El "Gran Satán":
Los porqués detrás del odio a Estados Unidos

Un sentimiento de humillación histórica frente a la "prepotencia" de Washington alimenta la ira de millones de musulmanes a lo largo del mundo.

KATHERINE BÄUERLE EWERT

"¿Por qué nos odian?", preguntó el Presidente George W. Bush una semana después de los atentados del 11 de septiembre ante un Congreso atiborrado de gente y de patriotismo. Y él mismo se encargó de responderle a la audiencia: "Nos odian por nuestras libertades".

Ésa fue la "versión oficial" de Washington para explicarles a los norteamericanos qué había provocado entre esos 19 kamikazes musulmanes un rencor tan irracional como para causar la muerte de miles de civiles estadounidenses una mañana cualquiera, sin razón aparente.

Pero la explicación del Presidente Bush difícilmente basta para entender por qué en el mundo islámico, a diferencia de otras regiones del planeta -donde también existe un poderoso sentimiento antinorteamericano-, éste se manifestó de una manera tan virulenta.

El poderío de Washington en lo económico, tecnológico, militar y cultural -que muchas veces va acompañado de la natural soberbia de superpotencia- nunca ha sido particularmente popular. Pero es en el mundo islámico donde este sentimiento tomó un cariz definitivamente peligroso.

De acuerdo con el prominente historiador del Islam Bernard Lewis, detrás de esta ira está la humillación histórica surgida de las "sucesivas etapas de la derrota" del mundo musulmán. Éstas incluyen, según Lewis, "la pérdida del dominio musulmán ante el poderío de Rusia y Occidente, el debilitamiento de su autoridad en su propio país por la invasión de los modos de vida foráneos y el desafío a su autoridad por parte de mujeres emancipadas e hijos rebeldes".

El responsable de esta oleada de afrentas para el hombre islámico, prosigue Lewis, es el país considerado el heredero de la arrogante Europa colonialista o "el adversario diabólico de todo lo bueno y, específicamente para los musulmanes, del Islam". Ningún otro que los Estados Unidos.

Pero más allá del agravio histórico y cultural del que se sienten víctimas millones de musulmanes desde El Cairo hasta Yakarta, hay razones mucho más tangibles que explican la furia islámica. Razones que en buena parte tienen que ver con la propia política exterior norteamericana. "Muchos en el mundo islámico ven la defensa de Estados Unidos de valores como la autodeterminación, la democratización y los derechos humanos como un doble discurso si se lo ve a la luz de su propia política exterior", afirma John Esposito, director del Centro para el Entendimiento Cristiano-Musulmán de la Universidad de Georgetown.

Obligada es la referencia a la defensa norteamericana de su principal aliado en el Medio Oriente, Israel, nación que les propinó tres derrotas sucesivas a los árabes durante el siglo pasado y que sigue reprimiendo a la población palestina y ocupando sus territorios.

Similar importancia tiene para el mundo islámico la situación de Irak, cuyos habitantes han sufrido el rigor de las sanciones económicas de la ONU desde la Guerra del Golfo Pérsico de 1991, así como los sucesivos bombardeos anglo-norteamericanos desde entonces.

Forma y fondo

La perspectiva de una futura invasión norteamericana a Irak con el fin de derrocar al régimen de Saddam Hussein -uno de los planes militares más controversiales de la actual administración- tampoco ayuda a la imagen de Washington en el mundo musulmán. Y ya muchos observadores advierten que tal acción podría llevar a la alienación e incluso a la revolución en países árabes claves como son Egipto y Arabia Saudita, de igual forma como la revolución iraní de 1979 llevó a dos décadas de fundamentalismo y hostilidad antinorteamericana en la región.

La proyección de Estados Unidos como un promotor mundial de la democracia y los derechos humanos tampoco encaja con la realidad de la región, donde ninguno de sus aliados árabes tiene un sistema político democrático y en los que el respeto por los derechos humanos deja mucho que desear.

Otros clamores populares en el mundo musulmán como el disgusto por la presencia de 7 mil soldados norteamericanos en Arabia Saudita, tierra sagrada del Islam, desde la Guerra del Golfo, se suman también a la causa.

"La noción resultante (en el mundo musulmán) de Estados Unidos y de su política exterior sigue siendo la de un país imperialista, cuyo abrumador poderío militar y político es usado unilateral, desproporcionada e indiscriminadamente en una guerra que se libra no sólo contra el terrorismo global y los extremistas religiosos, sino también contra el Islam y el mundo islámico", dice Esposito.

Y las consultas en terreno así parecen confirmarlo. En un reciente informe publicado por el Consejo de Relaciones Exteriores norteamericano se citan encuestas que prueban que más del 60% de las personas consultadas en Jordania, Arabia Saudita y Pakistán -todos ellas naciones aliadas de Washington- reprueban a EE.UU. y su modo de actuar en el mundo islámico. Ante la abrumadora evidencia y tras los atentados del 11 de septiembre, a Washington no le ha quedado más remedio que actuar para combatir tal percepción.

El "marketing diplomático" ha sido una respuesta en tal sentido. Recientemente, la Casa Blanca dispuso la creación de la Oficina de Comunicaciones Globales, organismo que coordina el mensaje que quiere dar a conocer la administración Bush sobre su política exterior y supervisa cómo se percibe afuera la imagen norteamericana.

Pero todavía está pendiente la discusión de fondo, que no es sino el rumbo que tome la política exterior norteamericana en la región. Dicho debate debe incluir necesariamente la manera como EE.UU. compatibiliza los valores que dice defender, sus intereses nacionales y su actuación real en el mundo islámico.

El decano de la Escuela de Gobierno de Harvard, Joseph Nye Jr., describió recientemente lo que se juega EE.UU. en tal sentido en su libro "The Paradox of American Power": "Los bolsones de 'odio duro' no podrán ser catalizadores de un odio más amplio, a menos que dejemos a un lado nuestros valores y persigamos políticas arrogantes y avasalladoras que permitan a los extremistas lograr la atención de la gran mayoría en el medio".

Hacer lo contrario es hoy un riesgo demasiado grande para Estados Unidos. Eso ya se comprobó hace justo un año.

 

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