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La muerte de
Matta enluta al arte del mundo, ya que él representaba al
último de los artistas vivos de las vanguardias históricas,
aquellas vanguardias de la modernidad que creyeron en las utopías
(el arte era una de ellas) y donde el creador era un claro agente
de cambio. Esas vanguardias a las que perteneció Matta con
todo el grupo de los surrealistas, como también su gigantesco
aporte en los años 40 al expresionismo abstracto norteamericano,
generó en Nueva York un polo de desarrollo y de difusión
plástica que marcaría al mundo en los decenios siguientes.
Pero no es el momento de hacer historia, sino más bien el
de señalar que Matta es el artista que tiene como centro
de especulación teórica y práctica no sólo
el devenir del hombre y su historia, sino el explicar una y otra
vez, desde el trabajo del arte, el verbo ver. Sus pinturas, dibujos,
grabados y esculturas se esforzaron por aclarar que la cuestión
del arte es iluminar las escondideces porque sin luz no se ve. El
arte para Matta era una opción ética y pretendía
tender un puente entre los seres humanos para hacer ver lo que se
constituía para él en la mejor función del
artista.
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