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Felipe Orellana, el actor que lucha desde su silla de ruedas

Este debutante actor de la nueva nocturna de TVN, se propuso la misión de que en Chile se deje de tener una visión paternalista hacia la discapacidad. Desde su silla de ruedas, este guapo documentalista usa varios flancos para plantear el tema de las oportunidades y accesibilidad, en una ciudad que aún no parece integrar a quienes se mueven sobre dos ruedas.

09 de Septiembre de 2014 | 15:59 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Carla Dannemann, El Mercurio.
Felipe Orellana (@felipeorellanap) tiene un gran parecido con el personaje que interpreta en “No abras la puerta”, Rodrigo Campos. Tal como lo explica este debutante actor, en lo que más se asemejan es en que son dos personas comunes y corrientes, característica que por más que sea natural y obvia, este hombre de 34 años se ha propuesto revelar en el país.

Además de ser un premiado documentalista, Orellana llegó al área dramática de TVN atraído por el concepto que muestra la nueva nocturna de ese canal, a través del rol de Rodrigo: que las personas con una discapacidad pueden tener una vida completamente normal e independiente, algo que él comprobó hace 18 años.

Tenía solo 16 cuando sufrió el accidente que cambió diametralmente su vida. Un piquero en un río del sur, mientras acampaba con un grupo scout, lo dejó con una tetraplejia y cuadriplejia. “El diagnostico es parálisis total o parcial de las cuatro extremidades”, explica Felipe, quien desde un comienzo ni pensó en deprimirse por la nueva manera en la que se desplazaría en adelante. Más bien, ha sabido sacarle provecho como una oportunidad de ver las cosas de distinta forma.

Así lo ha demostrado con los trabajos que viene realizando con su productora, Miope, viajando por todo Chile en su tricicleta, o con su trabajo de videoarte, que precisamente expone en estos días -y hasta el 14 de septiembre-, en Galería Concreta de Matucana 100.

“Digo que la parálisis es una oportunidad, porque a veces corremos tanto en la vida, que no tenemos la capacidad de mirar hacia el lado, de ver otras realidades. Por eso digo también que todos somos miope”, comenta este nuevo actor.

-¿Por qué te llamó la atención y te motivó a actuar, el hecho de que tu personaje fuera “común y corriente”? ¿No debería ser eso lo obvio?
“Así es, pero resulta que en Chile se estereotipa demasiado el tema de la discapacidad. Por lo mismo, con este personaje y con mi productora, me propuse exponer la discapacidad, pero desde una perspectiva de normalización. Por eso, cuando me di cuenta que TVN estaba en la misma parada, dije ‘obvio, esto lo tengo que hacer yo’. Lo que sí, me da miedo hasta hoy el transformarme en un personaje público”.

Aparecer en pantalla no es nuevo para Felipe. Lleva años contando su testimonio para campañas que llaman a la precaución de lanzarse en piquero en ríos, lo mismo en la Teletón o en varios noticieros.

Asimismo, ha trabajado como panelista en varios programas de tv, y ha sido entrevistado varias veces luego del estreno de “Santiago tiene una pena”, un aplaudido documental que dirigió junto a Diego Riquelme. Es decir, Orellana es un experto tanto detrás como delante de las cámaras.

-¿Por qué el temor a ser público, entonces?
“Porque si tienes una discapacidad, lo que uno más quiere en la vida es pasar piola, ser uno mismo no más, que no te estén mirando ni para bien ni para mal. Ser alguien común y corriente. Por eso, transformarme en alguien que la gente mirara en la calle, me complicaba bastante. Igual la gente ya me mira bastante cuando paso en mi tricicleta para todos lados, no paso piola (ríe)”.

Más allá de la aventura y experiencia que significa participar en una producción dramática, lo de Felipe es una cuestión de principios que se agudizó a su regreso de España en 2012, luego de haber hecho un máster en Valencia. La diferencia en su calidad de vida para hacer cosas tan simples como ir a tomar algo con los amigos, fue abismal de vuelta en Santiago.

“(En España) era un hombre común y corriente, ni más ni menos que nadie. No tenía que preocuparme de si al lugar donde iba el baño estaría o no adaptado, ni qué camino tomaba, porque todas las calles estaban diseñadas para que las personas ensilladas pudieran transitar”, explica.

Una vez en Chile, animado por sus amigos que querían verlo después de tanto tiempo en el extranjero, decidió ir a tomarse una cerveza a Providencia. En el bar, Felipe ni siquiera pudo ingresar al baño. La silla, simplemente, no cabía por la puerta. “Tuve que salir a la calle, arrinconado y a plena luz del día. Eso fue un golpe. Ahí logré comprender todo lo que falta por hacer aquí, y que esas carencias hacen finalmente que una persona discapacitada sea más discapacitada aún”.

