Delia del Carril, la monja roja.
La llamaban "el ojo de molotov"

Por Enrique Lafourcade
El Mercurio, Reportajes. Domingo 3 de agosto de 1997

Notable biografía de la segunda esposa de Neruda, Delia del Carril, "La Hormiguita". Brilló con sus propias luces en el mundo romántico de las primeras mujeres revolucionarias del comunismo. Fue definitiva en el ascenso de Neruda. Crucificada por éste, resucita en el libro "Todo debe ser demasiado" escrito por Fernando Sáez.


Delia del CarrilPoruqe esas poderosas mujeres argentinas llenas de lavas ígneas necesitaban superhombres intelectuales. O santos. O artistas. No se iban a casar o a vivir con banqueros o comerciantes.

En mis manos la biografía de Delia del Carril titulada "Todo debe ser demasiado", frase favorita de la pintora. Este libro merece todas las curiosidades. Su autor, Fernando Sáez, ha realizado un excelente trabajo de investigación, sin miedo a la mitología que envuelve la figura de Neruda.

La niña-duende

¡Qué personaje! Anduvo, anduvo, anduvo. Vivió más de cien años. No hablo de Caupolicán sino de Delia del Carril bautizada en el Madrid mágico anterior a la guerra como "La Hormiguita" por el pintor Isaías Cabezón.

Porque no dejaba de trabajar, de moverse, organizando marchas, congresos, colectas. "Hay que ayudar", sugería a sus amigos cuando Acario Cotapos se había quedado sin blanca y sin beca en la villa del oso y del madroño.

Había fiestas en la ciudad. Año de 1934. En la casa de Carlos Morla Lynch y Bebé, en la embajada de Chile, se jugaba. Con fuego, pero se jugaba a toda hora. Disfraces, charadas, bailes. Federico García Lorca danzaba envuelto en unas antiguas tapicerías. Neruda, el cónsul. Padre de Malva Marina, su hija hidrocefalica. No perdía el entusiasmo a pesar de todo. Aparece Delia, políglota, elegante, de ojos afiebrados. Distraída, infantil. Es una abuelita de 50 años que vive, habla y actúa como una niña. Se encuentran en la Embajada de Chile. Morla Lynch auspicia estos encuentros. Neruda vive en el barrio de Arguelles en su ya famosa casa de las flores. El grupo de la revolución de los geranios de la fiesta va de casa en casa, de café en café. Bar "Baviera" donde Neruda se hizo adicto al anís de Chinchón. Con García Lorca y el grupo, y como parte de las travesuras, llamar por teléfono a Juan Ramón Jiménez. Cambiaban la voz. Se hacían pasar por el burro Platero.

Juan Ramón tenía poco humor. Era un excéntrico rabioso que reclamaba porque Ortega y Gasset tenía un busto de Beethoven en el piano de su casa.

Según él, una falta de elegancia insoportable. O porque en la casa de Pérez de Ayala había jamones serranos colgando del envigado. Su esposa, Zenobia Camprubí, organizaba tertulias literarias. Juan Ramón, para no saludar a los invitados, atravesaba el salón tapado por un biombo que dejaba al descubierto sus pies. Lo irritó sobremanera la llegada de Neruda. Poco después lo estigmatizaría con el título de "un gran mal poeta".

La comparsa encabezada por Alberti, Neruda y García Lorca solía terminar la noche en el "Satán", una boite que manejaba un joven cubano, Mario Carreño (¿el pintor?), en la calle de Atocha.

¡Jaleo! Risas. Jaleo. Cantaban en las calles eso de: "Anda, jaleo, jaleo / Ya terminó el alboroto y ha empezao el tiroteo / y ha empezao el tiroteo."

Amor, amor, no cruces la frontera

Neruda vivía con su esposa María Antonieta Hagenaar. El matrimonio andaba mal. Sólo los unía la hija enferma. La casa de las flores era un infierno de tristeza cuando se iban sus múltiples amigos. Por todas partes florecían geranios pero a Neruda le faltaba el grupo, la farándula, la bohemia. Estaban con él Isaías Cabezón, el pintor, y Acario Cotapos, el músico. Que le ayudaban a reír. Y Delia, con la que comenzaban a compartir ese mundo.

Madrid, España entera, se encrespaban. Neruda convenció a su esposa que viajara a Barcelona con Malva Marina, a refugiarse en la casa de Tulio Maqueira, entonces cónsul general. Con el campo despejado, volcó sus miradas, sus melancolías, su voz pantanosa y lánguida, magnéticamente nasal, su color pálido-amarillo ictérico, sus ojos dormidos, hacia Delia del Carril, la guerrillera de lujo, la Juana de Arco argentina llamando al combate.

