Vengo a convidarte, Mazapán

Toda marca generacional es parte de la cultura popular de un país, y el de Mazapán fue un sello indeleble para los niños de hace dos décadas; hoy adultos responsables que sin demasiado esfuerzo pueden explicar quiénes son la tortuga Concha, la cuncuna amarilla o la chinita Margarita. La capacidad de instalar personajes definidos —con sus virtudes y vicios— fue uno de los talentos de este septeto de profesoras de Música, que adornaron sus melodías sencillas con instrumentos nunca antes considerados por la música infantil hecha en nuestro país. Al lado del berrinche de Los Bochincheros, Mazapán se atrevió a creer que un contrabajo, un violín, una flauta travesera o un charango podían interesarles a los niños. Y vaya que acertaron. Este álbum de 1983 —publicado cuando el grupo ya se había ganado un espacio en televisión con Masamigos— fue un imperdible de las familias chilenas en formación durante esos años, y aunque hacer un viaje en auto escuchando este casete una y otra vez puede no ser la idea exacta del placer, las canciones de Mazapán permanecen en nuestra memoria dentro de un cajón luminoso.