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Ricardo Meruane: Quiero desenmascarar a Chile

Tuvo que pasar un año de duelo y retrospección, para que superara las pifias de Viña 2011 y se concentrara en un nuevo proyecto humorístico. Hoy, además de su docureality “Gracias, no se molesten”, promete un café concert en el que sacará los trapitos de los chilenos al sol.

06 de Marzo de 2012 | 16:13 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Carla Dannemann, El Mercurio
“¡Nadie rompió mi récord! ¡Todavía soy el último pifiado de Viña!”, dice con una alegre resignación Ricardo Meruane. Aunque haya pasado ya más de un año desde que el Monstruo se lo comiera sin anestesia, el recuerdo del angustiante momento que pasó el humorista en 2011 revivió este verano, cuando en el Festival Viva Dichato no corrió mejor suerte.

“Gracias, no se molesten”, fue la frase que sonó una y otra vez, de boca de Meruane durante los tensos veinte minutos en que una lluvia de pifias cayó sobre este hombre, de pie en el escenario de la Quinta Vergara. Y esas mismas palabras son las que hoy lo tienen en pantalla con un spot publicitario y hasta su propio docureality.

En el programa, transmitido por Vía X, pasó toda la primera temporada visitando colegas del humor y distintos personajes de la televisión y la política, pagando penitencias por su fallido show en Viña y anotando consejos para no volver a sufrir el “duelo” que, como dice, debió vivir tras el fracaso.

“Fue un año más o menos denso, pero gracias a Dios las cosas van dando vuelta”, cuenta tras grabar un capítulo de la segunda temporada de su espacio televisivo, y agrega que está muy entusiasmado, escribiendo lo que vendría a ser su tercer café concert en su carrera.

“Ya estoy cansado de los chistes cortos, del humor que no hace a la gente pensar. Extraño el entrelínea, la sutileza, la crítica. Quiero volver a implantar ese estilo y, sobre todo, tener un humor con opinión. No opinante, sino, ya sabes lo que viene detrás”.

Su tema será el desarrollo del país, “algo que ya de por sí es un chiste”, dice. “Cuando se habla de desarrollo se habla en función de la plata. Pero si mañana ganamos 500 mil dólares per cápita, ¿vamos a ser desarrollados? No. Es cuestión de ver cómo el subdesarrollo nos pega un bofetazo todos los días en las noticias y en las cosas más básicas; no entendemos que la luz roja de peatones indica que no se puede pasar o que la bocina no es un timbre. Y le anteponemos etiquetas a todos: Pablo Neruda, comunista, Gabriela Mistral, lesbiana y O’Higgins, guacho”.

“¿Así cuándo vamos a ser desarrollados? hay que ver cómo quieren a Maradona, a pesar del numerito que se mandó y que le costó un Mundial a Argentina. En cambio aquí, al ‘Cóndor’ Rojas lo tenían condenado a muerte. Volver a pararse en este país cuesta mucho”.

-¿Cómo lo hiciste tú?
“Yo lo hice porque, de partida, no estoy en esto por ser una alternativa laboral. Yo tengo mi profesión (técnico en matricería) y me podría haber dedicado a eso, pero hago esta cuestión por vocación y tengo consideradas las pérdidas. No soy como La Polar, voy a las pérdidas también, y esa es la gracia. Yo viví un proceso, un duelo, igual que cuando se te muere un pariente”.

-Dices “duelo”, y has comentado haber estado en un pantano. ¿Tan fuerte fue?
“Claro, porque fue un mazazo, una cuestión que miras para atrás y todo lo que hiciste no tiene sentido. Quedas como gato con mariposas, fue fuerte. A parte del impacto inicial, que son las pifias, viene lo posterior, que es peor, cuando cachas que ya no te llaman para las pegas y escuchas un murmullo cuando pasas. Porque así somos los chilenos. Estamos en un paraíso con las redes sociales, porque ahí sí que te hacen pebre. No es como antes que el que no vio una rutina, no la vio no más. Pero ahí quedé para siempre en internet. Hitler ya me ha llamado como cuarenta veces. Así que hay que tener cuero de chancho”.

