Mónica
Maldonado, fiscal del máximo tribunal:
" En la Corte Suprema deberían haber más mujeres"
El 5 de noviembre de 2001 dos mujeres hicieron historia en el Poder Judicial.
Ese día las ministras María Antonia Morales y Mónica
Maldonado se convirtieron en las primeras dos féminas que hasta
hoy forman parte de la Corte Suprema; como ministra, la primera y como
fiscal ,la segunda.
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El hecho
tuvo tal trascendencia que incluso el Presidente de la República,
Ricardo Lagos, asistió al Pleno en que las magistradas juraron
para su nuevo cargo y pasaron a ser, con ello, parte de un mundo que
hasta ese momento había sido sólo para hombres.
A casi tres años de aquel hecho, Mónica Maldonado Croquevielle
recuerda con alegría el impacto que produjo el nombramiento en
la opinión pública, mientras cuenta que en lo personal
la marcó en forma especial, debido a que su padre, Luis Maldonado,
fue presidente del máximo tribunal.
Al referirse al rol femenino en el Chile actual y en el Poder Judicial,
la fiscal enfatiza que a su juicio “la sociedad está evolucionando
y la mujer no está poniendo lo suyo”. Asimismo, con la
suavidad y expresividad que la caracterizan, recalca que los hombres
y las mujeres son complementarios y que en el aspecto laboral, “la
mirada femenina tan necesaria para humanizar a la sociedad no se está
dando en los poderes del Estado”.
- ¿Cómo fue la recepción de los magistrados
cuando usted llegó a la fiscalía?
“Fui bien acogida por los ministros que conformaban el tribunal.
Venía de desarrollar una larga carrera judicial, que inicié
estudiando derecho. Era conocida por la mayoría de ellos, y,
aunque había tenido opinión antagónica con algunos
de sus fallos, ésta situación no alteraba el respeto de
unos por los otros”.
- ¿Ha tenido algún tipo de contratiempo por ser
mujer?
“No he percibido diferencias con los ministros por ser mujer,
pero reconozco que somos diferentes. Mi manera de ser es menos protocolar,
más sencilla, más cercana. Ellos son más racionales,
intelectuales, más ajenos a la situación personal que
se decide en cada circunstancia que tienen que resolver, pero muy preparados
en lo jurídico. Yo busco mucho lo humano, pero mi cargo es fiscal
de la Corte, no ministro.
“En ocasiones integro la Corte Suprema, cuando falta algún
ministro o algún abogado integrante, y esas son las ocasiones
en que me doy cuenta de que mi manera de ser es distinta a la de ellos,
porque busco la justicia en el caso humano y ellos buscan la justicia
en el caso jurídico. Pero yo no me atrevo a decir que esa sea
la actitud de todas las mujeres, yo me atrevo a decir que esa es mi
actitud ante la vida”.
- ¿Ha detectado en alguna oportunidad signos de machismo
entre sus pares?
“No he sentido actitudes discriminatorias de género por
parte de mis pares. En las actividades que participo con ellos, más
bien reconozco un complemento y una relación óptima”.
- ¿A qué atribuye usted que tan pocas mujeres
hayan llegado a ocupar un lugar en el máximo tribunal?
“No me atrevo a hacer un juicio. Siento que entre las ministras
de Cortes de Apelaciones hay personas tan merecedoras de encontrarse
en la Corte Suprema como los ministros que hoy la componen. Pero a ellas
les ha sido más difícil el nombramiento. Tenemos que recordar
que hace años figuró la ministra Raquel Camposano, actualmente
jubilada, en la quina para ser nominada ministra y no fue nombrada;
lo mismo ocurrió últimamente con la ministra Gabriela
Pérez de la Corte de Apelaciones de Santiago, que no fue designada.
La Corte Suprema ha estado abierta a incorporar más mujeres,
pero los otros poderes no las han designado”.
- A su juicio ¿es necesario que más mujeres integren
la Corte Suprema?
“Yo pienso que en estos momentos en la Corte Suprema deberían
y podrían haber más mujeres. Pienso que hay mujeres de
la misma capacidad y de carrera tan valiosa y tan preparada jurídicamente
y de criterio como son los actuales ministros. Me parece que hay algunas
que han sido postergadas, pero indudablemente la decisión es
de los señores ministros, no de la fiscal”.
Una vida en los tribunales
Mónica Maldonado ingresó al Poder Judicial cuando tenía
20 años, tras graduarse de abogada en la Universidad Católica
de Chile. Una de sus primeras misiones fue ser juez de menores, labor
que desempeñó en Puerto Montt, "procurando por medio
de avenimiento solucionar la situación de las parejas que estaban
desavenidas y las pensiones alimenticias".
De sus años en el sur, relata con convicción que "trataba
de dar un cauce nuevo a la situación irregular de los menores.
