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Sebastián Lía: "Nunca le he tenido miedo a la muerte"

Cuando le dijo a su familia que podía hablar con los muertos, fue difícil y debió demostrarles con hechos que por algún extraño motivo, podía saber nombres y recuerdos de personas que habían fallecido, pero que él nunca conoció. Miedo a los fantasmas, nunca tuvo, pero el médium de TVN confiesa haber pensado en un minuto que estaba volviéndose loco.

07 de Agosto de 2012 | 15:36 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Sergio Alfonso López, El Mercurio.
“Yo no soy gurú de nadie. Nunca me verás vestido con un túnica blanca, ni formando sectas o religiones”, aclara Sebastián Lía, argentino, casado, padre, comunicador audiovisual y médium.

En medio de toda una batahola de desprestigio de varios espiritistas, este hombre de 42 años apareció con su programa en TVN (“Medium”), dejando sobre la mesa la opción de que, tal vez, no es tan loco creer en la posibilidad de hablar con el más allá.

“Que una persona se pare frente a una cruz, con sotana, y diga que está hablando con Dios, me parece casi o tan delirante como decir que uno habla con los muertos. Lo que pasa es que uno ya está como acostumbrado que haya curas”, dice en el edificio en el que realiza sus sesiones prácticamente de lunes a viernes.

Éstas, además de ser luego editadas para transmitirlas todos los miércoles a las 23 hrs., son parte de una investigación de su Intangible Lab, que el ex director creativo de Cartoon Network y el hombre que en su momento montó algunos shows de Shakira, comenzó cuando decidió tomarse en serio lo que le venía pasando desde hace tiempo; por alguna razón que aún desconoce, ve en su cabeza información de la que no debería tener la menor idea, y puede comentar casi con precisión, recuerdos y nombres de personas que han fallecido.

“Hay una sensación como que se tapa el oído. Lo sientes en la espalda, sobre el hombro, como si estuvieran parados atrás de uno”, dice con naturalidad Lía, antes de explicar que la finalidad de su análisis es comprobar su contacto con el otro lado, descartar la telepatía y generar una nueva teoría de cómo podrían ser las cosas en el mundo de los muertos.

Sin embargo, en la práctica, sabe que su objetivo es ayudar a las personas a superar sus duelos. No es fácil. Cada sesión está cargada de tristeza, de recuerdos felices que se hacen dolorosos al extrañar a un ser querido. “La idea es que una mamá que perdió un hijo pueda levantarse a la mañana; que sepa que él sigue existiendo, que no fue en vano. Que tenga la esperanza de que se van a volver a juntar, creo que es sanador”, comenta.

-Dices “yo hablo con los muertos” como quien dice “yo sé tocar piano”.
“Claro, pero costó mucho tiempo poder decirlo. Lo manejo con naturalidad y mi equipo de gente también. Es como estos cirujanos que hacen veinte operaciones al corazón en la semana, y pierden la noción de lo que están haciendo. Uno va perdiendo la capacidad de sorpresa. Además, vivimos en una época donde los milagros están un poco desprestigiados”.

-Últimamente, también se ha desprestigiado el oficio de los médiums. Tú mismo has dicho que no le crees a la mayoría.
“No le creo a nadie. Hay muy pocos a los que les creo. Cuando uno se para y pone los ojos blancos y se pone a tiritar, sé que no le tengo que creer. No digo que no tengan algún don extrasensorial, pero si alguien tiene cierta capacidad de intuición y se pone en una plaza a leer el tarot, por ejemplo, ya no le creo. Uno no tiene la capacidad de funcionar intuitivamente todo el tiempo. Tiendo a pensar que son todos chantas. Eso sí, soy amigo de gente, aquí y en Argentina, que los he visto hacer cosas impresionantes”.

-¿Nunca te dio miedo en algún minuto todo esto?
“No, nunca. Es que nunca le he tenido miedo a la muerte, ni de chiquito. Soy una persona muy poco miedosa. Le tengo más miedo a ocupar la línea de crédito, a los banqueros”.

-¿Ni siquiera al temor de estar volviéndote loco?
“Eso sí. Cuando todo esto me volvió a empezar hace unos diez años, lo primero que pensé era que me estaba psicotizando. Creo que la gente que recibe este don, si no está muy bien parada psicológicamente o acompañada por algún terapeuta, tiende a volverse loca, a tener alucinaciones y perder el centro. Tuve miedo, pero ya no. Nunca tuve una experiencia negativa. Tampoco me he conectado con gente muerta que haya sido asesina o violadora. No me meto en esas cosas”.

