Visiones en conflicto:
La fuerza de las imágenes

La visión del mundo musulmán en nuestras sociedades está impregnada de estereotipos. Por esto, desde los atentados en Estados Unidos, los esfuerzos por analizarlos y explicar el sentido real de la fe islámica también han sido parte de la guerra contra el terrorismo.

LUIS PINO GUMUCIO

Mientras una gran nube de polvo todavía se alzaba sobre los restos de las Torres Gemelas, a miles de kilómetros, en las calles de Pakistán, Egipto, Omán, Filipinas o Indonesia, del norte de África al Asia-Pacífico, cientos de miles de musulmanes mostraban su furia ante la inminente respuesta militar liderada por el "Gran Satán de Occidente" contra sus "pobres hermanos afganos".

"El Islam no es nuestro enemigo", enfatizaba el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ante el atiborrado Congreso de su país, al anunciar el comienzo de la "guerra contra el terror". Logró una de las más sonadas ovaciones que se recuerden en mucho tiempo en el Capitolio.

Sin embargo, para muchos esa alusión al Islam fue la prueba final de que las cartas estaban echadas. El choque de civilizaciones que sobrevendría al fin de la Guerra Fría, del que escribió hace ya casi una década el académico Samuel P. Huntington, empezaba a convertirse en una profecía cumplida.

"Yo estaba en Holanda cuando Bush dio su discurso y me dije: 'O Dios mío, ¡cómo puede haber hecho eso!, ni siquiera sabe de qué se trata el Islam. Esto va a crear problemas para EE.UU. en los años por delante'", comenta Yvonne Haddad, del Centro para el Entendimiento Cristiano-Musulmán de la Universidad de Georgetown.

Un año después, hay quienes siguen creyendo que la confrontación final entre las civilizaciones es inevitable. Pero hasta ahora la humanidad ha estado lejos de incendiarse en virtud de una supuesta condena a la destrucción mutua o como capítulo final de una historia marcada por la guerra y la desconfianza entre occidentales y musulmanes.

Durante este tiempo, especialistas en temas islámicos, intelectuales y representantes de las comunidades musulmanas en Occidente han destacado el creciente interés del público por interiorizarse de una cultura desconocida hasta el mismo 11 de septiembre. Y junto con explicar que el Islam no tiene nada que ver con Osama bin Laden o Al Qaeda -sin importar lo que puedan hacer en el futuro-, han desmenuzado como nunca antes los elementos e intereses que han creado la imagen dominante de ese mundo en el occidental.
En gran medida, a lo largo de los siglos, el imaginario occidental sobre Oriente, primero, y el Islam, después, se ha fundamentado en estereotipos. En nuestro tiempo, explica Kai Hafez, investigador del Deutsches Orient-Institute (Hamburgo) que ha estudiado en profundidad las imágenes que crea la prensa en su trabajo diario, desde la Revolución Iraní de 1979, demasiados occidentales se han familiarizado con la idea de que los pueblos musulmanes son hostiles a ellos.

El impacto iraní

El ayatola Ruhola Jomeini acabó con un régimen pro occidental. Pero el impacto de la toma de rehenes en la embajada norteamericana en Teherán, en 1979, potenció la imagen de que además de ser una revolución islámica, la iraní fue esencialmente anti occidental.

"Antes, pocos consideraban al mundo musulmán. Se hablaba de los árabes o los turcos, pero no sobre la religión islámica como tal. Con la llegada de Jomeini en Occidente se empezó a crear esa imagen hostil del Islam conectada con la violencia", dice Hafez.

Guerras como la que enfrentó a Irak e Irán (1980-88) y la del Golfo Pérsico (1991), el eterno conflicto israelo-palestino, Líbano y las matanzas en Argelia, siguieron asentando esa imagen. Y en esta misma línea, el explosivo desarrollo de la industria de los medios de comunicación en el mundo global ha convertido a la prensa en la principal forjadora de los estereotipos dominantes sobre el Islam.

De esta manera, por ejemplo, los estudiosos del tema destacan la histórica fuerza deformante que han tenido informaciones como algunas de las que más han impactado en el último tiempo. En Nigeria, dos mujeres fueron condenadas por un tribunal islámico a morir lapidadas por adulterio y, en Pakistán, otra joven fue forzada por un consejo de notables tribal (Loya Jirga) a ser violada por cuatro hombres como castigo porque su hermano de 12 años se había relacionado con una mujer 10 años mayor y de una clase social más alta.

A la fuerza de los estereotipos se suma que en tiempos de crisis, los medios están más cerca de sus sistemas políticos. Esto se puede observar muy bien en EE.UU., donde desde el 11 de septiembre cadenas de televisión como CNN o NBC han cerrado filas con la Casa Blanca, desarrollando una suerte de "periodismo patriótico".

Para Hafez, esto último ocurre porque las empresas informativas ven esas situaciones como un asunto de sobrevivencia del sistema del que ellas mismas son parte clave.

