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Mauricio Acuña: El ciclista que no venderá su auto

El arquitecto, conductor de “Baik” (Canal 13 cable), tiene como misión que cada vez más gente ande en la ciudad en bicicleta. En su caso, desde que decidió dejar de moverse en auto, ahorró plata, se desestresó y asegura ser más feliz.

30 de Octubre de 2013 | 08:32 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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Valentina Campos, El Mercurio.
Si él no podía bajarse del auto y transportarse en bicicleta, nadie podría. Con esa determinada creencia, Mauricio Acuña (36)  decidió hace unos dos años despedirse del auto de lunes a viernes –y de los tacos, pagos por estacionamiento y dinero de la bencina-, para, como dice, ‘pelusear’ en pedales y volver a ser niño de nuevo.

El arquitecto y profesor universitario, es un fiel defensor de la sustentabilidad y causar el menor impacto posible en el entorno, y, motivado por esa pasión, es que estaba convencido de que si alguien con esos principios no podía dejar de causar atochamientos y contaminación en Santiago, es poco probable que la gente común se motivara a hacerlo. Pero lo logró.

El hoy animador del nuevo programa de Canal 13 cable, “Baik”, no solo se empoderó de los pedales y hoy se mueve para todos lados en su bici plegable –que no tiene cadena, sino que correa para no mancharse la ropa y poder llegar impecable a las reuniones de trabajo-, sino que difunde desde su página web que lleva el mismo nombre que el espacio televisivo, toda una cultura de ciclismo urbano, que tiene como único objetivo que cada vez más gente se suba a una bici, sea por los motivos que sea, desde conciencia por el ambiente, diversión, hasta deporte o tirar pinta.

“Como a cualquiera, a mí me encantan los autos, pero para disfrutarlos, prefiero usarlos los fines de semana, y no en un taco, viendo a la gente de al lado, que también está metida en el taco en sus autos, siendo tan infelices como yo, escuchando la misma radio y viendo cómo la bencina baja y el tiempo pasa sin movernos del lugar”, dijo este “Neruda de las bicicletas”, como lo ha bautizado Alfredo Lewin, tras ser uno de los invitados a su programa del cable.

Allí, distintos personajes se pasean en una bici doble, dirigida por Acuña, haciendo lo que cualquier ciclista hace cada vez que se aventura a pedalear: disfrutar de la ciudad y relajarse. “Yo lo logré”, afirma Acuña. “Y eso que no anduve en bicicleta toda mi vida y no soy para nada un atleta”, dice el hoy declarado fanático ciclista.

-¿Cómo fue decidirte a irte a trabajar en bicicleta? Una cosa distinta es dar vueltas a la manzana por gusto, pero otra es dejar el cómodo auto…
“Después de comprarme mi plegable –que me sirve para hacer conexiones en el metro, por ejemplo- me desperté temprano porque no sabía cuánto me iba a demorar. Y partí, tranqui. Ahí me di cuenta que el tramo que yo hacía en metro -cinco estaciones en 23 minutos-, lo hice en 18 el primer día. Así empecé a llegar antes a las reuniones y me ahorraba el dinero que pagaba en bencina, en el metro, en estacionamientos, y todas las molestias agregadas”.

-Suena fácil, pero ¿qué pasa con la presentación? Nadie quiere llegar transpirado al trabajo…
“Yo no tuve mayor problema con eso. Lo que pasa es que tienes que programarte para ir tranquilo. Lo he hecho y llego impecable a las reuniones. Además, si ves en otros países, como Inglaterra u Holanda, ves a parlamentarios que se van a sus trabajos así y llegan también impecables.
“El viento hace agradable el camino cuando tomas el camino con sombra. Adentro del metro y un túnel, no se qué sensación de brisa puedes llegar a tener.
“Hoy, además del ahorro en plata y tiempo, llego mucho más contento a mi casa y de mi casa a la pega, porque echo a correr la mente. Una bicicleta sin duda te hace la vida más fácil, sea para lo que la uses, y andarás más tranquilo y serás más feliz”.

-¿Tan así?
“Sí, además que te da una mirada de ciudad a una velocidad más lenta que el auto, así que te permite estar conectado con el entorno. Puedes cambiar las rutas todos los días, al mismo tiempo que te sientes como cuando eras chico, cuando jugabas con el equilibrio y te ponías nervioso hasta que dominabas el pedaleo”.

