Freud
Psicoanálisis, mitos y temores

“Cuando escuchamos la palabra  ‘psicoanálisis’ habitualmente la relacionamos con un personaje llamado Sigmund Freud. En esta imagen, el doctor aparece como un anciano de barba, serio e inquisitivo que se encuentra sentado detrás de un diván. En éste reposa una persona: el paciente. Mientras Freud toma apuntes, el paciente habla mirando el techo de la consulta.”

Esta descripción del psicoanalista chileno Dr. León Cohen “no hacen sino hablar de la extensa y distorsionada presencia que ha ido adquiriendo el psicoanálisis a lo largo del siglo veinte y hasta ahora, y que se encuentra en películas, novelas, revistas del corazón y en reuniones sociales”.

Lo anterior ha llevado a que se creara una imagen estereotipada de un psicólogo que “busca la quinta pata al gato”. Según el terapeuta chileno “es frecuente que la psicología genere en la gente, por un lado, una fascinación mágica a raíz de un conocimiento que estaría prometiendo desocultar las profundidades a través de lapsus o de sueños”.

Pero esa suerte de poder sobre lo inconsciente y psiquis humana también genera recelos. Según Cohen, éstos son “el temor ante una mirada que sería capaz de penetrar en nuestras intimidades y descubrir lo que ni nosotros sabíamos que estamos ocultando, y una desconfianza por el miedo a quedar controlado por un profesional del que uno podría quedar dependiendo anímicamente.”

Entonces, ¿qué pasa durante un psicoanálisis?

Un buen terapeuta y un buen psicoanálisis es aquel que le va entregando al paciente las herramientas para poder tomar decisiones y adoptar actitudes libres y deliberadas, y no intervenidas por algún trastorno inconsciente o trauma infantil que el paciente no ha podido reconocer.

Cohen lo explica así: “El sicoanalista no da instrucciones, sólo interpreta o hace conexiones sobre lo que el paciente habla, ayudándole a entender lo que está pasando por su cabeza. Se establece entre ambos un fuerte vínculo emocional, en que la persona se conecta con la voz de alguien que no conoce, siempre en el mismo espacio, donde vierte asuntos tan íntimos que no le ha contado a nadie, ni siquiera a sí mismo. De esa manera se construye un concepto muy importante dentro del psicoanálisis: la transferencia. Es decir, la persona empieza a transferir sus contenidos mentales más profundos”.

 

“Mediante esta transferencia el paciente reactualiza modos emocionales de relaciones antiguas, profundas, infantiles, pero que aún, inconscientemente, están provocando daño y sufrimiento en la vida del paciente. Esta transferencia, el analista trata de hacerla explícita a través de su señalamiento por medio de interpretaciones y otros modos de comunicación.”

“Lo que se busca es que el paciente se de cuenta y comprenda (no que se informe), pues de este modo se experiencia el cambio en los procesos mentales cognitivos y emocionales de la persona de un modo paulatino, silencioso pero significativo.”

Justamente para que relación paciente-analista no se transforme en algo enfermizo, como muchos temen se estableció, ya desde Freud, que el terapeuta también está obligado a someterse al psicoanálisis. Sólo así será capaz de tomar la distancia necesaria en la relación psiquiatra-paciente.

“Los psicoanalistas deben ser pacientes, deben esforzarse en conocerse a sí mismos, en tratar de comprender y aliviar sus propios dolores, en reconocer lo que es suyo y así tratar de diferenciarse de los dolores y pensamientos de sus propios pacientes”, explica el psiquiatra chileno.

Es  esencial que el paciente se sienta a gusto con su terapeuta. Pese a eso, se tiene que tener en cuenta que habrá ocasiones en que se abandonará una sesión con sentimientos encontrados, rabia o pena. El psicoanálisis es un trabajo intenso en el que el paciente se verá enfrentado a su personalidad y eso implica muchas veces reconocer aspectos que producen disgustos y son difíciles de reconocer. Nada de eso tiene que ver con el terapeuta.

Finalmente hay que saber que el psicoanálisis no tiene recetas maravillosas ni produce mutaciones. “Es un trabajo entre dos seres humanos que persiguen poder conocer y pensar para posibilitar cambios sutilmente. Pero no muta a nadie y tampoco se debe esperar que se va a encontrar allí una especie de madre mágica que sería capaz de aconsejar y dar un camino de vida que los salve del sufrimiento y la insatisfacción”, advierte Cohen.

