Una gota de agua se desliza lentamente por una hoja de olivillo hasta llegar a la punta y quedar suspendida unos segundos antes de caer sobre la cabeza de un hombre de 28 años. La primera reacción de la persona es mirar hacia arriba buscando una explicación. En ese lugar, el cielo se ve poco, apenas unos claros se alcanzan a colar entre la espesa vegetación que cubre el bosque. Antes de bajar la mirada la gota que venía más atrás completa su camino y va a dar directamente al ojo de este joven que, sin pensarlo mucho, corta la hoja, se la mete a la boca, la chupa y la bota al suelo. Medio en broma y medio en serio, vio que luego de cinco kilómetros de caminata en pendiente por una zona desértica, esas hojas eran una buena fuente de hidratación a falta de la botella de agua olvidada en la camioneta. Esa escena casual refleja perfectamente el oasis que representa el Bosque Fray Jorge ubicado en medio del desierto del Norte Chico de Chile.
En el mundo son muy pocos los casos que se comparan con lo que ocurre en el único parque nacional de la Región de Coquimbo. En otras zonas desérticas que dan hacia el Pacífico -en el sur de Perú, en California y en el Desierto de Namibia, en África- existen casos similares donde la neblina se forma sobre el océano e ingresa al continente, transformándose en el nutriente de los árboles y plantas que no tendrían ninguna posibilidad de existir en una zona tan árida. En el caso chileno, según un estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica, el agua interceptada por la vegetación equivale a cerca de 500 milímetros anuales, una media que supera por lejos los cerca de 300 que caen en Santiago. Ese fenómeno permite que en una zona pequeña y antecedida por kilómetros de paisajes donde los cactus son los protagonistas, se concentren especies como el michay, el petrillo, la orquídea, el arrayán, el helecho, el canelo, el palo de yegua y el olivillo, vegetación típica de la conocida selva valdiviana y de los bosques húmedos del sur.
“De esta forma, los visitantes que se animen a subir caminando los más de cinco kilómetros que separan el camino para todo tipo de vehículos –para evitarse la caminata es necesario un vehículo 4x4 o un conductor decidido-del ingreso al bosque pasarán del calor seco y de miradores que muestran el desierto en plenitud, a un sendero que, durante casi dos kilómetros, hace entrar en un bosque que gradualmente se va poniendo más espeso y concluye con una vista hacia el mar desde un acantilado con todo tipo de formaciones rocosas. Además de las pasarelas de madera construidas para los lugares más complicados del camino (que igualmente es de una exigencia baja), este sector del parque cuenta con instalaciones exclusivas para personas con discapacidad física. Las zonas de picnic (no hay áreas de camping habilitadas al interior del parque) se encuentran al lado del centro informativo, que es uno de los más completos de los parques del norte del país, que en ese ámbito están un paso atrás de lo que ocurre desde la Araucanía hacia el sur.
Todo lo anterior ocurre en el día. Cuando cae el sol, el Fray Jorge deja de ser una obsesión de los biólogos y ocupa un puesto destacado en la astronomía mundial. En 2013 sumó a su especial bosque una nueva medalla que distingue un caso prácticamente exclusivo a nivel mundial: la Fundación Starlight, que protege los cielos nocturnos del planeta y promueve la astronomía, lo nombró como la primera Reserva Starlight de América. Actualmente sólo lo acompañan en ese mérito siete lugares, entre los que se encuentran la isla Fuerteventura y El Montsec en España y el Lago Tekapo en Nueva Zelandia. El proceso de certificación, monitoreado por la Unesco, duró un año, durante el cual se midieron parámetros como oscuridad del cielo, nitidez, transparencia y número de noches despejadas al año, que en el Fray Jorge son más de 280. Luego de analizar los resultados el Fray Jorge recibió 18 puntos sobre un total de 25, lo que le alcanzó para convertirse, en ese momento, en la cuarta reserva de este tipo en el mundo. Si bien luego de recibir la distinción y de capacitar a los guardaparques con conocimientos básicos de astronomía, sigue en deuda la apertura para el público general de algún sendero, instalación o al menos actividades esporádicas enfocadas a disfrutar los limpios cielos nocturnos de esta zona.
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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.
#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.
Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.