-¿Es Santiago una buena ciudad para pedalear?
“Sí, es súper pedaleable. Es una ciudad relativamente plana y no necesitas más de tres cambios, a menos que vivas en San Carlos de Apoquindo o La Dehesa.

-Todos tienen su historia de niños con una bicicleta. ¿Cuál es la tuya?
“Tengo historias con las cosas en general. Siempre me gustó el diseño de los autos, las bicicletas, los mecanos, y su construcción. Siempre desarmé y armé todo, y, como todos, sentí ese peluseo de niño cuando andaba en bici, esa alegría que he vuelto a sentir ahora”.

-¿Qué pasó entonces que, como muchos, la dejaste botada y te cambiaste a un auto?
“Es que llega un minuto en que todos queremos un auto. Es que son bonitos, maravillosos y útiles. Pero más allá de eso, basta ver la campaña de los ’80, de ‘cómprate un auto, Perico’, donde la bicicleta era denostada y el que pedaleaba era un fracasado. Si te fijas, hoy hay un montón de facilidades para comprar autos, de la marca y los precios que quieras, pero no pasa lo mismo con las bicicletas, más allá de lo que ofrece una casa comercial. Y todo esto sucede, a pesar de que ya se dio vuelta la tortilla, y muchos se dieron cuenta de que el que se compró el auto no fue más feliz, al contrario”.

-Justamente los automovilistas, además de los peatones, parece que no quieren mucho a los ciclistas…
“Es que mientras eso pasa, los ciclistas siguen aumentando, y hay más de ellos en la vereda y en la calle, tomándose los espacios y yendo más despacio en la vereda y más rápido en la calle. Pero las autoridades parece que no se definen, y se dividen entre los que creen que en las ciclovías está la solución, mientras otros dicen que no hay presupuesto para eso así, que los ciclistas deben estar en la calle. Es una discusión grande, como la de si usar o no casco”.

-¿Eso está en discusión?
“Sí. Por ejemplo, el alcalde de Londres (Borish Johnson) que es el gallo más cara de palo de todos, mandó a hacer un estudio sobre eso y se llegó a la conclusión de que en ciertos casos sirven y en otros no, así que su uso quedó a discreción de la gente.
“Es como si por un problema de delincuencia, a la gente la obligaras a andar con chaleco antibalas. Eso, llevado a la bicicleta, sería como pensar que no por falta de infraestructura y de normativas, vas a hacer a la gente andar con casco, creyendo que todo el problema de los ciclistas se solucionará con eso”.

-¿Es iluso imaginar a Santiago en el futuro como Ámsterdam?
“No, para nada. Santiago tiene el Mapocho, y ya el año pasado se hizo una cicletada ahí. Se pueden idear infraestructuras que, a bajo costo, tendrían mucho impacto. Podrías cruzar tres cuatro comunas de Santiago solo por esa vía. Y en el sentido norte sur, la pendiente es mucho más agradable; desde el cerro San Cristóbal a La Florida, el camino es casi plano”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me gustan los autos antiguos, las bicicletas, los relojes, la ropa… Pero no me gusta comprar por comprar. Prefiero recuperar los diseños atemporales; privilegiar esas cosas porque sabes que te van a durar por estar bien hechas, y que están fuera del carril de la moda”.

-¿Cuántos autos tienes?
“Tengo un Morris, un Mini Copper del ‘64, un jeep Ford Bronco del ‘77, una camioneta F-100 que me estoy haciendo del ’67 -también le estoy armando una Ford del ’56 a mi polola-, y un par de deportivos. Pero pesco uno el fin de semana y el que los quiera ocupar, ahí están con las llaves; menos el jeep que está en el campo, que es donde sirve. Entendí que ésa era la manera. Las cosas, mientras sirvan y se ocupen, no es pecado tenerlas.
“La idea no es botar esos autos porque están viejos y comprarse unos nuevos, si no el mantenerlos y que sean usados cuando sean necesario. La vida hoy en día está hecha para que sea cómoda, para que botes y compres en una cultura de lo desechable. Pero me di cuenta que en el tema de la sustentabilidad y eficiencia energética, si no hay un cambio en la propia conducta, no pasa nada”.
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