-¿No hay gente muerta mala?
“A mí no me ha aparecido. Lo otro es que  no me aparecen durante el día. Solo hago mediumnidad cuando estamos en sesiones. Siento que del otro lado hay un tipo de organización. Ahora que salgo al aire me mandan miles de mails, me llaman por teléfono todo el tiempo, me piden amistad en Facebook, me siguen en Twitter; hay un tsunami de gente. Pero eso no pasa con las personas que están del otro lado. No soy perseguido por gente muerta que quiere contactarse con sus seres queridos. No tengo una lista de espera del otro lado. Eso me hace pensar que no hay alguien que se muere y queda flotando a la deriva. No tengo el concepto de alma en pena”.

-Tienes un hijo de 9 años. ¿Sabe de todo esto?
“Tuve que contárselo. Mi hijo está formado dentro del agnosticismo, no dentro de la creencia. Le dije que tiene un papá que puede hablar con los muertos, pero que era algo secreto, que no debía comentarlo con los compañeros, porque le iban a decir que estaba loco”.

-¿Se asustó?
“Un poco. Tuvo unas noches de pesadillas, pero él sabía algo, porque cuando le conté no se sorprendió. Eso sí, se metió en secreto a mi blog, leyó y vio mis videos y lo reté. Lo otro es que él también tiene. Él heredó. Pero yo no se lo digo. Dice que habla con alguien, y yo le digo que debe ser su ángel de la guarda o un amigo invisible. No le incentivamos a que lo tenga presente”.

-El resto de tu familia y tus amigos, ¿cómo se lo tomaron?
“Salir del clóset es heavy, porque uno se enfrenta a todos los prejuicios. Así que no queda más que hacer demostraciones, una tras de la otra. Con mi familia fue súper duro. Después, en el trabajo. Yo estaba en una universidad, y me paraban en los pasillos para pedirme sesiones, o había gente que trabajaba para mí que decía que yo era el ‘argentino chanta’. En el momento en que decidí decirlo fue porque sentí que no tenía otra opción. Descubrí algo que no podía quedármelo callado. No me aguantaba a mí mismo”.

-¿En lo que llevas haciendo tu investigación, hay algunas cosas que se repitan como para tener más o menos una teoría?
“Yo creo que la vida se abre paso a como de lugar, se adapta, evoluciona. Entonces, que una persona se muera, no quiere decir que se pierda su bagaje intelectual. Pero insisto, esto lo digo desde el contexto de que no es posible saber la verdad. Hay otros médiums más potentes que yo que sacan conclusiones con las que no estoy de acuerdo.
“Cuando uno se muere sigue siendo una persona, un individuo. No perdemos la personalidad, las redes afectivas, los recuerdos. Si uno ve las sesiones, estas son muy diferentes una de otra por más que se use el mismo método. Y eso depende de la persona que está al otro lado. Si me conecto con una persona que tenía una baja educación, va a ser así. No es que se transforme en una persona sabia al morir”.

-¿Se sienten felices?
“Sí. Es parecido al cielo cristiano y judío y musulmán. Hay un relato de amor, de felicidad”.

-Los capítulos de tu programa son bastante emotivos. Hay mucho dolor.
“Sí. Yo me contengo mucho frente a las cámaras porque me da vergüenza. Es como que un doctor que se ponga a llorar cuando te dice que tienes cáncer. Pero me afecta muchísimo. Estoy llorando mucho últimamente. Yo no me preparé psicológicamente para el dolor ajeno, así que fui aprendiendo en la marcha lo que es el duelo, pero todavía no me acostumbro al dolor. Por eso cuando una persona está frente mío y se pone a llorar porque se le murió su hijito de diez años, me pongo a llorar también”.

-¿Qué haces para superar eso?
“Hago terapia una vez por semana. Voy donde una psicoanalista súper tradicional, freudiana, atea, y me sostengo ahí. Lo otro es que lloro no más, ¿qué voy a hacer? Está bien llorar. Uno se quita un peso de encima.
“Trabajo con un grupo de duelo que ayuda mucho a la gente. Son puras mujeres que perdieron hijos y hacen esta ayuda gratuita. La gente entra y enseguida le llegan diez mensajes de ‘cuéntame a quién perdiste’, ‘qué sientes’... Le dan consejos, libros para que lean, sin ser religiosos”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Antes que esto habría preferido ser chef. Yo cocino la raja, me encanta. También me gusta leer mucho de sociología post moderna y sobre el cerebro. Soy un fanático de la neurociencia. En algún momento me gustaría someterme a un escáner y hacer una sesión. Estoy tratando de conseguir uno inalámbrico que hay, para conectar los electrodos y ver qué parte de mi cerebro funciona y si de verdad es un sentido que tengo. En realidad, nosotros tenemos once sentidos, no cinco...”.

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