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GEORGE SAND
Francia celebró en grande, este año, el bicentenario del nacimiento de una de sus más célebres escritoras, criticada e incomprendida en su tiempo y muy valorada por el mundo contemporáneo. La vida de George Sand estuvo llena de contradicciones. Su cuna fue aristocrática, pero bastarda; fue baronesa, pero revolucionaria; su origen literario fue el romanticismo, pero se debatió entre éste y el realismo. Y a pesar de su actitud desafiante, bogar por el feminismo y ser una detractora del matrimonio, fue una ferviente defensora de la vida en familia que amamantó a sus hijos cuando la costumbre obligaba a tener nodrizas. Bisnieta del rey de Polonia y nieta del mariscal de Saxe, la rama de su abuela paterna era bastarda por lo que, si bien, gozó de los privilegios de la aristocracia, era de segunda clase. Su infancia estuvo marcada por la desventura. Sus padres, Maurice Dupin y Sofie (mantenida de un general), se casaron a escondidas cuando ella tenía un embarazo de varios meses. Con Aurore en los brazos viajaron a Madrid, donde nació otro hijo enfermizo y ciego.
Los desastres de la guerra española se fijaron en la mente de la pequeña y la acompañaron en su regreso a Francia. Ahí, su madre se desquilibró tras la muerte de su hermano, pero el fallecimiento de su padre, una semana más tarde (al caer de un caballo) agudizó la crisis. Con sólo 4 años, su madre y su abuela paterna entraron en disputa por su educación que terminó cuando Sofie se estableció en París, dejándola a ella en Nohant. Esta estancia, 175 millas al sur de la capital francesa, se convirtió en su refugio tras heredarla. El espíritu vivaz y salvaje que mostró durante su vida George Sand lo adquirió de su preceptor, quien la introdujo en el mundo de la literatura; de las conversaciones con su abuela en torno a las ideas de la Ilustración y de su plena libertad, incluso, para cabalgar vestida de hombre por la campiña. Su abuela moribunda fue la que arregló un matrimonio por conveniencia con el barón Francois-Casimir Dudevant; cuando éste fracasó, la literatura fue su escapatoria. Los primeros pasos en las letras los dio de la mano de su primer amante oficial, Jules Sandeau, con quien se imbuyó en el mundo bohemio de escritores, críticos, actores y filósofos. Ya en 1831 colaboraba con “Le Figaro” y la revista “Revue des Deux-Mondes” y, simultáneamente, se aventuró con sus primeras novelas románticas “Indiana” y “Valentine”, la primera bajo el seudónimo de George Sand. Rápidamente se fue haciendo conocida y su segunda novela bajo el seudónimo que la inmortalizó, “Lélia” (1834), causó sensación porque expuso, crudamente, a la mujer insatisfecha e imposibilitada de cumplir con sus deseos eróticos. Este fue su estreno en una temática que la apasionaba, el feminismo y los ideales libertarios.
A comienzo de 1830 se ligó a un grupo denominado Comité de Saint-Simon lo que la vinculó con las ideas socialistas, humanistas y revolucionarias. Se hizo amiga de Franz Listz y de muchos otros pensadores y creadores de la época en quienes también influyó. Su larga y prolifera obra comprende innumerables cartas y diálogos con personas de la talla de Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert, Marcel Proust y Fedor Dostoyevski. Muchos otros, como el poeta Musset, el escritor Merimée, el filósofo Leroux y el pintor Delacroix, se convirtieron en sus amantes. Con algunos de ellos luchó por la instauración de la Segunda República, movimiento al que entregó todo su tiempo en 1848. No sólo lo hizo con sus escritos políticos en “La Republique”, sino que incluso fundó un periódico bajo el título de “La Causa del Pueblo”. Su doble militancia en los mundos de la aristocracia y la intelectualidad revolucionaria, le permitió manejarse, no sin polémica, tanto en los sofisticados salones de varias capitales europeas como en los paisajes bucólicos y rurales en los que se crió.
La igualdad de la mujer, la violencia, el sexo, las clases sociales, la diferencia de edad en una pareja o la vida campestre fueron temas recurrentes en sus novelas y obras teatro. Su transitar entre el romanticismo y el realismo quedó plasmado en 76 libros de distintos estilos, 28 textos de teatro, cuentos y leyendas y más de 40 mil cartas. “El secretario íntimo” (1834), “Jacques”, “Un invierno en Mallorca” (1855), “Ella y él”, “El marques de Villemer” (1860), “La confesión de una joven” (1865) y “La historia de mi vida” (1854) son algunas de las piezas que permiten comprender la importancia de George Sand en la literatura contemporánea. Además, fue una apasionada de la ciencia, la arqueología y las marionetas, entretención que le permitió en sus últimos años ser una dedicada abuela que legó a sus nietas “Cuentos de la abuela” (1873). Tras morir, en Nohant, en 1876, a sus funerales asistieron personalidades como el príncipe Napoleón, Flaubert y Dumas. |