que le dijo o hizo a su hermano/a, todas estas situaciones requieren de un espacio contenido para la elaboración.

Es esperable que el adolescente se sienta deprimido pues ha sufrido una gran pérdida. El dolor y desconcierto son parte importante de las etapas iniciales, luego surge la rabia y el deseo de comprensión de la situación y posteriormente poco a poco se va reorganizando la vida, aceptando la situación y ojala aprendiendo de ella.

Es importante entender que para un hijo despedirse de su hermano/a y elaborar un duelo durante la adolescencia se hace aún más complicado, pues esta etapa en si misma es una despedida de la infancia. A veces el adolescente puede sentirse muy exigido y creer que tiene que llenar el espacio vacío que ha quedado en la familia. En general, los padres no pueden acompañar a sus hijos en este proceso por su propia condición dolida y es importante consultar.

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