¿Listo para analizarse? Sepa que…

Un psicoanálisis no se puede esbozar después de la primera sesión sino que recién después de un par de reuniones será posible establecer los puntos principales que hay que abordar. Y aún así, el paciente tiene que tener claro que durante la terapia pueden surgir nuevos temas. “La naturaleza de cada persona tiene su propio tiempo”, aclara el Dr. Cohen.

Independiente de un tema de tiempo y costo, hay que saber si uno está dispuesto a someterse a un psicoanálisis clásico o uno breves o focal. En el primer caso este puede durar años, aproximadamente cinco con visitas unas tres o cuatro veces por semana. Aunque todo esto es flexible y se conversa con el terapeuta según la situación del paciente. En el segundo entre seis meses y un año ya que sólo se concentra en un problema específico.

No se deje espantar por los clásicos prejuicios que circulan en la sociedad sobre el psicoanálisis. Según León Cohen, el hecho que dure años y que se acuda a la consulta por lo menos una vez a la semana, “resulta naturalmente insólito para el público general y suscita desconfianza y temor: que el profesional pudiera estar artificialmente reteniendo al paciente, quedar dependiente del psicoanalista, que el terapeuta imponga un estilo diferente de vida y de pensar. Esta actitud de desconfianza frente a la duración del tratamiento no puede ser más común en una cultura cuyo ritmo se basa en la instantaneidad.”

 

Al momento de elegir un terapeuta hay que considerar la formación teórica del profesional ya que de eso dependerá el trabajo que realice con el paciente. “Si una persona quiere iniciar un psicoanálisis debe preguntar a especialistas por el tema y donde encontrar un profesional confiable”, recomienda Cohen. “Se trata de un trabajo largo y donde la persona coloca aspectos muy íntimos de su persona, por ello la elección es delicada”.

Los más temerosos en caer en manos equivocadas, pueden verificar si el analista elegido está acreditado en la Sociedad de Psicólogos Clínicos, la Sociedad Médica de Psiquiatras o la Asociación Psicoanalítica Chilena.

 

Por otra parte, también el paciente tiene que ser evaluado. El analista someterá a éste a entrevistas preliminares para calificar la analizabilidad de la persona. Des esa manera se evitará que el tratamiento provoque problemas al paciente. “Para poder psicoanalizarse uno debe tener una cierta capacidad de vincularse y una capacidad introspectiva”, explica el psiquiatra. “El paciente deber tener una cierta solidez de juicio de realidad que le permita experimentar el campo de trabajo transferencial regresivo que se da en el tratamiento como una instancia en la que puede entrar, aprovechar y salir una vez terminada la sesión.”

El psicoanálisis no va de la mando de los medicamentos. “El tratamiento medicamentoso debe ser tal, que no interfiera con la capacidad de trabajo del paciente en las sesiones analíticas”, especifica Cohen. Por otra parte, agrega que es cada vez más frecuente que los terapeutas estén alertas a los síntomas biológicos de los pacientes y a pedir la colaboración de otro profesional médico para que de los medicamentos e impedir así que tal hecho interfiera en el trabajo psicológico analítico con el paciente.

Aunque cada edad tiene su analizabilidad y sus posibilidades de cambio, el tratamiento puede variar. Mientras que durante la época adulto-joven se cuenta con una buena capacidad de análisis y por ende oportunidad de cambiar y desarrollarse mediante un psicoanálisis, un hombre de la tercera edad no tiene ese tiempo y puede sentirse aliviado mediante una terapia más corta de una vez a la semana, cara a cara y sin diván.

Pese a todos los pros y contras del psicoanálisis, y la certeza que no es perfecto ni da la felicidad eterna. Pese a que es un proceso lento, sistemático y arduo. Pese a todo lo anterior, no hay que perder de vista que de repente se produce durante la terapia la comprensión de la propia psiquis, aparecen aspectos desconocidos en la personalidad y se desarrollan nuevas potencialidades. Y que todo eso mejora la calidad de vida y hace justifica tanto tiempo y trabajo invertido.