EMOLTV

Freddy Stock: Historias de rock and roll, ídolos y disparos

Con 20 años de carrera y un importante número de anécdotas con los músicos más importantes del mundo, el periodista planea lanzar un libro que recoja sus mejores experiencias. “Me acuerdo de ir corriendo (junto a la comitiva de Guns N' Roses) escuchando los disparos atrás. Momentos como esos son en los que dices, ‘¡wow, esto es rock and roll!”, nos cuenta.

17 de Diciembre de 2013 | 15:24 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
imagen
Teresa Peña, El Mercurio.
¿Cómo será hablar con Paul McCartney? ¿Cómo reaccionar si Jimmy Page te da la mano para saludarte, y te das cuenta que esa misma mano que estás tocando es la que le saca los sonidos a varias canciones que han acompañado tu vida? ¿Te imaginas estar en pleno noviembre, en un concierto de Guns N' Roses, y que cuando empezaran los acordes de ‘November rain’, comenzara a llover desaforadamente?

Éstas y otras experiencias acumula el periodista Freddy Stock (@FreddyStock). A sus 46 años, dirigiendo “Red social” (La Red), aunque hable de política, es imposible que sus 20 años de carrera en el reporteo musical no aparezcan por inercia en sus análisis actuales. Finalmente, como dice, “los políticos son artistas que se desenvuelven en el escenario del poder”.

“En la política chilena hay Jimi Hendrix y Justin Bieber; políticos originales y genios, y los otros. Y si te fijas, el rock es un movimiento político en sí mismo, al ser contracultural, en su manera de romper un esquema social que se venía dando. El rock es uno de los grandes movimientos político-sociales de occidente”, asegura el mismo hombre que analiza la actualidad, desde la mirada musical, en el programa de radio “Palabras sacan palabras” (Futuro).

Mucho tiempo ha pasado ya desde que fue de los privilegiados en cubrir el primer megaconcierto que se hizo aquí, en un país que hoy se regocija entre los frecuentes shows que los artistas internacionales realizan.

En ese entonces, Stock no se bajaba de los aviones, recorriendo el mundo buscando la entrevista con los cantantes en boga, desde Blur en pleno apogeo britpop, hasta Fito Paez, en el lanzamiento de su ultra famoso disco “El amor después del amor”. Pero llegó un minuto en que, a sus 26 años, este periodista se aburrió. Renunció a su trabajo, a sus almuerzos con Led Zeppelin, a los camarines de Pink Floyd, y decidió lanzarse a la radio y a proyectos televisivos.

Ahora, dice estar en una etapa en que se siente con el respaldo de poder dar su opinión en los medios y -aunque no diga que es por nostalgia-, quiere registrar los mejores momentos que tuvo con un sinnúmero de artistas, a través de un libro recopilatorio.

-Ya, en serio, ¿quién se aburre de conocer figuras de la música?
“Lo que pasa es que  cuando ya llegas a entrevistar a los más grandes, cuando ya a los 26 estuviste con Ian Gillan (vocalista de Deep Purple), con Aerosmith, entrevistaste a Radiohead en pleno apogeo, a McCartney en su camarín, o te sentaste a comer con Robert  Plant y Jimmy Page (Led Zeppelin), piensas, ¿qué queda? ¿Qué hay para volverme a sorprender cuando para mí, Led Zeppelin y Beatles son lo más grande? ¿Voy a terminar entrevistando a Lady Gaga o a Madonna, que no me interesa? Perder el sentido del encantamiento a los 26 años es peligroso, es como casarse, es lo peor (ríe)”.

-Pese a las malas experiencias, siempre un matrimonio deja, al menos, recuerdos bonitos.
“En mi caso, siempre destaco lo de McCartney. Yo estaba en su camarín junto a otro periodista, Pablo Márquez, que era mi partner de ‘Wikén’. Por suerte, uno tiene la capacidad de desconectarse, porque lo peor era parecer fan al lado del entrevistado; sientes la responsabilidad de todo un país detrás de ti (ríe), y crees que se podría llevar una mala imagen de cómo es el periodismo chileno. Estábamos en un camarín muy chico, en el Autódromo Hermanos Rodríguez, en México, y lo único que yo hacía era mirar la puerta y pensar que en cualquier minuto Paul McCartney iba a entrar por ahí”.

-Hasta que apareció…
“Exacto, y lo primero que pensé fue ‘¡oye, el huevón grande!’ (ríe).  Lo vi muy risueño, llegó a buscar una fruta y se sentó con nosotros a conversar. Verlo así, en su plenitud, me pareció como sentir cuán de carne y hueso era. Después, cuando salimos, había una mesa larga con comida para la gente del backstage, y ahí lo vimos compartir con Linda (McCartney) y su hijo James, un gordito más parecido a la mamá. Ese tipo de cosas te dan una aproximación a la realidad de los ídolos y, al final, es un poco como perder la virginidad, al sentirlos tan normales”.

“Y como esa experiencia, muchas más. Para mí es importante haber conocido y conversado con Jimmy Page, al que considero el guitarrista vivo más importante de todos los tiempos. Desde acá fuimos unos tres chilenos a Río de Janeiro. Allá, el sello discográfico organizó una especie de ágape con ellos. Y ahí estábamos nosotros, viendo a Jimmy Page tomándose unos wiscachos, muy afable. Cuando lo saludé y me dio la mano, no lo podía creer. Por un segundo, pensaba, ‘ésta es la mano de Jimmy Page’, y casi que no se la podía soltar. Fue maravilloso”.