-¿Cómo te lo creaste?
“Tuve que hacerme un autocoaching. Son tres o cuatro meses que quedas medio perdido; te acuerdas de actuaciones anteriores y de que siempre estaba la meta de llegar al Festival, y que al final, no resultó. Claudio Reyes me hizo terapia de shock. Como a los cinco días fuimos a una parcela que tiene y, mientras comprábamos cosas, le decía a la gente: ‘¿Usted, lo ubica a él? Este fue el huevón que pifiaron’. Al final se lo agradecí, porque en adelante quedé vacunado.

-¿Te aferraste a tu humor como terapia?
“Claro, y es lo que cualquier persona tendría que hacer para salir adelante. Pero la diferencia, en mi caso, es que lo que yo hago es una cosa pública, y me lo encaraban a cada rato. Cosa divertida que decía, me contestaban ‘esa huevada debiste contar en Viña’. Así que ya no quería decir nada gracioso. La gente común no está expuesta a la presión del público, que empieza a testear y te pifia antes de que salgas al escenario, así que tuve que aplicar charlas automotivacionales con lo que he predicado, como que hay que ser optimista. Yo habría podido irme por el copete o cantar tangos en los programas, contando lo que me pasó, pero no. Ahí no más, estoico y mala cueva. No soy una víctima”.

-¿Qué consejos recibiste?
“La doctora Cordero me dijo que tenía que hablar, todos los días, media hora del fracaso; que era la mejor forma de expiar eso. Antes de que ella me lo dijera, yo hablaba todo el día de la cuestión. Le hice un escáner de diez cortes, viendo dónde estuvo el error, fijándome hasta en cosas como que esa fue la primera noche donde el público no le pidió beso a los animadores... Fue para volverse loco. Hermógenes Pérez de Arce, me dijo que si yo hacía humor político, tenía que hacer humor político, y ése fue mi error; entrar contando chistes de huasos y suegras, que por surte ya sepulté”.

-¿Y qué pasó en Dichato, si ya tenías todo revisado?
“Ese fue un suicidio consciente. Pero la gran enseñanza es que si yo propongo algo y no se acepta, para la casa. Ya no me adapto más. Yo quería hablar del Twitter y me dijeron que las personas de región no iban a cachar nada. También quería hablar del terremoto, pero me dijeron que cómo iba a hablar de eso si estábamos ahí mismo. Lo de Dichato fue consciente y hasta entré pre pifiado. Pero aproveché de matar unos chistes que me tenían chato”.

-¿No te has cuestionado el seguir siendo humorista?
“¿Pensar en un retiro? No, es como si un director técnico se cuestionara su carrera después de perder la final de un Mundial de Fútbol. Lo que sí, me replanteé dónde estuvo el error, y el mío fue no ir con mi humor político, sino que ir con ropas ajenas. Para el vómito”.

-Y para eso viene el café concert.
“Sí, para desenmascarar a este país. Quiero ver realmente cómo somos. Me gustaría que nos sacáramos ese diminutivo apestoso del ‘tecito’ y el ‘pancito’ y que nos la creyéramos, que es lo que nos critican nuestros vecinos. Fíjate cuando alguien habla en el metro, si lo hace fuerte, todos lo miran feo y lo encuentran ordinario. Está la típica rutina de la fila del banco, que si se cuela alguien, el argentino le dice: ‘¡Salí de ahí, papa frita! ¡Boludo, qué te creés!’. Pero el chileno... (Silba y se tapa la boca) ¡Ya pueh, salga de ahí!’”.

-¿Tienes ganas de reivindicarte en Viña?
“Sí, tiene que ser así. Pero es un proceso largo, y día a día tengo que volver a imponer mi estilo. Ya no transo. Quiero dar cosas que sean de mi puño y letra, que no sean complacientes”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“No soy como esa gente que cree que su hobbie es escuchar música, porque tiene que ser un pasatiempo que te haga crecer también. Cuando chico coleccionaba estampillas y tarjetas postales, lo que me permitía tener una visión del mundo. Una vez vi una tarjeta postal que le llegó a mi hermana, que decía abajo ‘coleccione tarjetas postales’, y yo le hice caso. Además, tengo una manía con el agua. Me he visto arreglando cañerías en los hoteles a los que voy. Si entro a un baño y siento un ruido raro, lo trato de arreglar. Me enferma que el agua esté corriendo. A veces le digo a la gente que no desperdicie el agua y me dicen: ‘Para eso la pago’. Pero el agua es de todos”.
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