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Fernando Solabarrieta: “Yo lo último que soy es alguien serio"

Este periodista deportivo, en su 11° Mundial de fútbol por cubrir, sabe que lo gozará a mil, pero admite que dejar por 35 días a su familia es un peso que carga por seguir su pasión: “Me subo al avión hecho bolsa, súper preocupado”, admite.

10 de Junio de 2014 | 15:28 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Jorge Sepúlveda, El Mercurio.
“Yo lo último que soy es alguien serio”, dice Fernando Solabarrieta, apenas termina de grabar “Menú, historias a la carta”, donde repasa parte de la historia televisiva, junto a Claudia Conserva, y aprovecha de cantar, bailar y reírse. “Aquí aprovecho de chasconearme. Y creo que a estas alturas, con 22 años de carrera, ya estaba bueno ya”, comenta.

El periodista deportivo, marido de Ivette Vergara y padre de Nicolás, Maite e Iñaki -que pasara a la historia por un emocionado relato de la medalla de oro de Nicolás Massú en Atenas 2004-, viajó el 8 de junio a Brasil para concentrarse durante treinta días en el evento deportivo.

Es un apasionado por su trabajo, así que no se queja. Pero poco antes de partir, conversó con Tendencias & Mujer sobre lo que significa como papá, alejarse por tanto tiempo de su hogar, tomando en cuenta que éste ya es el decimoprimer Mundial que cubre en terreno, entre adultos y juveniles, más cinco Juegos Olímpicos. “El canal me ha permitido conocer más de 53 países. Tengo 43 años y me ha pasado de todo, así que soy un agradecido de Dios. Me siento un bendecido realmente. ¿Qué más puedo pedir?”.

-Antes que todo, la pregunta de rigor: ¿Qué crees que va a pasar con Chile en el Mundial?
“Tenemos un tremendo equipo. Lamentablemente, nos tocó el peor sorteo. Pero nuestro equipo es tan, pero tan bueno, que igual me tiene ilusionado con que podremos clasificar a la siguiente ronda. El tema es que tiene que clasificar primero, porque si no, veo muy difícil el cruce con Brasil. Pero mi pronóstico es que pasamos”.

-¿Cómo vives como papá los mundiales, que te obligan a estar 35 días fuera?
“Antes, cuando era soltero, viajar era una delicia. Lo pasaba súper bien. Pero luego de que me casé y tuve hijos, viajar es cada vez más difícil, con miedo. Soy muy aprensivo. Me subo al avión hecho bolsa, súper preocupado, porque sé que queda mi mujer sola con los niños, a cargo de todas las actividades que ellos tienen y sin mi ayuda para los acarreos y esas cosas. La preocupación me dura varios días, hasta que al final ya me acostumbro”.

-¿Cómo logras relajarte?
“Hablo todos los días con mi familia, hasta que me doy cuenta que está todo bien y que los niños ya están más grandes. Es inevitable que el trabajo te absorba en eventos como estos, que son súper intensos. Aunque los mundiales son menos bravos que los olímpicos. En un Olímpico he hecho el récord de dieciséis horas al aire. De ahí te desocupas, te vas a dormir cuatro horas y vuelves al otro día a trabajar otras catorce horas.
“En los mundiales disfrutas un poco más porque queda más tiempo. En Sudáfrica pude salir con Iván (Zamorano), cuando era comentarista nuestro, lo que me permitió acceder a un mundo en el que no había estado nunca, el de los grandes ex jugadores. Me vi en tertulias con Diego Latorre, Oscar Córdoba, Zinedine Zidane, y ni te digo lo que fue hablar de fútbol con ellos”.

A los tiempos fuera del país, se suman en Santiago un sinnúmero de actividades que van desde su trabajo en TVN Deportes, en Fox Sports Radio, y hasta hacer las voces de los relatos del videojuego Pro Evolution Soccer (PES). Fernando no sabe estar desocupado, y dice que cuando logra tener un par de horas libres al día, queda medio desorientado sin saber qué hacer. “Pero mi costo no es familiar y eso me tiene tranquilo”, dice. “A mis hijos los veo mucho. Mi costo, en realidad, son horas de sueño y vida social. Hace rato que no puedo tener la vida social que me gustaría, ir más al cine, juntarme más con mis amigos, pasarla bien un rato”.