A la hora de elegir los estereotipos más extendidos, no hay mucha disparidad de criterios. Bruce Lawrence, jefe del Departamento de Estudios de la Religión de la Universidad de Duke (Carolina del Norte), sostiene que, junto a la referencia a la violencia y el fanatismo, por lo general asociados a lo que se ve como una relación estrecha entre política y religión, en Occidente se suele identificar lo árabe con lo musulmán.

También, dice Lawrence, el supuesto de que las Cruzadas inician una historia marcada por la guerra que, en consecuencia, inserta al 11-S dentro de una "lógica".

Nuevo paradigma

El problema es que luego del fin de la confrontación capitalismo-comunismo, el actual paradigma de análisis entiende los eventos en función de intereses culturales o religiosos, que es lo que en el fondo hizo Huntington. Esto explica que después del 11 de septiembre, la naturaleza misma del Islam haya sido tan debatida, como si en realidad hubiera alguna conexión entre el Islam-civilización con Al Qaeda o Hamas.

"Por eso Huntington está equivocado, porque en rigor de lo que estamos hablando es de percepciones, no de culturas. No creo que el choque de civilizaciones sea algo inevitable; es un problema comunicacional antes que cultural", dice Hafez.
Los observadores explican que el escaso desarrollo de las sociedades civiles en la mayoría de los países musulmanes ayuda a mitificar aún más nuestras imágenes del Islam.

En su informe de Desarrollo Humano en el Mundo Árabe, el Programa para el Desarrollo de la ONU (PNUD) dice que "hay mucho por hacer para capacitar a los pueblos árabes para que participen plenamente en el mundo del siglo XXI". Entre otros aspectos, el PNUD destaca la escasa disponibilidad de tecnologías de la información, ya que sólo el 0,6% de la población utiliza internet y el 1,2% accede a computadores. También llama la atención sobre el déficit de libertad en esas sociedades y afirma que la ola de democratización extendida por el mundo en los últimos 15 años ha dejado afuera a los árabes.

Bernabé López, del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de varias publicaciones sobre la inmigración magrebí en Europa, dice que la pobreza está ligada a variables como el desarrollo educativo, que son un caldo de cultivo para los fanatismos. Pero aclara que "no es eso lo que debería caracterizar al Islam en tanto civilización".
Hay también quienes creen en la existencia de una intolerancia a lo distinto, fruto de "pulsiones elementales", previa a la acción de cualquier ente, incluidos los medios.

Humberto Eco, en su ensayo "Las migraciones, la tolerancia y lo intolerable", asegura que ese sentimiento es el más peligroso porque es totalmente "impermeable" a cualquier crítica racional. Pero también es cierto que con el tiempo, crece la necesidad de entender los fenómenos trascendiendo las ideas preconcebidas. La venta de ejemplares del Corán aumentó drásticamente en Occidente las semanas siguientes a los atentados. Incluso en Chile, la demanda de cursos introductorios a la religión islámica aumentó en 100%. Esto, aunque no le guste a Bin Laden y compañía, es una excelente señal.

Efecto espejo

Un estereotipo de Occidente también está presente en las sociedades islámicas, cuyas élites políticas, en muchos casos, se benefician del victimismo que supone presentarlo como una civilización que pone en riego su visión del mundo.
Según explica Bernabé López, catedrático del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el dominio de estos grupos, muy poderosos pero incapaces de admitir una cultura de oposición, de relevo político o de debate, ha impedido un mayor desarrollo social y económico en muchos países islámicos. Tampoco ha ayudado a fomentar una relación menos autárquica con el resto del mundo.

En el fondo, hay un riesgo de demonización total a manos de aquellos más interesados en difundir la idea de que todos los males son consecuencia del legado colonial. Pero se olvidan de que las colonias terminaron hace 50 años y que durante todo ese tiempo la responsabilidad ha estado en manos de las élites que han gobernado sus países.

Sin embargo, entre los estudiosos de los asuntos islámicos hay unanimidad en que en la medida que el conflicto entre palestinos e israelíes no se solucione, será muy difícil cambiar la visión dominante de Occidente. Mientras eso no pase, dicen, siempre va a existir la percepción de que hay una doble moral en aspectos como los derechos humanos.

No obstante, líderes de las comunidades islámicas en países occidentales destacan que la experiencia -en general exitosa- de los emigrantes musulmanes, tanto en Europa como Estados Unidos, puede ser un importante precursor de cambios en las percepciones sobre Occidente en el mundo del Islam.

"Han empezado un renacimiento intelectual para integrar el Islam en la aldea global sin que eso signifique desposeerlo de sus identidades islámicas", comenta Alan Godlas, especialista de la Universidad de Georgia y autor de la página de internet sobre el Islam (www.arches.uga. edu/godlas/), una de las más visitadas en Estados Unidos desde el 11 de septiembre.

 

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