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| Con un "croll"
bastante poco digno, el nadaba tras ella. La Olga era más fina, más
suelta, más mujer y nadaba pausada pero velozmente hacia la meta. El yerno se asfixiaba intentando alcanzarla, hasta que lo logró. Sus brazos aleteaban desenfrenadamente, y por su ojo -que a veces se abría para no perder el horizonte- veía la balsa blanca, brillante, a lo lejos, como un oasis embalsamado alejándose. "¡Vamos!, ¡vamos!", gritaba ella animándolo. De él, no salía palabra. La transpiración dejaba mezclar su sal con la del océano. El cansancio lo tenía mal humorado, el desafío era grande y su virilidad estaba en juego. En reales palabras de hoy, "estaba raja". En eso,
la visita sin aviso: el legítimo calambre. Sin titubeos, se apoderó
de él. Partía desde la punta del dedo gordo del pie hasta
la rodilla."¡Doña Olga, ayúdeme, tengo un calambre", espetó. Estaban a metros de la balsa, balsa que no alcanzaron a pisar. Ella, rauda, lo agarró del brazo, se lo trajo hacia ella y cogiéndolo del cuello, nadó con él pescado, como una foca sin vida. Nadaba solo con un brazo, ágil, rápida, como si no se le hubiese complicado ni por un segundo el tener que llevar un lastre. Llegaron juntos a la orilla, juntos, por razones obvias. Mi padre, sin dignidad, bien humillado, y casi sin aliento, calló empapado y doblado sobre la húmeda arena de la playa. Todo el balneario fue testigo del suceso, y eso los hizo pasar a la historia del lugar. Esa tarde tomó una forma especial. Muy especial. Según cuenta mi papá, ella, desde ese día, era la heroína, la gente la miraba con otros ojos. Lástima que a él también. Siempre recuerda esa y varias historias más, muy cariñosamente. Sus hijos tienen miles para complementar, nosotros sus nietos también. Acaba de cumplirse un año desde que la dejamos de ver. De todas maneras, como éste, siguen mil cuentos entre nosotros y con ellos su recuerdo se mantiene constante y vivo. Lo mejor de todo, es que, aunque no lo crean, ella ahora descansa en el mar. Ese lugar le pertenecía, y es ahí donde siempre quiso estar. Amanda Kiran |
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