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- El mercado
no quiere conceptos, no quiere conciencia, porque es mucho más
fácil vender un cuadro todo azul con una firma conocida que
un cuadro que compromete y quizás ejerce un efecto negativo
sobre las útilidades.
- Soy una especie de importuno, de aguafiestas. Mi crítica
provoca fastidio, mi trabajo da fastidio. El arma más formidable
contra eso es el silencio, y entonces es mejor hablar de mí
como persona que de mi concepto.
- Me dicen cosas amables sobre lo personal y se lavan las manos
respecto de las desagradables que atribuyen a mi obra. Esto no se
dice en las revistas de arte, en las páginas de cultura,
y nadie pregunta nada, todos celebran el nombre como la firma, y
no lo que ella significa. Yo detesto firmar; me obligan a hacerlo.
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