María
José Casasempere, piloto FACh:
" Seré piloto de guerra, con piocha roja"
“Es
un orgullo tener una hermana así”, dice Felipe Casasempere,
cadete de la FACh, que se cruza con nosotros al terminar la entrevista
a la alférez María José Casasempere Gimeno.
Una jovencita de ojos verdes, pelo rubio y muy menuda que se convirtió
en la primera mujer piloto militar y con la mayor antigüedad –las
mejores calificaciones- de su promoción.
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Hace
cinco años la FACh abrió las puertas de la Escuela de
Aviación Capitán Ávalos a las mujeres. De los seleccionados,
el 20 % fueron cadetes femeninos, 40 en total; de ellas, 14 se graduaron
el año pasado.
Pero no sólo son las primeras oficiales de la Fuerza Aérea,
sino que, además, esta institución armada las incorporó
inmediatamente a la carrera de la oficialidad; es decir, en teoría,
cualquiera de ellas podría llegar a Comandante en Jefe, lo que
no sucede en Carabineros ni en el Ejército y mucho menos, en
la Armada.
María José tiene 23 años, nació el 22 de
julio de 1981, estudió en el Andree English School y siempre
tuvo clara su afición por volar, heredada de su padre, ex piloto
de la institución. Por eso, “fue increíble cuando
se abrió la posibilidad de postular a la FACh, porque podía
juntar mi pasión por el vuelo y mi futura carrera”.
-¿Te costó tomar la decisión?
“Por mi forma de ser –siempre fui súper ordenada,
súper meticulosa- supe que no tendría problemas para entrar.
Siempre quise ser piloto y también me gustó siempre la
Fuerza Aérea… ¡Qué mejor que juntar las dos
cosas!”
-¿Todas las mujeres que entraron son pilotos?
“No, existen dos ramas: la del aire y la de tierra. Esta última
tiene los escalafones ingeniería aeronáutica, electrónica,
defensa aérea e ingeniería en administración; la
primera sólo los pilotos”.
-Eres alférez, ¿qué sigue?
“Después de que terminamos el curso de instrumentos, nos
derivan a los tácticos, que son las especializaciones y, dependiendo
de las aptitudes y preferencias, nos encauzan a combate, transporte
o helicópteros. Esta última es la que yo prefiero ¡ojalá
quede!”
-¿Los de combate son los pilotos de guerra?
“No, todos. ¿Ves esta piocha?, es azul, significa que me
estoy formando y que todavía soy piloto militar. Cuando termine
mi curso táctico en alguna de estas tres áreas, seré
piloto de guerra, con piocha roja.”
-¿Cuántas mujeres se graduaron de las 40?
“Seis en aire y ocho en tierra, catorce en total, fue grande la
deserción. Por diversos motivos; los primeros años, porque
no les gustaba el régimen; después, porque no se proyectaban.”
-¿Cómo las recibió la Fuerza Aérea?
“Súper bien, porque, a pesar de que somos nosotras las
que nos tenemos que adecuar, la institución ha hecho un enorme
esfuerzo por cambiar muchas cosas; desde los baños a lo intrínseco
de la vida militar.
“Si bien no se puede hacer discriminación positiva, no
se pierde el trato de caballeros”.
-¿Y tus compañeros?
“Entraron con nosotras, así que siempre se dio así.
No hubo problemas”.
-Fuiste la mayor antigüedad, ¿influyó que
fueras de las pioneras en la FACh?
“Es algo completamente nuevo y uno trata de dar lo mejor de sí.
Hay una pequeña dosis de competitividad y también orgullo
de ser mujer; aunque siempre fui buena alumna, terminé el colegio
con un 6,5 en los cuatro últimos años.
“Uno lo hace por superarse a sí misma, porque acá
se da más lo que es compañerismo y camaradería,
que estar peleando por las notas”.
-En las siguientes generaciones de cadetes, ¿también
se destacan las mujeres?
“No como en mi curso que, de las seis primeras antigüedades,
somos tres mujeres. Las otras son Karina Miranda y Loreto Vidal”.
-¿Cuándo te empiezas a subir a los aviones?
“Yo, en cuarto año; las nuevas promociones, en tercero.
Las primeras veces son emocionantes; ver que todo el trabajo teórico
se hace realidad, al fin uno llega a lo que quiere, es como una ansiedad.
Después viene el training, porque es complicado, requiere tiempo
y dedicación”.
A pesar de estar vestida con el traje de vuelo –un overall verde
con las piochas de su grado- se ve muy bonita. Cuenta que para el día
a día deben usar cola de caballo y para las ocasiones formales,
tomate. El maquillaje es igual para todas: sombra café, rimel
y labial color ladrillo y es obligación usarlo.
Pololea con un capitán, 8 años mayor que ella, pero pertenecen
a distintas unidades, así que no existen problemas.
-¿Cómo manejan la diferencia de grados?
“Cuando estamos en situaciones formales, siempre con el debido
respeto: ¡Mi capitán! y me cuadro. Obviamente no tan formal
como es con el resto, pero dentro de los márgenes que se requieren,
de las formalidades”.
-Y eso te da risa o lata.
“Nada, estoy acostumbrada. Aparte que, como vengo llegando del
curso en Puerto Montt, sólo nos ha tocado una vez estar en situación
formal”.
-Lo manejan, entonces.
“Nosotros siempre decimos de la puerta hacia fuera y de la puerta
hacia adentro. En el mundo civil es mi pololo igual, no pierde el grado
que tiene; la situación es distinta y súper manejable.
Además no hemos estado nunca en la misma línea de mando”.
-¿Es distinta la vida militar?
“Por supuesto, es un estilo de vida distinto. Uno pasa de administrar
su tiempo libre y lo que hace a que le reglamenten todo: estudios, deportes,
horas de sueño. La Escuela es una etapa de formación y
tiene que ser así.
“Ahora que ya soy oficial, trabajo de 8 a 5, si hay que volar
o hacer algo más me quedo hasta más tarde y si no, ya
puedo administrar mis horas libres”.
-¿Te proyectas en la FACh?
“Hasta donde se pueda. A veces, circunstancias que uno no maneja
(familia, enfermedades, problemas que salen al camino) hacen que lo
que uno se propone no se pueda cumplir”.
-¿Te ves como comandante en jefe?
“¿A
quién no le gustaría? ¡Es la máxima aspiración
de cualquier piloto!”
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