Pero, sin duda, la gran anécdota de Stock en su carrera, es la de fines de noviembre de 1992, en El Campín de Bogotá, y que tiene como protagonistas a unos atrasadísimos Guns N' Roses, y que incluye un escape entre las balas de una multitud enfurecida.

“Fuimos a cubrir el concierto en Colombia, porque después venían a Chile. Solíamos hacer eso, para ver cómo serían los shows que un artista presentaría después aquí. Esa vez, por supuesto que Axl Rose estaba completamente orate. Nos fuimos con la comitiva del grupo hasta El Campín, donde la gente había comenzado a saltar emputecida porque el grupo se había demorado mucho en salir”.

“Era noviembre, y te prometo que esto es cierto: después de un par de canciones, empieza ‘November rain’, ¡y empezó a llover! Me acuerdo de Axl en el piano, y cuando Slash empezó con su solo de guitarra, se largó a llover como no pasa ni en el sur de Chile. Nunca había visto llover así. ¡El público estaba extasiado! Pero tuvieron que dejar de tocar, porque se empezaron a mojar los equipos. Y cuando salió una tipa a anunciar que se acababa el concierto, comenzó una balacera. Era todo un caos, y nos fuimos con la comitiva de vuelta a unas van que estaban detrás del escenario. Me acuerdo de ir corriendo escuchando los disparos atrás. Momentos como esos son en los que dices, ‘¡wow, esto es rock and roll!’”.

-¿Qué se aprende de experiencias así?
“Se aprende todo. Por ejemplo, una de las cosas que agradezco de mi profesión es el haber podido conocer al “Gato” Alquinta y a Los Jaivas, en general, como concepto y expresión de vivir siguiendo un sueño. Ellos son un ejemplo de que sí se puede vivir de una pasión cuando se hace de manera honesta, que sí se puede creer en el ser humano, que no es una utopía creer que un hombre puede ser bueno. O me juntaba a conversar con Gato por las tardes, cuando estaba preparando el libro que publiqué de Los Jaivas. Iba hasta su departamento en Ñuñoa, donde me ofrecía té. Su abuelo era inglés, de apellido Eager, que conoció a su abuela en las salitreras del norte, solo que después no reconoció al papá de Gato. Por eso él era rubio de ojos claros, y cuando hablabas por primera vez con él, parecía un tipo medio huraño y hosco, porque como buen inglés, era muy introvertido. Pero no era de mala onda; él tenía un mundo interior muy rico, y cuando lograbas develarlo, te encontrabas como Alicia cayendo en el hoyo, antes de llegar a otro universo”.

-¿Y qué fue lo que te marcó tanto de él?
“Una de esas tardes, le pregunté ‘Gato, ¿por qué nunca firmaste una canción con tu nombre?’. Si te fijas, todas están firmadas por Los Jaivas, habiendo varias que tienen toda la letra de él, como ‘Mira niñita’.  Entonces, él me miró como si le hubiese preguntado lo más imbécil del mundo, y me contestó: ‘Porque si no hubiese estado con Los Jaivas, nunca se me hubiesen ocurrido’. Eso eran Los Jaivas, una hermandad desinteresada que hacía música de forma magistral”.

-Con tantos años ligado al tema de la música, ¿no eres en realidad un músico frustrado?
“Creo que todos somos frustrados. Lo que pasa es que cuando me aproximé a la música era chico, no tenía la plata para tener un instrumento, entonces me interesó más lo que había detrás de las canciones y en la historia de los músicos. Ahora, más de viejo, me compré la mejor guitarra y tengo una sala de música en mi casa. Además, tengo también dos hijos que son muy buenos músicos; uno de ellos es muy buen baterista”.

-¿Les ponías música desde que eran chicos?
“A mi segundo hijo, cuando era guagua, le ponía a todo volumen el ‘Dark Side of the Moon’ (Pink Floyd), cuando lloraba. Y a mi hija –que hoy se dedica a la danza árabe-, le pedía que gritara más fuerte que Kurt Cobain cuando le ponía ‘In Utero’ (Nirvana). Inconscientemente, uno como padre va dando a los hijos lo que uno cree que es correcto y se van criando de acuerdo a un ambiente. Así que era obvio que les terminara gustando mucho la música.
“Creo que todos los padres debieran criar a sus hijos con un concepto artístico detrás, que sepan respetar el arte, sea cual sea; respetar la creación, la inspiración de alguien en un cuadro, en una canción… Porque si respetan esos procesos creativos de otra gente, van a apreciar también los suyos. Sentirán que hacen arte, en lo que sea que hagan y así, su profesión no será solo un oficio, sino que una pasión”.

Como era imposible no preguntarle por álbumes y músicos predilectos, Freddy mencionó a los ya clásicos Beatles, Led Zeppelin, Black Sabbath y Pink Floyd, como los que coronan sus preferencias. ‘Bueno y Lennon, el gran Cristo de los agnósticos”, agrega, como dato aparte de la banda de Liverpool. “Aunque muchos lo consideraran posero, ¿qué gente que se dedique a la exposición no lo es? Desde músicos a políticos, los que trabajan de la exhibición, de la pose, son poseros, y el artista debe tener un grado de exhibicionismo para que su obra pueda ser conocida por muchos”.

-¿Tú eres posero?
“Obvio. Por ejemplo, con la moto. Para mí la libertad es andar en la carretera, que es como tirarse en paracaídas; puede ser un poco peligroso, pero hay que ponerle un poco de peligro a la vida”.

-¿Has tenido algún accidente?
“No, ni Lennon quiera”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Yo no ando en ascensores. Si me llego a quedar encerrado en uno, me muero ahí mismo. Pero no tengo grandes manías, soy el marido ideal (ríe)”.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?