Explicaría después la propia Delia cómo comenzó todo en la "Cervecería Correos" y de ese modo: "...puso su brazo alrededor de mi hombro y así nos quedamos".

Argentina inundada por los del Carril

Delia del CarrilSu abuelo Salvador María del Carril, unitario perseguido por Rosas, de una familia oriunda de San Juan, llegó a ser dueño de 75 mil hectáreas de la provincia de Buenos Aires, entre las que estaban las estancias "Polvareda" y "La Porteña". Un pequeno país con la mejor tierra agrícola de Argentina.

Su abuela se llamaba Tiburcia Domínguez y fue, a su vez la más grande dilapidadora del país tanto, que su marido, desesperado, puso un aviso en toda la prensa de entonces que decía: "Salvador María del Carril no se hace responsable de las deudas que contraiga su esposa Tiburcia Domínguez". Cuando murió, doña Tiburcia que era riquísima, siguió gastando con entusiasmo.

Tuvieron siete hijos, seis hombres y una mujer. El cuarto, Víctor, fue el padre de Delia. Se casó con Julia Iraeta Iturriaga, de 14 años de edad. El, 27. Vivieron en la estancia "Polvareda" dedicados a engendrar. Tuvieron 18 hijos de los que sobrevivieron sólo 13. Uno de ellos, "La Hormiguita".

Consentida de su padre, llena de hermanos, primos, Delia creció entre gauchos, corriendo potros chúcaros a horcajadas. Ese paraíso se rompió cuando su padre se suicida. Hacía un año que había muerto la abuela. La fortuna familiar, inmensa, pasa a administradores y bancos. Sigue la fiesta.

Su madre, Julia Iraeta tiene 36 años y 13 vástagos del Carril Iraeta. Las viudas, entonces, no se volvían a casar. Viajes a Europa. A repartir niños en internados en Inglaterra y Francia. Viajes con institutrices, profesores, algunas vacas para que las niñitas tuvieran leche fresca. Los millonarios argentinos se concentraban en París. Iban y venían los buques transportando niñitas del Carril y niñitas Ocampo. La vida era hermosa. El mundo se asemejaba al de Scott-Fitzgerald. A las debutantes sus padres les regalaban un diamante más grande que el Ritz. Una hermana de Delia, Adelina, se había casado con el que sería más tarde el gran escritor de Argentina, Ricardo Guiraldes. Buemozo, mundano, enfermizo, bailarín de tangos, sueña ya con escribir sobre un viejo gaucho nostálgico de los viejos tiempos, de la pampa sin fronteras.

Pudo haber enamorado a Ortega y Gasset

El año 1916 Delia del Carril tiene 32 años. La está dejando el tren.

Codiciada por todos los galanes mayores, no encuentra lo que busca. Llega a Buenos Aires José Ortega y Gasset. Tenía su misma edad. Da conferencias.

Delia se deslumbra. Muchas bellas argentinas caen encandiladas. ¡Por fin alguien serio! De Ortega se enamoró Victoria Ocampo. Don Pepe le llegaba al hombro a Victoria. Y, además, estaba casado.

Se dejó querer. Bautizó a Victoria como la Anaconda de las Pampas. El amor de ella, gran amiga de Delia, duró por muchos años.

El primer matrimonio

Tenía que hacer algo. Casarse, a lo mejor. La cortejaba un petrimetre millonario y buenmozo, Adan Diehl. Su hermana Adelina y su marido Ricardo Guiraldes forman un grupo para ir a desaburrirse a Jamaica. Tren a Chile. Un velero hacia el norte. Tal vez Alaska. Delia los va a dejar a la estación de Retiro. La acompaña Adán Diehl. Tienta, en el camino, a esta Eva Gaucha.

¿Por qué no hacer una locura y casarse? Fuga, matrimonio secreto. Eva era cuatro años mayor que Adán. Adán está excitadísimo. ¡Qué escándalo! Así, sin más. Además, la amenaza con suicidarse si no accede. Toman el tren, se unen al grupo. Se bajan en Mendoza y proceden a casarse. Después, a enviar telegramas anunciando sus bodas. Luego, a vagabundear por el mundo.

Diehl no duró mucho como esposo. Se separaron amistosamente. Lo sorprendió engañándola con una bailarina española.