Los visitaba constantemente, tenía reuniones con los padres,
pero estamos hablando de hace 30 años y en Puerto Montt, cuando
el juez tenía la posibilidad de hacerlo y yo me daba el tiempo.
Después mi carrera la fui orientando hacia el área de
la fiscalía”.
Como Fiscal de la Corte Suprema, no comparte las labores diarias de
un ministro, salvo cuando es llamada a integrar alguna de las salas
del tribunal. “Lo normal es que yo evacue informes en derecho
en materias que los ministros conocen posteriormente y resuelven en
sus sentencias. Eso me mantiene siempre preparada, siempre actualizada
en materia jurídica. Son informes en derecho en los cuales vienen
casaciones de fondo, extradiciones, situaciones en las que hay personas
detrás, situaciones en las que yo me pregunto qué es lo
justo”, explica.
Su trabajo consiste además, en vigilar la conducta funcionaria
de los magistrados en los tribunales del país, tarea que efectúa
por medio de visitas a los tribunales, las que por delegación
realizan los 32 fiscales judiciales de las cortes de apelaciones del
país, que están a su cargo.
Junto con ello, fiscaliza los centros penitenciarios y la situación
de las personas que padecen enfermedades mentales y que han cometido
delitos, siempre y cuando se encuentren en las cárceles del país.
“Esa es una situación muy delicada en que entrego y dedico
gran parte de mi tiempo”, confiesa.
- ¿Cómo califica la labor que la mujer ha desarrollado
ya no sólo en la Suprema, sino que en todo el Poder Judicial?
“En la Corte Suprema la llegada nuestra es ciertamente un fenómeno
nuevo, pero ya los ministros trabajan hace mucho tiempo con relatoras,
como lo fue, por ejemplo, Gloria Ana Chevesich. Ahí hay una mayor
cantidad de mujeres que van a ser futuras ministras, y el paso del tiempo
va a llevar a que la Corte Suprema sea conformada, yo creo, igualitariamente
por varones y mujeres”.
En Chile existe una carrera judicial, en la que se asciende por la antigüedad,
los méritos, la probidad, la eficiencia, los conocimientos, y
la responsabilidad, entre otros factores. Actualmente en la Corte Suprema,
de 21 ministros, una es mujer y hay una sola fiscal. De 144 ministros
de Cortes de Apelaciones, 99 son varones, y 45 mujeres (un 31,25%).
Entre los jueces, en cambio, de 585, 261 son hombres, y 324 son mujeres
(55%). “Entre relatores y secretarios de juzgados, un porcentaje
cercano al 66% comprende la rama femenina”, detalla la fiscal.
Tal como lo muestran los datos, la participación femenina se
va haciendo mayor a medida que disminuye la categoría en la que
se desempeñan, “pero ello no me parece que sea por discriminación,
sino que al contrario, la mujer va ingresando en mayor cantidad al Poder
Judicial y de acuerdo a ello su presencia es más visible. Es
una incorporación tardía”, explica.
- ¿Cree que en los últimos años ha habido
un cambio en la valoración del trabajo que efectúan juezas
y ministras o nunca ha percibido diferencias?
“Ciertamente que la ministra María Antonia Morales, única
mujer que integra la Suprema, ha desarrollado su función con
la misma dedicación, conocimiento y capacidad que sus pares.
Así lo ha sido a lo largo de toda su carrera judicial y pienso
que por esa razón es la primera ministra. Mi participación
no soy yo quién para calificarla, pero he entregado mi mayor
esfuerzo para hacer una justicia más humana, teniendo presente
permanentemente la persona que requiere de mi pronunciamiento o mi acción
en un penal o en un centro psiquiátrico judicial.
“No puedo contestar esta parte de la pregunta en forma general.
Conozco mujeres juezas que se dedican con una vocación profunda
a dar justicia. El país las conoce a través de los juicios
de connotación pública, pero hay muchas mujeres que sin
ser conocidas por los medios, tienen antecedentes de entrega heroica
por una justicia conforme a la necesidad de Chile de hoy”.
Matrimonio
Supremo
A sus 59 años, Mónica Maldonado está felizmente
casada hace nueve meses y en segundas nupcias, con el ex presidente
de la Corte Suprema, Mario Garrido Montt, con quien asegura comparte
una afinidad no sólo de corazones, “sino que también
en el sentido de la justicia”.
“Él, indudablemente es un gran académico, un hombre
brillante en lo intelectual, muy racional y yo sigo siendo como soy,
pero hacemos en la vida un complemento que ojalá existiera en
el Poder Judicial”, afirma con un dejo de romanticismo y emoción.
Tuvo cuatro hijos con su primer marido, quien falleció hace ya
doce años, y está orgullosa de sus ocho nietos, cuyas
fotos adornan su amplia oficina ubicada en el segundo piso del palacio
de tribunales. |