Campaña en Afganistán:
Cuando comenzó la guerra del futuro

Los últimos once meses, desde que se inició la lucha contra el terrorismo, han dejado importantes lecciones en el campo de la estrategia militar.

ALBERTO ROJAS MOSCOSO

"Creer que un enemigo débil no puede dañarte, es pensar que una chispa no puede incendiar un bosque". Estas palabras de Napoleón reflejan de manera certera la compleja mecánica de la guerra. Y en ese sentido, la campaña militar en Afganistán no fue una excepción.

La operación "Justicia Duradera" -como fue bautizada la misión antiterrorista en Afganistán-, con su despliegue de portaaviones, bombarderos de largo alcance y vehículos espía no tripulados, enfrentó a los talibanes en el mismo terreno en que rusos y británicos habían sido derrotados durante el siglo XIX. Y si bien las fuerzas occidentales lograron imponerse, el fracaso de no capturar a Osama bin Laden y la cúpula de los talibanes deja hasta el momento un balance que no es totalmente exitoso. Una superpotencia contra un país atrasado y pobre, tropas equipadas con la más alta tecnología enfrentadas a guerrilleros a caballo, satélites espía buscando a militantes de Al Qaeda en laberínticas cuevas. ¿Qué lecciones se pueden sacar de esta verdadera guerra asimétrica?

Fuerzas combinadas

De Vietnam, EE.UU. aprendió que las guerras deben tener objetivos claros, ser cortas, con pocas bajas y controlar el acceso de los medios al teatro bélico. Todas estas lecciones se aplicaron durante la Guerra del Golfo (1991), cuando expulsaron a las tropas ira-quíes de Kuwait, y se perfeccionaron durante la campaña de la OTAN en Kosovo (1999).

Afganistán obligó nuevamente a perfeccionar el "modelo de guerra", arrojando nuevas lecciones.

"Creo que las lecciones militares, a la luz de Kuwait, Kosovo y ahora Afganistán, son que las fuerzas terrestres con apoyo aéreo pueden dominar el campo de batalla", dice Ivan Eland, experto en Políticas de Defensa del Cato Institute, en Washington.

"Usando bombarderos y armas de precisión junto con pequeños grupos de fuerzas especiales en terreno, se pueden atacar objetivos muy precisos", agrega.
En ese sentido, una de las principales diferencias con la operación Tormenta del Desierto (Kuwait) fue que en Afganistán los recursos tradicionales del ejército -como tanques, artillería y grandes unidades de infantería- no jugaron un rol destacado. Por el contrario, se usaron unidades en tierra más pequeñas, livianas y móviles.

Para Charles Peña, experto en temas afganos del Cato Institute, cuando los objetivos son individuos como Bin Laden, "se pueden alcanzar sin el compromiso de un gran contingente terrestre. Pienso que fue la decisión correcta, porque no queríamos dar la percepción de que éramos una fuerza de invasión tratando de ocupar el país. Pero sí queríamos tener la capacidad para perseguir individuos como Osama y miembros clave de Al Qaeda".

Así quedó demostrado en las operaciones en las montañas de Tora Bora y Shah-i-Kot, donde las fuerzas especiales, además de revisar uno a uno túneles y cavernas, se enfrentaron en combate a efectivos de Al Qaeda.

Semejanzas y diferencias

Muchos entonces se preguntan si los próximos conflictos serán parecidos a la guerra en Afganistán, lo que despierta diversas reacciones.

"Será muy difícil replicar el modelo de Afganistán en cualquier otra parte", asegura James Lindsey, experto en Políticas de Defensa de la Brookings Institution.

"Necesitaríamos tener un país aislado que nadie quiera ayudar, un gobierno muy impopular y que exista un ejército móvil y entrenado en terreno para entrar en combate (como la Alianza del Norte). La ausencia de cualquiera de estos elementos haría imposible duplicar Afganistán", explica Lindsey.

Sin embargo, según Richard Betts, director del Instituto de Estudios sobre Guerra y Paz de la Universidad de Columbia, en Nueva York, Afganistán "es un modelo para situaciones similares y puede haber otros casos en que elementos de estas estrategias sean aplicables. Si (los guerrilleros de Al Qaeda) son derrotados exitosamente, entonces se habrá demostrado que la combinación entre fuerzas especiales y armas de alta tecnología son un modelo para la guerra en ciertas partes del Tercer Mundo donde existen grupos terroristas similares".

En lo que todos coinciden es en que existe una alta probabilidad de que los próximos conflictos se libren contra países menos poderosos que EE.UU., lejos de un esquema como el de la Guerra Fría, cuando el enemigo era la Unión Soviética.
Además las operaciones militares serán de diferente tamaño, dependiendo si se enfrenta a un país como Irak, Corea del Norte o Afganistán. Asimismo, el uso de vehículos no tripulados y armas guiadas que no necesiten a alguien en tierra para marcar los blancos -como sí ocurrió durante la Guerra del Golfo- ayudarán a un uso más racional y seguro de tropas.

Pero a pesar de todos estos adelantos, el factor estratégico seguirá siendo irreemplazable. "La tecnología no es lo único, también importa la gente bien entrenada y contar con un buen servicio de inteligencia", destaca Ivan Eland.
A la luz de la aún inconclusa operación en Afganistán, la combinación de poder aéreo y terrestre, junto con un manejo detallado de la información estratégica, parece ser la clave de una exitosa campaña militar. Sin embargo, tal vez la mayor de las lecciones de Afganistán -y de cualquier otro conflicto- es que tal como lo dijo Napoleón, el mayor error que se puede cometer es subestimar a un adversario.

 

© 2002 El Mercurio. Derechos Reservados.
Términos y condiciones de la información.