Salones de los del Carril

En Londres, en París, en Buenos Aires, los del Carril abrían sus tertulias, sus suntuosos comedores, sus salones de baile. Peloteaban a los grandes artistas que llegaban a Buenos Aires al "Coliseo", al "Colón". Su hermano Conrado del Carril era loco por el tango. Descubrió y protegió a Osvaldo Fresedo, que estaba tocando bandoneón desde los 15 años. Financió una gira de Fresedo y su orquesta por los Estados Unidos. Delia se aburría. "Spleen", lata, fiaca. A Mallorca, a París. Hay un poeta, el Huidobro de Argentina, el vanguardista Oliverio Girondo. ¿Fueron amantes o solamente amigos? Qué importa. Ella buscaba algo, el amor total, humano y cósmico. Algo más que los "Poemas para ser leídos en un tranvía" escritos por Girondo. El mundo era moderno, nuevo, joven. Estaba lleno de surrealistas que, además eran comunistas. Ella era comunista y surrealista. Así lo sentía. Ella estaba adelante. París de los dadá, y también los solitarios y aventureros Blaise Cendrars, Paul Morand. Y los pintores. Alumna de Fernand Léger, de André Lothe. Amiga de Saint-Exupéry, de Marinetti. Fue Delia quien, años más tarde, le presentaría a Neruda a sus amigos Paul Eluard, Louis Aragón y Benjamín Peret. Según Ricardo Latcham Delia del Carril le ensenó a Neruda a distinguir el cuchillo de la carne del de pescado. Le oí decir a Latcham:

"Cuando Neruda vio una langosta casi se murió de miedo".

La llama España, o España la llama

Pablo Neruda y Delia del CarrilMuere Guiraldes, quien diera a conocer el tango en París. Mueren su hermana Julia, su hermano Conrado. La muerte ataca hasta los ricos. ¡Qué se ha imaginado! Se empiezan a apagar las luces de la fiesta.

Aunque aún hay mucha cuerda. La llama la revolución rusa. Cae en éxtasis ante "El Manifiesto Comunista"; declara: "me deslumbró más que lectura alguna". Lo que indica que le estaba pasando algo muy serio.

Los administradores de sus bienes envían cada vez menos dinero. Le roban a destajo. Gasta a destajo. Es carísimo ser tan moderna, tan "ísmica" y tan sísmica. Sólo hay una solución: seguir derrochando este dinero, y esa vida.

Marchará hacia su propio abismo, como todos, sólo que sin perder la felicidad.

Sus amigos Rafael Alberti y María Teresa León la convencen: tiene que abandonar París. En España se prepara el futuro de Europa. Además, es mucho más barato. Vacila. España es un polvorín. La gaucha de "Polvaredas" corre al incendio, a la explosión. Neruda, poco tiempo después, escribirá eso de "y ardamos, y callemos, y campanas". Delia quiere comenzar a vivir. Ya es tiempo. Tiene 50 años.

La nueva pasionaria

Llega como una poderosa predicadora. Muy pronto se hace conocida en el grupo de los intelectuales madrileños con el nombre de "el ojo de Molotov". No ve nada imperfecto en el comunismo de 1934, cuando Stalin está en plena acción de exterminio de sus viejos camaradas de lucha, liquidando además a artistas, intelectuales, en un frenesí depurador, en nombre de la justicia del pueblo.

Extermina a una elite de la revolución. Incluido Trotsky, al que hará matar tiempo después.

"El ojo de Molotov", la dulce niña-rica traviesa, la loca de la casa, trae la voz de la más dura ortodoxia stalinista, a un grupo en un Madrid donde primaban los juegos de salón, los bailes con sillas que inventaba Acario Cotapos, las fantasías mímicas de García Lorca.

La sombra inquieta

Delia será muy útil a Neruda. Lo va a relacionar con un grupo de intelectuales franceses. Le dará instrucción marxista. Más que eso, convicción. ¡Todo o nada!, parece decirle. Se acabaron los jueguitos. Madrid está en llamas. Neruda escribe "España en el Corazón". Delia le corrige.

Eso no está bien, Pablo, eso se va desmoronando, le falta un acorde final le explica frente a un poema.

Entonces, escríbalo usted le contestaba el poeta enfurruñado. Pero Delia siempre tenía razón. Y aceptaba finalmente su aguda crítica. El temporal cayó sobre la casa de las flores de Neruda. Su esposa regresó a Holanda.

Envió un telegrama a Neruda anunciándole la muerte de su hija Malva Marina.

Neruda no la había vuelto a ver. Prefirió sufrir en la distancia.