-Por ende, ¿eres más discapacitado en Chile?
“Absolutamente. Además, está todo el tema de los prejuicios. Aquí se supone que soy una persona que necesita mucha ayuda. Evidentemente, la necesito para algunas cosas y no tengo problema en pedirla. Pero eso no significa que me tienen que estar cuidando las 24 horas del día, como a veces se cree aquí, con la visión paternalista que existe del tema. Soy una persona autónoma, independiente, que ha tenido parejas –de hecho, me casé y me separé-, como cualquier chileno”.

-Bueno, no toda la gente con una discapacidad se puede desenvolver tan fácilmente…
“Es cierto que hay algunos que viven otra realidad, pero también hay muchos otros, como yo, que queremos ser personas participantes de esta sociedad, personas que aporten. No queremos tener una pensión, queremos ganarnos las lucas como cualquier otra persona. Sí considero que se necesita una subvención, porque tener discapacidad es súper caro; yo estoy sentado en un palo y medio en estos momentos. Pero las lucas con las que quiero comer o vivir las quiero generar yo”.

En su brazo izquierdo, Felipe tiene tatuada una rueda con alas. Y en eso se transformó la silla de ruedas para él desde los 16 años, cuando en un primer diagnóstico, él y su familia creyeron que pasaría por el resto de su vida acostado en una cama. “Se temía eso después del derrame en la cabeza que tuve. También me fracturé el cuello en dos partes y me corté la médula espinal. Eso fue después del piquero. Me pegué en la cabeza con una roca que justo iba pasando por debajo del agua. Imagínate la mala suerte, porque me había tirado mil veces antes en ese mismo lugar”.

-Luego quedaste inconsciente, ¿no?
“No. Estuve consciente todo el rato. Tuve un paro respiratorio, y consciente; dolor en la cabeza, y consciente. Me pusieron dieciocho puntos de emergencia, sin anestesia, y consciente. Ahí me desmayé por el dolor. Después, me tuvieron que cruzar por un puente colgante… Fue una historia más o menos… Veintiún días después, empecé a ver a los primeros ensillados. Y pasar del diagnóstico de estar para toda la vida en una cama a poder moverme en silla de ruedas, me cambió la vida. La silla de ruedas fue mi mejor amiga”.

“Nunca necesité ir al psicólogo ni nada después del accidente. Tuve un entorno familiar muy contenedor, que me ayudó a que esto no se transformara en un problema y que hoy tenga la vida que tengo. Soy un agradecido de la vida, porque he hecho todo lo que he querido. No tengo mucho de qué quejarme, la verdad; salvo, las posibilidades tremendamente distintas que podría tener aquí, versus en un país de Europa”.

-¿Por qué quedarte y no volver a España?
“Porque aquí está mi familia, mis amigos, mi vida, y porque soy el capitán de las cuestiones difíciles. Lo complejo me atrae, y creo que aquí hay mucho que hacer. Tengo la posibilidad de estar en los medios y tener esa vitrina para poner el tema. Es mi deber hacerlo; son más de dos millones de personas que tienen una discapacidad acá en chile, y si eso lo multiplicas por su entorno familiar -con tres o cuatro personas-, prácticamente el 50%  de este país está relacionado directamente con una persona con discapacidad. Y aún así, no hay nada”.

-¿Te refieres a las políticas públicas?
“¡Claro! El tema de la discapacidad es de tercera o cuarta categoría; no hay políticas que asuman este tema con la responsabilidad que debiera. ¡Vieras las rampas que hay en algunos edificios! Tampoco entiendo cómo no hay una regla de que al menos un departamento por piso tenga las puertas un pelín más anchas. Yo hoy no puedo entrar a los baños de los departamentos nuevos. Hay otros en que no entro ni a las piezas, porque no quepo con la silla, eso tiene que cambiar. Yo asumí mil lucha, que es súper personal y desde mi silla”.

-Lo dices todo muy calmado, ¿por qué no te enojas?
“Porque ser feliz es una opción, y yo opté por ser feliz. No estoy ni ahí con andar enojado por la vida. Yo sé que todos los días me encuentro con una dificultad, pero no quiero ser un amargado. Podría serlo, pero prefiero andar muerto de la risa por la vida.
“Uno decide amar, querer, ser feliz en la vida. Por mi parte, lo decidí hace mucho rato y no pretendo que cambie. No es fácil andar en silla de ruedas y sé que la gente me ve a veces como un espejo. Me dicen, ‘mira cómo estás riéndote’, pero es una opción no más. Todos podemos hacerlo, es cosa de querer, es verdad. Yo estoy seguro de eso”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una manía, y tiene que ver con que soy medio voyerista y grabo. Dejé de hacerlo hace como seis meses, porque ya era mucho y me empecé a quedar sin espacio para guardar los videos. Los grababa en todos lados, con el celular, con la cámara. Tengo hasta una adaptación para el trípode en la silla. Así nacen mis planos fijos, de la obsesión por guardar y recopilar, que los momentos no se vayan y queden ahí, fijos”.
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