Amanda
Labarca (1886-1975)
Educadora de la libertad
Recordada por sus ideales progresistas y democráticos, Amanda Labarca
pasó a la historia no sólo por ser una de las primeras profesionales
que tuvo el país, sino también por su fundamental rol en
la educación y la cultura de principios de siglo, y por ser la
primera latinoamericana en ejercer una cátedra universitaria.
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Amanda
Pinto Sepúlveda, más tarde conocida como Amanda Labarca
Huberstone, nació el 5 de diciembre de 1886, en el seno de una
familia humilde y tradicionalista.
Sus primeros estudios los realizó en una escuela de la calle
San Isidro y luego en el colegio Americano. Terminó sus años
de escolar en el Liceo Isabel Le Brun Pinochet. En 1902 se graduó
de Bachiller en Humanidades, cuando tenía 15 años.
Desde su infancia fue una amante de la lectura, afición fundamental
a la hora de elegir una profesión: pedagogía en castellano,
carrera que estudió entre 1903 y 1905 en el Instituto Pedagógico.
Tras graduarse, trabajó como profesora primaria en la Escuela
Normal N° 3 de niñas de Santiago. Durante esa época
conoció al escritor Guillermo Labarca Huberston, quien en 1906
se convirtió en su esposo.
Amanda adoptó los apellidos de su marido, luego de haber roto
relaciones con sus padres. Con ellos tenía profundas diferencias,
las que se intensificaron cuando se enteraron del romance que sostenía
con Labarca; de hecho amenazaron con desheredarla.
En 1909, año en el que se fundó la Sociedad Nacional de
Profesores, hizo clases de castellano en el Liceo N°2 de Niñas.
Luego se trasladó a estudiar en la Universidad de Columbia y
posteriormente en La Sorbonne, donde se impregnó de las
ideas feministas vigentes en Europa.
En 1916, a su regreso, fue nombrada directora del Liceo de Niñas
N°5 “Rosario Orrego” de Santiago, designación
que rechazó el Partido Conservador por considerar que tenía
un carácter liberal e independiente. Pese a ello fue ratificada
por el Presidente Juan Luis Sanfuentes.
Primera académica universitaria
Cuando
Amanda tenía 36 años, consiguió lo que
ninguna mujer en Chile ni en Latinoamérica había logrado:
hacer clases en una universidad. En 1922, fue nombrada profesora
extraordinaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad de Chile.
La importancia del cargo fue celebrada en un homenaje que le brindaron
académicos, mujeres y estudiantes, acto al que asistió
el Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, y el
entonces presidente de la Sociedad Nacional de Profesores, Pedro Aguirre
Cerda.
Entre sus actividades universitarias ideó las Escuelas de Temporada
de la Universidad de Chile, las que hasta hoy permanecen vigentes, y
formó parte del Consejo de la casa de estudios. Más tarde,
fue nombrada delegada del Presidente de la República en el Consejo,
cargo que ejerció hasta 1952.
Amanda Labarca estuvo ligada estrechamente a la Universidad de Chile
hasta 1955, año en que jubiló. En todo caso, siguió
activa y en 1964 fue distinguida como Miembro Académico de la
Facultad de Filosofía y Educación de universidad y en
1969 de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales
del Instituto de Chile.
Lucha por los derechos de la mujer
Junto con su destacada labor académica, Amanda desarrolló
un pensamiento en pro de los derechos de la mujer y el mundo feminista
que tuvo repercusiones.
Su preocupación por el tema se reflejó tanto en sus escritos
como en sus actividades. Por ejemplo, en 1920 consiguió
que se dictara el famoso decreto denominado “Ley Masa” que
reconoció los primeros derechos civiles de las mujeres.
Más tarde, fue vicepresidenta de la Asociación de Mujeres
Universitarias, organización que tenía como tarea ayudar
a las mujeres a validar sus derechos.
En 1933, fue una de las fundadoras del Comité Nacional pro Derechos
de la Mujer y posteriormente (1944), participó en el Primer Congreso
Nacional de Mujeres que dio origen a la Federación Chilena de
Instituciones Femeninas (Fechif), organismo que presidió.
En 1946 fue nombrada embajadora de Chile ante las Naciones Unidas (ONU),
durante el gobierno de Gabriel González Videla. Luego fue designada
encargada de la sección de estatus de la mujer en el secretariado
de la ONU entre 1947 y 1949.
En 1949 celebró su ansiado anhelo del establecimiento del voto
femenino, por el que luchó fuertemente junto a la Fechif. Además
retomó sus actividades académicas y activistas.
Septuagenaria, en 1961, fundó la Liga Cívica Femenina,
institución con fines sociales y en 1964 formó la Confederación
de Organizaciones Femeninas (Cofech), organismo del cual fue presidenta
hasta 1970.
Su herencia escrita
Su pensamiento y estudios quedaron plasmados en diversas obras que publicó
desde muy temprana edad. Ya en 1909, apareció “Impresiones
de Juventud”, y en 1915, “Tierras extrañas”.
En 1919 divulgó “La educación secundaria”,
mientras dictaba la cátedra de Psicología Pedagógica
en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
En 1939 publicó “La Historia de la educación en
Chile y “La evolución de la segunda enseñanza”.
En “Bases para una política educacional”, promovió
la función social de la educación.
En 1940 editó “La educación decadente” y en
1945, “Desvelos del alma”.
Sus últimos años los dedicó a la escritura de numerosos
estudios relativos a la educación y la mujer, artículos
de prensa en El Mercurio y continuó con sus famosas tertulias,
ampliándose a importantes intelectuales de toda Latinoamérica.
Falleció
a los 88 años, el 2 de enero de 1975. |