Columna de Amanda Kiran
Todo un hombre de línea
Viernes 16 de mayo de 2003, 13:11

Lo conocí para un dieciocho. Un hombre cualquiera. Se llamaba Néstor.

Paula y yo fuimos a hacer un reportaje de "La fonda en ciudad". El estaba en el lugar. Era un chileno cualquiera, al menos eso parecía. Estaba con su señora y tres de sus cuatro hijos. Lo conocí, mientras comprábamos una bebida…Néstor se dio vuelta muy rápido y chocamos.

Me manchó entera con vino tinto. Se sintió pésimo, mucho peor que yo.

Entonces me ofreció llevarme a su casa que quedaba a cuadras de la fonda. Quería que me limpiara. Paula se quedó en la fonda, y yo me fui sola con él. Néstor, padre de familia, unos 44 años, delgado, poco pelo, agradable y respetuoso.

Su pasión, el fútbol; su profesión, lineman internacional.

Llegamos a su casa, una humilde casa, de madera. Dentro de ella, el infaltable equipo de música, flamante dvd, y además 21 pulgadas a todo color en un monitor de pantalla plana. Todo en el living. Junto a eso, un gigantesco póster del "Colo" autografiado por el equipo de 1991.

Siguiendo más allá, unas copas, varias medallas y uno que otro diploma, a medio enmarcar, pero sin perder la autoridad de diploma. El más flamante decía lineman internacional.

Me acerqué a leerlo. Había hecho varios cursos y había dado una prueba especial con la cantidad de partidos necesarios para ser un lineman internacional. Aún no la llamaban para representar a Chile, y es lo que estaba esperando. Era su pasión, era su carrera. Por mientras le encantaba trabajar en el torneo nacional.

Al notar tanto interés de mi parte me llevó a su pieza.

"Señorita Amanda, le quiero mostrar algo más", dijo.

Sin dudar, acepté la invitación. Todo en su casa me parecía de película criolla a punto de explotar. Era fascinante.

"Mire", siguió. Mientras yo aparecía por la puerta, él dejó caer sobre la cama su tenida negra más elegante, envuelta en un plástico bastante arrugado. Era su chochera.

"Esta, señorita Amanda, es mi mejor tenida y la voy a usar el domingo. Ud. me haría tremendamente feliz si me acompaña", acotó.

Era una invitación especial para ir a San Carlos de Apoquindo al fin de semana siguiente. Jugaba Cobreloa contra la UC, y él trabajaba en aquel "cotejo".

Demostró tal interés en mi presencia que acepté ir a su partido. El panorama era entretenido. Además, me gusta mucho asistir al estadio, ir a verlo a él iba a ser todo una experiencia.

Llegué minutos antes de que salieran los jugadores a la cancha, lo vi de lejos. El no me vio. Se veía radiante, muy peinado y engominado, parecía otra persona, más elegante, más distinguido. Sus medias negras hasta la rodilla, con dos franjas blancas; zapatos impecablemente lustrados, brillaban y opacaban la cantidad de años que llevaban en uso.

Su polera negra con cuello blanco muy bien metida en los pantalones cortos negros brillantes. Además usaba dos anillos plateados en su mano derecha y el de oro en la izquierda. Su cábala.

Era todo un galán, respetable, orgulloso. Se sentía como un actor. Era su papel, y lo hacía bien. Se preocupaba de hacerlo bien.

Dan el pitazo inicial y parte Cobreloa, ataca de inmediato, se acerca al arco de la UC y es cuando se ve salir al delantero Martel hecho una bala a la línea de fondo, sin que el pase de Cornejo hubiese salido de su pie. Entonces, estaba en clara la posición de adelanto… Me puse nerviosa, empezaría la polémica.

Y veo a Néstor sin titubeos levantar alto su banderola naranja. Su pecho de paloma, su brazo erguido, todo en una composición perfecta y armónica. Marcaba su primera acción. Yo, histérica, preocupada sólo del lineman.

Raro, pero nadie lo notaba, parecía una hincha a punto de perder la cordura, así que era sólo una más del montón.

Entonces me relajé y lo seguí mirando.

Cuando baja su bandera, y se acepta el cobro tras uno que otro alegato de los seleccionados arrogantes, se da vuelta y me cierra el ojo. Una jugada magistral, esa si que fue una jugada magistral.

Sabía donde yo estaba, sabía que yo era su público. Lo patético fue cuando me puse a aplaudir. Entre sonrojos y emoción me sonreí, me tenía localizada y eso nos transformó, esa tarde, en un equipo.

Sé que lo hice feliz, fue una bella tarde. Y no volví a aplaudir. Al menos no al lineman.


Amanda Kiran