Durante
doscientos años, en los siglos XIX y XX, las mujeres chilenas
dieron grandes batallas para conseguir un lugar en la sociedad, fuera
de las puertas de sus casas. No sólo demandaron ser consideradas
ciudadanas con derechos políticos, sino que también personas
que podían alcanzar la educación superior y ser profesionales.
A comienzos del siglo pasado los conceptos de mujer y cultura no tenían
un punto de encuentro. El sexo femenino era educado para el rol de dueña
de casa y madre y ¡ay, si alguna pensaba en seguir otro camino!
La cultura, en todos sus ámbitos, estaba monopolizada por los
hombres, quienes participaban de tertulias y clubes de discusión
y accedían a las universidades, símbolo máximo
de la marginación de las chilenas.
Por ello, la llegada de las mujeres a la educación superior no
estuvo exenta de una gran lucha. Una de las principales responsables
de que las jóvenes de la época lograran un cupo en las
universidades fue Isabel Le Brun Reyes.
Su vocación pedagógica fue tan fuerte que, ya a los 14
años, enseñaba gratuitamente a los niños de San
Felipe, su pueblo natal. En 1875 fundó en Santiago el liceo que
más tarde llevó su nombre. Su colegio tuvo éxito
inmediato y consiguió un numeroso alumnado, entre ellas, muchas
hijas de familias adineradas.
En 1876, en un acto de osadía, Isabel Le Brun elevó una
solicitud al Consejo de Instrucción para que éste señalara
el día en que sus alumnas debían rendir exámenes
universitarios. Hasta ese momento dicha prueba sólo la cumplían
los hombres.
De esa valiente propuesta nació, tras algunos incidentes, el
llamado “decreto Amunátegui” del 5 de febrero de
1877 que facultó a las mujeres a entrar a la universidad.
La petición de Le Brun no fue única. En 1872 la educadora
Antonia Tarragó, fundadora del Liceo Santa Teresa también
había solicitado lo mismo pero no fue escuchada.
El decreto Amunátegui fue firmado por el entonces Ministro de
Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, bajo
la presidencia de Aníbal Pinto. Si bien, dicha normativa concedió
a la mujer el derecho a ingresar a la universidad, en la práctica,
la educación continuó casi totalmente reservada a varones.
Sólo entre las clases acomodadas, la mujer podía tomar
lecciones de música, leer textos greco latinos y novelas francesas
románticas y educativas. Su formación normal incluía
labores manuales y buenos modales. También debía conocer
el Catecismo y las vidas ejemplares de los santos. La mujer de escasos
recursos, en tanto, no tenía otro acceso a la cultura que la
vía oral, ni más conocimientos que la sabiduría
popular.
La primera mujer en ingresar a la Universidad de Chile fue Eloísa
Díaz. Ella se matriculó en la Escuela de Medicina y junto
a Ernestina Pérez fueron las primeras profesionales de Chile
e Hispanoamérica. Ambas tuvieron que derribar varios prejuicios
de profesores y compañeros. La mejor muestra de ello es que Ernestina,
al ingresar a Medicina, debió asistir a todas las clases acompañada
por su madre debido a que era menor de edad.
Además, debieron permanecer tras un biombo durante el curso de
anatomía, con todos los problemas que ello provocaba a sus estudios.
En señal
de apoyo a esta temeraria acción de la mujer, el Presidente de
la República, Manuel Balmaceda, hizo entrega a Eloísa
Díaz de su diploma de médico cirujano el 2 de enero de
1887. Ocho días más tarde, se tituló Ernestina
Pérez en la misma especialidad.
No obstante, el éxito fue relativo. La universidad se reservó
el derecho de recibir sólo un 10 por ciento de estudiantes mujeres
del total de cupos para medicina.
Aunque Chile aparece como pionero en la formación de mujeres
profesionales, éstas no eran bien miradas y fueron víctimas
de una evidente presión psicológica. En ese entonces,
escribir o traducir un libro era impensado para una mujer. En efecto,
a muchas se les sancionó por el simple acto de leer o estudiar.
En 1907, sólo había diez mujeres profesionales en Chile:
3 abogados y 7 médicos.
Las señoras y el club social
Con objetivos principalmente culturales, domésticos y de entretención,
en 1915 surgió, en Santiago, el Club Social de Señoras,
formado por damas católicas de la aristocracia capitalina. Su
fundadora y principal dirigente fue Delia Matte de Izquierdo.
El Club expresaba la inquietud de las mujeres de los sectores más
acomodados que veían con alarma aparecer -entre los estratos
medios- mujeres profesionales que, en número creciente, se incorporaban
a la educación y a la cultura.
Inés Echeverría, una de sus miembros escribió en
La Nación: “Para nuestra sorpresa han aparecido mujeres
perfectamente educadas, con títulos profesionales, mientras nosotras
apenas conocemos los Misterios del Rosario... Tememos que si la ignorancia
de nuestra clase se mantiene dos generaciones más, nuestros nietos
caerán al pueblo y viceversa”.
Dos años más tarde, un grupo de mujeres laicas de clase
media formó el Círculo de Lectura, inspirado en los «Reading
Clubs» de Estados Unidos. Entre sus fundadoras y primeras dirigentas
aparece Amanda Labarca, gran escritora y educadora.
Labarca, quien además dirigió el periódico del
círculo, «Acción Femenina», fue la primera
latinoamericana en ejercer una cátedra universitaria e impulsó,
en 1932, la creación del Liceo Experimental Manuel de Salas.
Conforme avanzaron los años, las mujeres ya no sólo lograron
ingresar a la universidad, sino que se agruparon dentro de ellas. Así,
en 1932, nació la Asociación Nacional de Mujeres Universitarias,
cuyo fin era extender las oportunidades culturales, económicas,
cívicas y sociales de la mujer.
Su presidenta fue una de las primeras médicos de Chile, Ernestina
Pérez. En ella participaron además Amanda Labarca, Elena
Caffarena, Irma Salas y Elena Hott.
Desde ese entonces hasta nuestros días la situación es
diametralmente opuesta. Sin duda, la batalla que dio este grupo de mujeres
a principios del siglo pasado fue la base para que en la actualidad
la brecha educacional entre hombres y mujeres, prácticamente,
no exista y para que cada año miles de jóvenes ingresen
a cursar estudios superiores incluso en áreas vedadas por siglos
al sexo femenino.
Fuentes:
Documentación El Mercurio
Sociedad Chilena del Siglo XX
Historia de la Mujer en Chile (Critica.cl)
Reportajes del Siglo
|