-Has dicho que tu sueño es volver algún día a Puerto Natales. ¿Se ve muy lejana esa opción?
“No tanto. Yo ya tengo 43 años y yo no me veo trabajando en la televisión a los 60. Mi proyecto de vida es irme a Natales activo, como para poder hacer cosas allá. Espero convencer a mi mujer de eso. Cuando nos casamos ella me dijo que sí. Pero ahora que ha pasado el tiempo… no lo sé. Pero amo profundamente mi tierra y es donde me siento pleno.
“Allá la gente es distinta, la forma de vida, las cosas que importan y las que no… Acá importan cosas que allá no tienen ningún valor, como el dinero, los autos que manejas, las cosas que tienes, cómo es tu casa… No, allá importa qué tan buen amigo seas y la forma de ostentar es teniendo un muy buen refrigerador con muchas cosas para poder invitar a los amigos. No sé, a lo mejor estoy muy enamorado de mi tierra. Pero estoy feliz y agradecido de mi vida en Santiago porque aquí me he desarrollado profesionalmente mucho más allá de mis expectativas. Aquí conocí a mi mujer, he hecho crecer mi familia…Pero sin duda, me gustaría morir en Puerto Natales. Santiago me hace vivir muy deprisa”.

-¿Cómo logras el equilibrio?
“Trato. O sea a mí me gustaría ir a Natales para ver pasar la vida y no seguir en Santiago mientras la vida me ve pasar a mí. Honestamente, no he logrado encontrar el equilibrio en la capital, corro todo el día. Además, que soy muy adrenalínico, y, en general, soy un tipo que no logra bien los equilibrios, soy algo desequilibrado. En lo laboral, me paso, trabajo un montón. En la comida, me lo como todo; en el entrenamiento, entreno y me mato. Nunca hago lo justo, siempre intento hacer más, esa ha sido mi impronta de vida”.

-¿Autoexigente?
“Demasiado. Y eso es muy bueno en algunas cosas y muy malo en otras, porque nunca estoy conforme. Nos está yendo muy bien en el ‘Menú…’, pero yo quiero que nos vaya mejor todavía y me involucro. No logro disfrutar de los momentos de éxito, porque los veo como instancias intermedias entre una meta y otra. La vida es otra cosa, y eso lo sé, solo que aún no logro sentirlo. Cuando eso pase, podré dar un paso adelante y, no sé, sentiré que he madurado
“Hasta el año pasado dormía cuatro a cinco horas diarias. Las quería hacer todas. Pero paré porque era candidato a infarto si seguía así”.

-¿Cómo compensas esa autoexigencia laboral con tu familia?
“Hago muchas cosas con mis hijos. Con mi señora tenemos la suerte de que sean grandes ya, el menor tiene 11 años, así que podemos compartir todo con ellos. De hecho, tenemos un grupo de amigos que hacemos todo con sus hijos. Nos juntamos a almorzar, jugamos fútbol, voleibol, y terminamos a las dos de la mañana con un karaoke, con los niños repartidos en toda la casa porque se empiezan a cansar”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo muchas manías. Soy extremadamente ordenado, muy meticuloso y metódico. También soy súper obsesivo con mi ropa; sé cada par de calcetín que tengo. De colecciones, tengo una de revistas de deporte y de camisetas, dentro de las cuales, unas de las más relevantes es la de Iván Zamorano cuando jugaba en Cobresal, y la de Nico Massú con la que ganó la medalla de oro. Pero lejos, lejos, mi vicio es la comida. Yo entreno tanto solo para darme el gusto de comer. Mis amigos dicen que no conocen a nadie que coma como yo”.

-¿Cómo así?
“Soy un cerdo comiendo. Ponte tú, el fin de semana fuimos a comer a la casa de Américo, donde hicimos un almuerzo peruano. Me lo comí todo, por supuesto. Y en la noche, Américo dice: ‘Para el Fer, que debe tener hambre, vamos a hacer unas hamburguesitas’. Me comí cinco a las nueve y media de la noche.
“Yo tengo récords en comida. Uno, después de haberme comido veintitrés empanadas de mi abuela, y después una cazuela y un postre. Pero además, tengo dos registros notables: a mí me echaron dos veces de un restaurante de esos que te ponen carne para que comas y comas y comas, una vez en Miami y otra en México. ‘Señor, estamos cerrando, ya no podemos atenderlo más. ¡Váyase por favor!’; esa vez eran las dos de la mañana. La otra, llegué a almorzar y eran las seis de la tarde y yo seguía comiendo”.

-¿No te enfermas?
“No, tengo una guata de basurero extraordinaria, me encanta comer como bestia y por eso hago mucho deporte. Gracias a Dios, tengo calugas, pero más que por vanidad, es por un entrenamiento muy acucioso para poder comer como lo hago”.
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