¿Inhumanidad? ¿Miedo al dolor?

García Lorca había sido asesinado en Granada. Había que partir. Ya no podía hacer mucho más. A Chile, dijo la historia.

Su fortuna comienza a evaporarse

No era tan rica. Como solía explicar un viejo amigo mío sobre el porqué se había separado de su última mujer "descubrí que tenía 15 años más y 15 millones menos". Delia gastó buena parte de su hacienda en París. Cuando llega a Madrid dependía de rentas de algunas propiedades en Argentina que llegaban en forma irregular.

El desorden en que vivía, sin controlar a sus administradores, la llevó a la ruina. Cuando Neruda llega con ella a Chile corre la voz: "Neruda se casó con una millonaria comunista". El poeta se ve obligado a rectificar explicando que Delia "siempre tuvo fama de rica estanciera, pero lo cierto es que era más pobre que yo".

¿Pobre? Nunca tanto. Le quedaba dinero como para comprar la propiedad de Isla Negra en 30 mil pesos para que trabajara el poeta. Y la casa de Los Guindos, en Patricio Lynch, en 196 mil pesos. Que bautizaron como Michoacán, y que tenía un parque de cinco mil metros. Algo era algo.

Quedaba un edificio de departamentos en Buenos Aires. Se vendió. Era una suculenta suma. El dinero llegó a Chile y fue invertido a interés por un traficante de Valparaíso, amigo de Neruda. Este quebró rápidamente desvaneciéndose con la guita. El poeta Neruda se hizo, por lo menos, de dos casas.

Estaba gordo. Delia lo cuidada para que no comiera tanto.

Pablo, sólo una cucharada de dulce de alcayota.

Hormiga, me comeré toda la alcayota, hasta que yo mismo me transforme en alcayota.

Fiestas, conspiraciones, matrimonios

La Monja Roja y Neruda entran de lleno a la lucha política. Frente Popular.

Comunismo en el exilio de Gabriel González. Fuga, congresos internacionales.

En Moscú Stalin le regala personalmente a la Hormiguita un abrigo de visón con un forro de seda roja. Delia, a quien la edad está derrumbando, se somete a reparaciones gerontológicas en Rumania Se suceden los congresos internacionales. La Hormiguita vive como soñando, iluminada, encendida de amor por Pablo y de amor por la humanidad. Neruda se había divorciado finalmente de María Antonieta Hagenaar. Cuando está en México como cónsul, en la ciudad de Tetecala, Neftalí Reyes Basoalto contrae matrimonio con Delia del Carril Iraeta. La novia declara tener "45 años" (tenía 59) y Neruda 39.

Todo parece maravilloso. El porvenir es de los dos. En la sociedad perfecta que ya viene.

La extraña escritura de Dios

Delia del CarrilDelia, sesentona, ya no tenía la locura por ser moderna, por rebelarse. El arte y la política le bastaban. El arte y el amor, que encadenan y liberan.

Ignoraba que aún iba a vivir más de 40 años. Desconocía los amores de Neruda con Matilde Urrutia, que ocurrían en todas partes del mundo, citándose en congresos, en islas. Al parecer los pasajes y gastos de Matilde los pagaba la Internacional Comunista y la propia Delia del Carril, sin saberlo. Descubrirlo fue su primera muerte. Neruda está en Capri, con cualquier pretexto. Delia, en Santiago con su cuñada Laurita Reyes. Carta de Pablo: "Mi Hormiga: aquí tienes el cigarrón solo, al sol frío de Capri. Mil besos de Pablo". Estaba con Matilde. Se les acababa la plata. Un telegrama que Delia no entiende decía: "Envía necesario. Pablo". Una amiga se lo interpreta: necesita dinero. Para continuar su idilio con su nueva musa.

Neruda necesitaba de la mamá. Fracasó con su primera mujer por eso, porque no era su mamá. Con Delia anduvo bien porque era un poco su mamá y algo, una niñita traviesa. Con Matilde duró bastante, porque esa sí era su mamá total, que lo manejaba a su antojo, y hasta le pegaba como cuando lo sorprendió en amorosos lances con su sobrina Alicia.

Pero eso es otra historia. La de Delia, que nos ofrece Fernando Sáez, merece conocerse. Completa y perfecciona los trabajos de Jorge Edwards y Volodia Teitelboim.

Todos comenzaron a irse. Delia fue la última. La mayor, se desvaneció con más de cien años, transformada en una sonrisa suave, perdonadora. El mundo era ya otro. Todo debe ser demasiado.