Entre mar y cordillera, Patricio Manns.

Sucede con Manns lo que con Inti Illimani o Quilapayún: ¿qué título elegir como el más importante de una discografía tan extensa y variada? El debut solista del cantautor y escritor chileno —ya había publicado la cantata El sueño americano, en 1965— se registró en un año luminoso, coincidente con la aparición de su primera novela (De noche sobre el rastro) y la colaboración en su primera película (La tierra ajena, de Miguel Littin). Tanta ocupación no le impidió a Manns concentrarse en el desarrollo de un repertorio de arreglos que terminarían siendo considerados como un puente entre el neofolclore y los códigos de la Nueva Canción Chilena. Sus textos, llenos de imágenes sobre la naturaleza y los pueblos chilenos, estaban escritos con la autoridad de quien cantaba sobre cuatreros, mineros de carbón y jinetes, porque eran parte de su experiencia juvenil. “Yo parto cada mañana pero no tengo dónde llegar / A mí me gusta ser libre, si vivo de andar y andar”, canta Manns en “El andariego”, porque ni en una canción de amor puede esconder su espíritu nómada. Del total de doce títulos del disco —todos de Manns, a excepción de “Ya no canto tu nombre”, co-escrita con Edmundo Vásquez—, ha sido “Arriba en la cordillera” su gran legado al patrimonio cultural de nuestro país, una canción de armonías sorprendentes, hermosos juegos vocales (aportados, en parte, por los Cuatro Cuartos) y versos de naturaleza, pobreza y muerte en un Chile desconocido para nuestra mentalidad centralizada.