Luego
de 15 desesperantes minutos, que se hicieron eternos para los
asustados soldados, el cabo Valdés reapareció
ante la incredulidad de sus compañeros: Lo levantaron,
y lo llevaron a la fogata. Estaba como en trance, empezó
a reírse y tenía la voz cambiada. Fue en esos
momentos cuando exclamó la célebre frase, que
más tarde daría vueltas al mundo: "¡Ustedes
nunca sabrán quienes somos ni de donde venimos, pero
volveremos!".
Pese
a la impenetrable oscuridad del desierto, los jóvenes
conscriptos Pedro Rosales y Juan Reyes corrían hasta
donde se encontraban sus compañeros de patrulla:
"¡Dios mío, qué es eso! ¡Miren
la luz brillante que hay en el cerro!" Alertados
por los gritos de Rosales, los soldados reunidos en torno
a una fogata, lo miraron sorprendidos, y de seguro deben haber
pensado que bromeaba. Pero la cara de espanto que tenían
los agitados conscriptos, no dejó lugar a dudas que
"algo" estaba ocurriendo...
Con esas
palabras, el joven soldado daba comienzo a uno de los casos
más discutidos a nivel mundial. Poco después
el cabo segundo de Ejército, Armando Valdés
Garrido, desaparecía por 15 minutos luego de acercarse
a un gigantesco OVNI. Su testimonio fue ratificado por los
siete miembros de la patrulla que lo acompañaban aquella
noche.
La noche
en Putre, un pueblo ubicado en la pre cordillera desértica
de la Primera Región, a unos 150 kilómetros
de Arica, se vio interrumpida por las palabras del agitado
conscripto Pedro Rosales. Su superior lo conminó a
explicarse y atropelladamente el joven soldado le dijo que
dos extrañas luces se aproximaban a lo lejos, sobrevolando
los cerros. Valdés, no tardaría en comprobarlo
por sí mismo.
Pedro
Rosales se encontraba junto a Juan Reyes montando guardia
en una pequeña pendiente cercana, cuando algo extraño
llamó su atención: "¡Miren esas dos
luces, una esta bajando y la otra se quedó en el cerro!"
De inmediato, el resto del grupo se dirigió hacia donde
indicaba el conscripto, y tras un breve recorrido, se encontraron
con lo inexplicable... una inesperada visita aguardaba por
ellos; la patrulla quedó paralizada por el terror.
En esos
momentos, una de las luces avanzó directamente hacia
ellos, mientras el otro objeto se mantuvo a distancia. Ambos
ovnis irradiaban una potente luz color violeta. El que se
aproximó a la patrulla tenía un cuerpo ovalado
y en los extremos dos puntos de un rojo intenso, que a medida
que se acercaba, aumentaba su tamaño.
El cabo
Valdés miró su reloj, eran las 3.45.
Mudos
testigos del hecho fueron los siete conscriptos de la patrulla
que Valdés tenía a su cargo, la que estaba compuesta
por Humberto Rojas, Germán Riquelme, Iván Robles,
Pedro Rosales, Raúl Salinas, Juan Reyes y Julio Rojas.
Valdés juntó a sus hombres, y se colocaron en
posición de combate.
"¡Si
algo pasa que nos pase a todos juntos!", dijo el cabo.
Todos
asintieron, víctimas de un pánico indescriptible.
Agazapados, le sacaron el seguro a sus armas y Valdés
decidió avanzar hacia la luz, que se encontraba a unos
500 metros de distancia. Caminó hacia el OVNI y atemorizado
exclamó:
¡Alto ahí, identifíquense!
Sorpresivamente,
Valdés desapareció de la vista de la patrulla.
El reloj marcaba las 04.15 de la madrugada.
Luego
de 15 desesperantes minutos, que se hicieron eternos para
los asustados soldados, el cabo Valdés reapareció
ante la incredulidad de sus compañeros: Lo levantaron,
y lo llevaron a la fogata. Estaba como en trance, empezó
a reírse y tenía la voz cambiada. Fue en esos
momentos cuando exclamó la célebre frase, que
más tarde daría vueltas al mundo: "¡Ustedes
nunca sabrán quienes somos ni de donde venimos, pero
volveremos!".
Después
de estas enigmáticas palabras, Valdés volvió
en sí, y sólo repetía una y otra vez:
La luz... la luz... la luz... la luz. Finalmente se tranquilizó
entregándose al sueño.
Su reloj
se había detenido a las 4.30 de la madrugada, hora
en que reapareció, pero el calendario indicaba el 30
de abril, fecha posterior en 5 días. Su barba era también
de 5 días, aunque se había afeitado esa misma
noche, antes de comenzar su guardia. Sus subordinados no podían
dar crédito a lo que veían, pero estaban seguros
de que habían sido protagonistas de un hecho único,
que les cambiaría la vida para siempre.
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